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Cuando apenas había cumplido la treintena, Arthur Barclay organizó una excursión por los alrededores de Washington. No era la primera vez que lo hacía: el joven investigador ya era conocido por liderar expediciones en México, Colombia, Chile o Sudáfrica. Sus viajes formaban parte de una misión encargada por el Gobierno norteamericano, con el objetivo de recolectar plantas que pudieran ser estudiadas y así encontrar posibles tratamientos contra el cáncer. Entre 1960 y 1981, los científicos lograron recolectar más de 30.000 muestras, algunas de las cuales cambiarían para siempre la medicina.

Tras reunir a un equipo de investigadores del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, Barclay se lanzó a la aventura. En aquella excursión por el estado de Washington, los científicos recolectaron corteza y otras muestras del Taxus brevifolia, un árbol de hoja perenne. Dos años más tarde, un equipo de Carolina del Norte descubrió que los extractos del tejo resultaban tóxicos para las células, es decir, eran citotóxicos. Monroe E. Wall y sus colaboradores fueron capaces de aislar la sustancia que producía estos efectos, denominada paclitaxel.

Diversos trabajos realizados en las siguientes dos décadas demostraron que el compuesto era seguro y eficaz como medicamento contra diversos tipos de tumores, ya que era capaz de bloquear la "multiplicación" de células cancerosas. A finales de 1992, la Administración de Medicamentos y Alimentos (Food and Drug Administration o FDA, en inglés) autorizó el uso de este fármaco para combatir diversos tipos de cáncer. El medicamento, también conocido como taxol, ha sido aprobado como terapia contra el cáncer de mama, el cáncer de ovario o el sarcoma de Kaposi. Sus resultados son el fruto de aquella excursión de Barclay, y un ejemplo de la utilidad de las plantas en medicina.

En busca de potenciales medicamentos

La historia del taxol no es única. Desde hace años, los investigadores estudian un gran número de especies con el fin de estudiar sus propiedades y extraer moléculas con potencial actividad farmacológica. El Día Internacional de la Fascinación por las Plantas, que se celebra cada 18 de mayo desde hace cuatro años con la coordinación de la Organización Europea para la Ciencia de las Plantas (EPSO, en inglés), es un buen momento para recordar otros ejemplos de éxito en la historia de la medicina.

Un tratamiento contra el dolor

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La adormidera, denominada científicamente como Papaver somniferum, es una planta del mismo género que las amapolas que se conoce desde el siglo XVIII, cuando el botánico y médico sueco Carl Linné describió su existencia. Al igual que ocurre con el tejo y el taxol, esta especie es muy útil en medicina ya que de ella se extraen alcaloides como la morfina o la codeína, empleados como tratamiento contra el dolor en diferentes grados. De esta planta también se obtiene el opio.

Un antídoto a partir de una planta venenosa

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La atropina es un fármaco que también se logra a través de los extractos de otra planta, conocida técnicamente Atropa belladona, que pertenece a la familia de las solanáceas. El nombre de esta especie tiene su origen en Italia, donde antiguamente se extraía el jugo de la planta para agrandar las pupilas de los ojos de las mujeres, lo que resultaba llamativo desde un punto de vista estético. De ahí que el nombre sea "belladona" ("bella dama", en italiano). A pesar de que las hojas y las raíces de la planta son utilizadas para desarrollar medicamentos, la especie es considerada venenosa.

De la planta Atropa belladona se extrae precisamente la atropina, un fármaco que tiene mucho interés ya que es capaz de bloquear la fijación de un neurotransmisor, la acetilcolina, en los receptores de las células. Como consecuencia, el alcaloide se emplea en la actualidad como medicamento antes de administrar la anestesia en una intervención quirúrgica y como tratamiento de la bradicardia o ritmo cardíaco lento, ya que es capaz de estimular la frecuencia del corazón. Además, la atropina sirve como antídoto en la intoxicación por compuestos organofosforados, un tipo de insecticidas con uso agrícola para luchar contra las plagas, que también han sido empleados como arma química en las guerras.

De Madagascar al hospital

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La vinca de Madagascar es conocida científicamente como Catharanthus roseus. A partir de las hojas de esta planta herbácea, se producen alcaloides complejos como la vinblastina y la vincristina. El primer compuesto se emplean en quimioterapia como tratamiento contra el linfoma de Hodgkin o el linfoma no de Hodgkin, y en algunos casos como opción terapéutica en los tumores de mama. En el segundo caso, la vincristina se administra como tratamiento contra muchos tipos de cáncer, como el de mama, cabeza o cuello, sarcomas de tejidos blandos, leucemias, linfomas o mielomas.

La lucha contra la malaria

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El último ejemplo sobre las plantas que han fascinado a la medicina está protagonizado por Artemisia annua. La especie, muy utilizada de forma tradicional en China, fue estudiada por los investigadores con el objetivo de encontrar nuevos agentes terapéuticos contra la malaria ante la resistencia a los fármacos tradicionales utilizados contra esta enfermedad. La búsqueda impulsada por Youyou Tu desembocó en la extracción de la artemisina, un medicamento que posteriormente demostró ser seguro y eficaz contra la malaria. La investigadora fue galardonada con el premio Nobel de Fisiología o Medicina de 2015 por sus trabajos.

Las plantas, como demuestran los ejemplos anteriores, son una fuente muy interesante para obtener potenciales fármacos contra diversas enfermedades. El secreto está en estudiar los compuestos producidos por las propias especies vegetales, comprobando si pueden ser seguros y eficaces en estudios preclínicos primero (cultivos de células y modelos animales), para después probar que no son tóxicos y sí útiles en ensayos clínicos, con seres humanos. La ciencia también estudia algunas especies de plantas medicinales para aliviar síntomas y problemas como el estrés o trastornos digestivos, que pueden ser empleadas siempre que se demuestre su seguridad y eficacia.