El término juicio, que proviene del latín iudicĭum, tiene diversos usos; así que el concepto se torna abstracto. Se trata, por ejemplo, de la facultad distingue y elige entre el bien y el mal o entre lo verdadero y falso. Por otra parte, puede ser sinónimo decir que es una opinión, un dictamen o un parecer. También por ende, parte de la relación lógica entre dos o más conceptos, y comprende siempre a una breve evaluación conceptual de algo o alguien en base a una determinada información, sea esta verdadera o falsa.

Los seres humanos hemos heredado mecanismos neuronales para llevar a cabo continuas evaluaciones básicas del nivel de riesgo en base a una determinada información sea esta verdadera o falsa. Las situaciones que vivimos son constantemente evaluadas como buenas o malas y somos capaces de distinguir en un instante un amigo de un enemigo. Si bien realizamos todo esto con cuestionable precisión, el caso es que estamos biológicamente predispuestos a hacer juicios de todo tipo. Los hacemos todo el tiempo, no podemos evitarlo.

"Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio" — Leonardo Da Vinci.

Por ejemplo, Alexander Todorov, de Princeton, demostró en un estudio que la gente evalúa caras en múltiples dimensiones, formando “juicios de confiabilidad” a partir de los cuales determinan las respuestas básicas de aproximación / evitación. Para ver las reacciones del cerebro usaron imágenes por resonancia magnética; descubriendo que la respuesta de las amígdalas izquierda y derecha, la ínsula anterior, la corteza prefrontal medial y precuneus, cambian en función de la cara que observemos.

Con una sola mirada a un rostro extraño podemos evaluar bastante información: si es dominante (ergo potencialmente peligroso), si sus intenciones son más bien amistosas u hostiles, etc. De hecho nuestra confianza se basa demasiado en ello, y la mayor parte de las veces peca de imperfecta. Con todo, está claro que una capacidad imperfecta es mejor que nada en vistas a la supervivencia. Y que podemos decir, por tanto, que los juicios vienen, en ultima instancia, del cerebro.

juicios

¿Cómo se forman? Todorov ha demostrado que, por ejemplo, la gente juzga la competencia combinando dos dimensiones: fortaleza y honradez. Los rostros que irradian competencia combinan un mentón fuerte con una sonrisa que parece inspirar confianza. Rasgos como estos, pueden predecir un resultado electoral. No hay pruebas de que estos rasgos predigan algo sobre la competencia real de la persona, pero la respuesta cerebral demuestra que estamos biológicamente predispuestos a creer que las personas que carecen de estos atributos son incompetentes. Lo sentimos y ya está.

Posteriormente los politólogos no se lo tomaron bien y trataron de desmontarlo, no lo lograron del todo pero sí arrojaron cierta esperanza sobre el problema. Parece que si estamos lo suficientemente informados, es decir si contamos con más información que la puramente visual, nuestra predisposición a dejarnos llevar por los juicios de apariencia, desciende. Se enfrenta una información con la otra y llega un punto en el cual la no intuitiva, es decir, la objetiva, gana.

En este estudio demostraron que las personas que se basaban en la imagen de los políticos por la televisión juzgaba en base a su apariencia mucho más que aquellos que se informaban por otros medios sobe cómo el político realmente era. Por tanto la importancia relativa de los juicios no es la misma en todo el mundo, podríamos afirmar que a menos informados estamos, más juiciosos seremos y que por tanto los juicios rápidos se forman a partir de usar la intuición para rellenar los huecos de ausencia de información.

¿Juzgamos siempre? Depende. Para Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel de Economía, hay dos tipos de juicios. Tenemos un sistema automático (que él denomina Sistema 1) que efectúa muchos cálculos aproximados y relativos todo el tiempo. Siempre que tenemos los ojos abiertos nuestro cerebro calcula en una representación tridimensional la disposición de lo que tenemos en nuestro campo de visión, completa las formas y composiciones básicas de los objetos y determina su posición en el espacio e identidad. Estas evaluaciones se hacen segundo a segundo permaneciendo alerta en busca de cambios respecto a la evaluación anterior. No se requiere intención para que esta operación se ponga en marcha y la intención de detenerla no la detendrá.

Sin embargo, en contraste con estas hay otras que se efectúan solo cuando son precisos. Los juicios ocasionales sí son voluntarios. Por ejemplo no contamos automáticamente el número de sílabas para cada palabra, o la comparamos con la anterior, aunque podemos hacerlo. No obstante, los intencionales también suelen ser muchos más de los deseados. Kahneman llama a esto escopeta mental:

“Es imposible disparar con una escopeta a un único punto porque dispara perdigones que se dispersan. Al Sistema 1 le resulta igual de difícil hacer más de lo que el Sistema 2 [el racional y voluntario] le encarga hacer”

Se refiere a que intencionadamente nuestro pensamiento complica las cosas. Para explicarlo, por ejemplo, en este experimento les hicieron tres preguntas a las personas encuestadas. Las instrucciones son solamente: “¿Cuales son las respuestas correctas a las siguientes frases?”.

a) Algunas carreteras son serpientes.
b) Algunos trabajos son serpientes.
c) Algunos trabajos son cárceles.

Las tres son obviamente falsas. Sin embargo en la primera y última los sujetos tardaron más del doble en responder. Esto es porque su Sistema 1 se puso a valorar si no podrían ser metafóricamente verdaderas. Contestaba a algo que no le han preguntado.

Otro claro ejemplo de escopeta mental es que te pregunten si una empresa está financieramente bien, y tú no puedas evitar añadir que te gustan sus productos y explicar las razones. O que en base al atractivo de una persona decidas que estás algo tan complejo como enamorado de ella y rellenes todo el resto de la información con cosas que intuitivamente sientes.

Como vemos, los juicios son una cosa muy complicada, que actúa sola y que incluso a veces nos domina. Pero queda la esperanza de que tomamos más el control de ellos cuando nos informamos lo suficiente como para rebatir nuestras propias intuiciones.

Para más información: Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman, específicamente va sobre juicios el capítulo 8, y la publicación académica: Social attributions from faces: Determinants, consequences, accuracy, and functional significance de Alexander Todorov, que específicamente va del análisis facial en sus páginas de la 519 a 545, y está disponible en Princeton Neuroscience Institute.