Hay varios tipos de emprendedores. Por un lado están los que tienen ideas geniales y continuamente están creando e imaginando; por otro lado se encuentran **aquellos que prefieren enfrentarse con los retos de una ejecución con millones de retos por delante. Íñigo Juantegui es de los segundos, una historia de emprendimiento que no puede existir sin aquella recordada Nevera Roja.
Juantegui había visto como su padre formaba parte a nivel ejecutivo de una compañía importante a nivel nacional. Telepizza, que ha pasado por sus más y sus menos, era un buen punto de partida inspiracional para la historia de un emprendedor que empezó en consultoría y que duró más bien poco bajo la historia recurrente de descubrir primero lo que no te gusta, y ya de paso lo que no se te da nada bien, para poder centrarse después en lo que de verdad supone una vocación. Este fue el click que saltó en la cabeza de Juantegui para fundar La Nevera Roja.
El hecho de venir de una familia relacionada con el delivery más tradicional que se pueda encontrar en España, no tuvo ninguna influencia para crear la empresa de reparto de comida. Como comenta Íñigo, "al que se le ocurrió la idea fue a mi socio Jose del barrio por lo que mi padre no influyó demasiado. Cuando fuimos a hablar con él fue para pedirle dinero, pero no porque fuese de Telepizza. De hecho, La Nevera Roja no llegó a un acuerdo hasta 2013. Sin embargo, sus preguntas y aportaciones eran muy buenas porque conocía el sector".
En un contexto en el que el mundo del emprendimiento tecnológico aún no ocupaba portadas surgieron un conglomerado de startups, –hoy ya grandes empresas– que marcaron todo un precedente. Junto a la empresa de Juantegui, Ticketbis, Cabify o JobandTalent (viniendo de Tuenti) marcaron el patrón de lo que vendría a suceder después:
"En aquel momento, en España había un cúmulo de mil cosas que hacer desde el punto del emprendimiento y la empresa tecnológica. Sumando a que la crisis empezaba a despuntar y el mercado laboral estaba parado; todo esto te daba un montón de oportunidades. Era lanzarse o estancarse".
Y si el mundo aún no entendía a las startups, tanto lo mismo con los inversores que estaban más centrados en compañías de altos vuelos. Los pocos que había en definitiva. En el caso de La Nevera Roja, además de pocos inversores, se encontraron con otro obstáculo. En España ya había una empresa similar, Sin Delantal, y todos los buenos inversores habían invertido en ellos. Resultado: nadie confiaba en ellos, pero siguieron adelante porque, como dice Íñigo, eran "muy inconscientes con un gran punto de soberbia". Una mezcla de eso y de que, por aquella época, aún no entendían del todo ni el sector y ni a la competencia.
Una venta que marcó el futuro
Parte del salto al éxito de Juantegui surge de una de las mayores ventas emprendedoras en España. Una venta que no estuvo exenta de polémica. El gigante de Internet, Rocket Internet, compro la compañía de Juantegui por 80 millones de euros. ¿Fue un precio real? Lógicamente, pocos serían los que digan que no si te ponen un cheque de esa magnitud encima de la mesa, pero como añade, "en aquel momento, Rocket estaba valorada en casi 8.000 millones de euros, por lo que pensar que esta gente compró algo que no valía lo que valía era absurdo; especialmente teniendo en cuenta los asesores y abogados que esta compañía tenía detrás". Y la compañía delivery crecía a un ritmo del 40% a cada mes que pasaba facturando casi 20.000 euros mensuales. Pero una vez cerrada la compra La Nevera Roja sólo caía en picado, ¿qué ocurrió?:
"El problema fue que no retuvieron el talento. A nosotros nos invitaron a salir, con muy buenas formas eso sí, de la gestión de la compañía y ellos se quedaron con una empresa en un país en el que no sabían cómo funcionaban las cosas. Por eso hundieron las ventas".
Hablaron en muchas ocasiones con Amoribieta, CEO de la compañía en nombre de Rocket, pero ya había poco que hacer. Segunda venta y vuelta a la polémica, pero ese ya no era su problema.
Lo curioso de todo esto es el caso de Urban Ninja. En el momento de partida de La Nevera Roja, las redes de repartidores eran tan sofisticadas como ahora por lo que tuvieron que crear una empresa paralela que ayudase a las entregas. Es decir, una suerte de Glovo primigenio que de haber cuajado en España quizá hubiese cambiado el sector tal y como lo conocemos hoy en día. Cuando vendieron a Rocket, Ninja se fue en el paquete muy en contra del deseo de Juantegui que quería seguir con ese proyecto. Cuando Rocket vendió sí se quedó con Ninja, empresa que está acelerando por toda Europa.
El salto a OnTruck
El que emprende una vez suele volver a hacerlo. Y en el caso de OnTruck se repitió la historia de su primer proyecto. En 2015, Juantegui conoció a Antonio Lu, el cual le contó una idea de negocio sobre camiones. De nuevo, la idea no venía de él, porque según dice, "no es un visionario, lo que hace bien es la parte del desarrollo". Un desarrollo que duró meses y que tomó parte de la logística aprendida en La Nevera Roja y Urban Ninja. Básicamente, la idea de negocio venía a velar por la economización del transporte de mercancías y procurar no tener camiones medio vacíos. Se les ha definido como el Uber de los camiones, pero ellos prefieren decirse más como MyTaxi, ya que toman a profesionales que ya trabajan en el sector para unirlos a su plataforma.
Quizá no sea una empresa tan llamativa como su anterior proyecto, pero desde 2016 llevan trabajando en este emprendimiento que tiene básicamente los mismos quebraderos de cabeza que su primera empresa, pero sin tantos problemas de equipo. Los becarios que trabajaban para La Nevera Roja ya no tienen cabida en OnTruck porque no generan una estructura rápida o eficiente. Con casi 1.000 conductores asociados, 50.000 euros de facturación, una ronda de financiación de dos millones de euros y un crecimiento del 40%, OnTruck busca la rentabilidad para finales de este año.
Aunque montar una empresa siempre es complicado, hay que reconocer que todo ha cambiado. Según explica, ahora mismo "buscar financiación es otro rollo, porque hay más gente, más profesionales, más conocimiento y ya no te miran como si estuvieses loco". Quizá por ese punto de moda que ha venido de la mano del crecimiento del emprendimiento sea mas simple encontrar inversores que apuesten por un proyecto. Pero aún quedan infinitas cosas que hacer porque "no hemos llegado al nivel de Francia o Israel en cifras o innovación". Pero por algo se empieza y, al menos, ya se valora a las startups.