Los artistas llevan imaginando el futuro desde hace siglos. Algunos con más acierto que otros, eso desde luego. Y cuando nos damos cuenta de que algunas de las predicciones son más acertadas de lo que nos atrevíamos a imaginar se nos pone la carne de gallina. Eso es precisamente lo que ocurre con la obra de Masamune Shirow, Ghost in the Shell, llevada al público a través del manga, el anime (con al menos una serie y varias OVAs) y ahora presente en las grandes pantallas de mano de Rupert Sanders y con el rostro de Scarlett Johansson. Pero miremos más allá del éxito; revolvamos en sus entresijos y miremos una parte fundamental de su éxito: Masamune Shirow tenía razón. Ya en 1989 consiguió escudriñar el futuro tecnológico que sobrevendría casi treinta años después.

Cuando la imaginación se hace realidad

Aunque podríamos mentar muchos aspectos y detalles de las obras que enmarcan el universo cyberpunk de Ghost in the Shell, todo el contexto está destacado por cuatro aspectos tecnológicos únicos que dan la razón de ser a las cuestiones más relevantes de GITS. Estas cuatro tecnologías son las que sustentan la gran pregunta que rezuma tras las OVAs y el manga (no tanto en la última película, por cierto): ¿qué significa existir, tener conciencia y ser humano? ¿Dónde acaba la tecnología y comienza la humanidad? Gracias a este planteamiento, el debate se desenvuelve en un futuro tecnificado, interconectado y oscuro que le da vida a los conflictos de los personajes (desde la propia Motoko a los tachikomas), sin olvidar la pregunta final: ¿qué somos? Pero volviendo a la tecnología, estas no están lejos de ser realidad, convirtiendo nuestro mundo, en cierto sentido, en una inquietante "copia" de Ghost in the Shell.

El traje termo-óptico

Si Masamune Shirow dio en el clavo a la hora de imaginar una tecnología sorprendente y totalmente novedosa, fue con el traje termo-óptico. Porque, además de haberla imaginado de una forma muy realista, considerando los pormenores físicos, imaginó el sistema e, incluso, el apartado legal para usar esta supuesta tecnología. Y resulta que puede que no estemos tan lejos de poder verla. O no verla, más bien. Este tipo de tecnología lleva en el imaginario colectivo desde siempre (capas de invisibilidad, hechizos, pociones...) pero no es hasta hace muy poco que nos encontramos con los primeros pasos para convertirla en realidad. El camuflaje activo de la Sección 9 emplea un sistema que refleja el punto opuesto, según se esté mirando, de manera que simula la visión.

Ghost in the Shell

Por supuesto no es perfecto, todo lo contrario, siendo un elemento táctico con sus inconvenientes: no es eficaz ante los rápidos cambios de situación, bajo la lluvia y otras distorsiones físicas. Si nos fijamos en los ejemplos más modernos, este mismo concepto, el de camuflaje activo, está en la mesa de laboratorio de numerosos grupos de investigación. Por supuesto, el mayor interés en esta tecnología lo tienen las esferas militares, lo que convierte la información en algo anecdótico y esporádico. Por otra parte el goteo de noticias hablando de metamateriales y sistemas de camuflaje activos no paran de crecer en los últimos años. Está claro que tenemos impresionantes avances tecnológicos pero ¿son suficientes para poder soportar un verdadero traje termo-óptico? Quién sabe, tal vez no estemos tan lejos.

El Ciber-cerebro

Nuestro cerebro, grosso modo, está formado por millones de interconexiones eléctricas mezcladas con señales químicas y soportado bajo un enorme y delicado entramado celular. No tan distinto, en cierto sentido, a un complejo ordenador. ¿Por qué no pensar en la unión de ambos aspectos? Por supuesto que no es descabellado. En Ghost in the Shell, muchos de los miembros tienen aumentos cerebrales que les ayudan a almacenar y procesar mejor la información. La máxima expresión de este aspecto es el reemplazo completo o la dotación de un cerebro cibernético a ciertos robots. De hecho, la propia Motoko tiene un cerebro completamente cibernético (como el resto de su cuerpo, cuestión central de la obra). Esta idea no ha pasado desapercibida entre los autores a lo largo de los años. Probablemente una de las puestas en escena más recientes sea la de Chappie. Pero tampoco ha sido ignorada por los científicos e ingenieros. ¿Podemos hacer algo así?

enfermedad más rara
Sustancia blanca en el cerebro

Si os mencionamos a Elon Musk probablemente prestéis atención. Por si no lo habíais oído, el CEO de Spacex y Tesla quiere que el cerebro humano esté conectado con a una inteligencia artificial. De esta manera podía crear dispositivos que se puedan implementar en el cerebro. Para ello, ha empezado a apoyar a la startup Neuralink, una empresa recién constituida que está centrada en los avances de la inteligencia artificial. Este tipo de avances en la tecnología podrían mejorar la memoria o permitir una interacción directa entre el cerebro humano y los dispositivos electrónicos. Y la primera aplicación de dichos implantes y ciber-cerebros no sería tanto hacernos súper-inteligentes como revertir los efectos de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, la epilepsia o el Alzheimer, combatiendo patologías que todavía no tienen cura.

Los mechas

Los tachikomas hacen dos funciones en la serie anime de Ghost in the shell. En primer lugar, son personajes graciosos, simpáticos, asistentes en las misiones de la Sección 9... en definitiva, "mascotas" de la serie. En segundo, sin embargo, muestran un aspecto mucho más crucial e intrínseco del argumento principal: ¿están vivos? A pesar de haber sido creados, ¿pueden tener libertad? ¿Deben existir como entes con derecho propio? Esta idea también ha sido puesta en escena numerosas veces en todo tipo de obras. Sin embargo, a medida que aumentamos nuestros conocimientos en supercomputación, redes neuronales y robótica, más cerca estamos de tener que plantearnos seriamente la pregunta. El avance en Machine Learning y técnicas de Natural Language Processing, por ejemplo, ha creado increíbles chatbots capaces de "simular" la interacción humana con una imitación pasmosa.

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Si a esto le añadimos los impresionantes avances en robótica puede que estemos en el comienzo (todavía un poco tosco) de robots verdaderamente avanzados, capaces de asistirnos y presentarse de una manera totalmente natural, inteligente, en nuestra sociedad. De ahí, ¿seremos capaces de dotarlos de consciencia? Por supuesto, esto es sólo una cuestión de ciencia ficción. Al menos por el momento. Pero es un sueño que inquieta a muchos autores, como podemos ver en series tan exitosas como Westworld, películas como Blade Runner o infinidad de referencias pop. ¿Caminarán los robots junto a los humanos algún día como iguales?

Los cyborgs

Pero no tenemos que alejarnos de la especie humana para buscar lo más tecnológico. Los cyborgs son el punto intermedio, el eslabón entre la inteligencia artificial y la existencia humana. Son, en definitiva, el motivo por el que aparece el debate en todo el universo Ghost in the Shell. Hasta el más "humano" de los humanos, Togusa, tiene insertado en su sistema nervioso la "interfaz" que le permite comunicarse a los demás de forma instantánea. Por supuesto, los ciborgs también son de alto interés en la cultura pop. Pero también hay decenas de ejemplos de cyborgs reales y, lo mejor de todo, funcionales. No hace falta que hagamos referencia a los impresionantes adelantos en tecnología protésica, cada vez más conocidos y entre los que se cuentan impresionantes brazos y piernas. Mentemos, sin embargo, las prótesis visuales y ojos biónicos, capaces de devolver la visión parcialmente a aquellos que la perdieron. Hay quien trabaja, incluso, en crear ojos mejor adaptados que los nuestros, tal y como se puede ver en GITS.

células madre
ra2studio | Shutterstock

Pero vayamos un paso más allá: el ejemplo de Kevin Warwick científico, ingeniero y profesor de Cibernética en la Universidad de Reading. Este profesor es también adalid del proyecto Cyborg, y ya en el 98 se colocó un chip RFID en su brazo para poder controlar puertas y luces. Más adelante, gracias al trabajo de Mark Gasson, se implantó una interfaz neuronal más compleja consistente en un electrodo de distribución insertado con más de 100 conexiones, 25 de las cuales podían accederse en cualquier momento. El nervio mediano controlaba el paso de las diversas señales del electrodo. El experimento fue exitoso y la señal producida fue tan detallada que un brazo robot construido por un colega de Warwick, el Dr Peter Kyberd, fue capaz de reproducir los movimientos de su brazo. El primer cyborg, según manifiestan todos los medios, sería Neil Harbisson, artista y poseedor de una antena-ojo biónico que le ayuda a percibir los colores. Este consiste en un sensor de color acoplado en el extremo de una antena, que envía información a un chip instalado en su nuca, que transpone los colores en un sonido que él capta a través de sus huesos.

Brazo protésico Luke (Mobius Bionics)

Sonidos, imágenes, movimientos, sensibilidades... hay quien se ha instalado hasta un USB en su dedo (tras un accidente). Todos estos ejemplos muestran como la tecnología va colonizando poco a poco incluso nuestro cuerpo. ¿Es esto negativo? ¿O positivo? ¿Dónde están los límites? ¿En qué nos convierte? ¿Estamos transicionando a un estado superior? Todas estas preguntas son las que Masamune Shirow plantea en Ghost in the Shell. Pero no es el único que se las ha hecho: I saac Asimov, Philip K. Dick, George Orwell, William Gibson, Bruce Sterling, John Shirley... cientos de autores han visto en la tecnología un reflejo de nuestra humanidad. A menudo un reflejo inquietante. Solo que alguno de ellos han conseguido dar en el clavo, prediciendo el futuro o, quién sabe si no moldeándolo sin saberlo.