El británico Rupert Sanders ha sido el encargado de adaptar a imagen y acción reales Ghost in the Shell, el famoso anime japonés que volvió locos a buen número de cinéfilos a mediados de los últimos años noventa.Con el gran aumento de las secuelas, remakes y reinicios salidos de la maquinaria bien engrasada de Hollywood durante las últimas décadas, en claro detrimento de los guiones originales y de la creatividad, no debe extrañarle a nadie que algunos de sus productores se decidieran a poner su dinero al servicio de una nueva versión de esa película animada de culto que es Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995), un aporte indiscutible al desarrollo del ciberpunk como antes lo había sido, entre otras, Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Akira (Katsuhiro Ôtomo, 1988) o Strange Days (Kathryn Bigelow, 1995) y, después, la trilogía de Matrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999-2003), que debe declararse deudora de aquella.

ghost in the shell

Uno se pregunta, no obstante, qué lleva a una productora a escoger a determinado director para llevar a cabo un proyecto como este, el cual les garantiza una enorme atención mediática y jugosos beneficios en taquilla por la cantidad de amantes que el primer filme ha podido acumular a lo largo de los años. Porque de Sanders sólo conocemos la discreta Snow White and the Huntsman (2012), que adapta el cuento clásico de los hermanos Grimm al cine más comercial que pueda imaginarse, lo que tampoco es que lo traicione pues esa era ya su esencia y por ello lo recordamos. La respuesta, por supuesto, es que no se buscaba elaborar un nueva película de culto y ni siquiera una obra destacable de verdad, sino que la operación económica concluya como un buen negocio, para lo que hace falta al menos un realizador medianamente competente como Sanders.

Vale la pena comentar que el ciberpunk es un tipo de ciencia ficción futurista en el que una sociedad distópica y degenerada se fundamenta en un altísimo grado de progreso tecnológico, sobre todo en cuanto a informática y cibernética, y en la que, por lo general, existe un enfrentamiento con alguna corporación todopoderosa, aliñando el conjunto con un toque de negrura policíaca. Es lo que vemos tanto en la original como en la nueva Ghost in the Shell (2017), que nos narra la historia de Major (interpretada con corrección por Scarlett Johansson), una joven humana sometida a un proceso de hibridación ciborg que la hace extraordinaria, y gracias a lo que encabeza un grupo de operaciones especiales dedicado a detener a delincuentes de especial peligrosidad, por lo que se ve envuelta en la lucha contra los actos de terrorismo que golpean a la influyente compañía Hanka Robotics.ghost in the shell

Lo que resulta obligado decir ahora es el tópico de que, a veces, las comparaciones son odiosas, pero lo que muchos no se esperarán es que aquí lo sea en ambos sentidos. Porque no cabe duda de que Sanders y sus guionistas William Wheeler (The Hoax, Lasse Hallström, 2006) y Jamie Moss (Street Kings, David Ayer, 2008) han sabido eliminar los males evidentes que sufría el filme de Oshii pero, al tiempo, parece que el director no tiene lo que hay que tener para proporcionarnos una planificación visual coherente y distinguida como la de la película original, obviando el cambio de animación a imagen y acción reales.

El guion de la Ghost in the Shell de Sanders no es tan ortopédico como el de la de Oshii; las conversaciones se sienten más naturales y no dan la impresión de servir simplemente como vehículo de información para los espectadores; y frente a los ridículos ochenta y tres minutos de su predecesora, el hecho de que la nueva versión, de ciento veinte, se toma su tiempo para que la historia se asiente del modo adecuado y se establezca bien el carácter de los personajes también ayuda a que estos despierten la empatía que en la otra no podían despertar además por su hieratismo, el de los dibujos animados que sólo mueven la boca al hablar como si se tratase de muñecos de ventrílocuo.

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Con todo ello se consigue igualmente que los acontecimientos y las motivaciones se muestren más lógicos y comprensibles, si bien, pese a que tampoco las echamos demasiado de menos, es una lástima que se hayan perdido por el camino las reflexiones más profundas sobre la esencia humana en un mundo de híbridos robóticos de la Ghost in the Shell de Oshii, siendo que el título incide en ellas. Por otro lado, si lo anterior es parte de la cal, entre la arena encontramos que, visualmente, Sanders ha puesto todo su empeño en que su adaptación sea espectacular y no ha sabido cómo dotarla de un estilo propio, que se pierde entre la recreación directa de las recordadas secuencias del filme animado, ocurrencias que señalan ciertos modales de Matrix y las de su cosecha.

Este mejunje tal vez sea fruto del intento de aunar la revisión respetuosa de la película de Oshii y las contribuciones diferentes que se hacen necesarias para legitimar la existencia del nuevo filme, pero Sanders no logra un discurso visual cohesionado y eso pesa mucho en las evaluaciones cinematográficas. Y, a pesar de ello y de que así la nueva Ghost in the Shell jamás cobrará la importancia de su predecesora animada, las mejoras de guion consiguen que alguien pueda escandalizar a los fanáticos y decir que es más disfrutable que esta.

Aceptable es el trabajo del director de fotografía Jess Hall y del compositor Clint Mansell. Juliette Binoche y Michael Pitt cumplen con sus respectivas encarnaciones, las de la doctora Ouelet y el misterioso Kuze, aunque el Cutter de Peter Ferdinando tiene poca entidad y fuerza. Y se nos brindan explicaciones que la película original nos hurtaba, cómo a qué se deben los ojos de Batou (un satisfactorio Pilou Asbæk), y da la oportunidad de lucirse más a personajes como el jefe Daisuke Aramaki (un agradecido Takeshi Kitano) en gustosas escenas de cine negro.

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Conclusión

Rupert Sanders y su equipo han hecho de la nueva Ghost in the Shell un entretenimiento mejorado, solucionando los problemas de guion y la aridez de del filme de Mamoru Oshii, pero han sido incapaces ni tan siquiera de igualarla en su aparato visual.

Pros

  • Que el guion no es tan ortopédico como el de la película original.
  • Que la historia y el carácter de los personajes se asientan adecuadamente.
  • Que los acontecimientos y las motivaciones se muestren más lógicos y comprensibles.
  • Que da la oportunidad de lucirse más a determinados personajes.

Contras

  • Que el director Rupert Sanders no ha sabido cómo dotarla de un estilo propio.
  • Que no se logra un discurso visual cohesionado y eso pesa mucho.
  • Que se han perdido las reflexiones más profundas sobre la esencia humana en un mundo de híbridos robóticos.

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