Si eres un lector asiduo y posees dispositivos electrónicos que permiten leer, ya sea un smartphone, eBook u ordenador, seguramente alguna vez te has encontrado en la paradoja de elegir entre el formato físico y el electrónico o en el debate de defender tu favorito.

Lo cierto es que mayoritariamente todos estaremos de acuerdo en que diferentes situaciones requieren diferentes cosas, y que las ventajas y desventajas de cada formato son existentes pero dependientes de la actividad e intereses.

Así, el papel es, en general, más deseable para ciertas cosas, como libros con imágenes o ediciones firmadas; también va mejor para determinadas situaciones, como por ejemplo, momentos susceptibles a hurtos o accidentes —véase la playa y la piscina: ir a nadar sin preocuparse de que te roben un Kindle de 200€, te lo pisen, rayen o se te cuele la arena hasta en el último bisel—.

Después, están las cosas más personales o menos objetivas como el simple placer del olor a libro que enamora a algunas personas, la sensación física de progresión al pasar las páginas, tomar notas en los bordes con tu propia letra o la comodidad que viene inherente en un libro de consulta que físicamente se puede ojear y saltar directamente al punto deseado más fácilmente.

Por otra parte, el formato electrónico suele ser más barato, también es más cómodo llevar toda tu biblioteca en un solo aparatito. Por supuesto, está el tema del peso en sí para cada libro —un lector electrónico, generalizando, siempre es más ligero que cualquier libro de bolsillo—. La luz integrada y la posibilidad de hacer de cualquier sitio “un buen momento para leer” también es una ventaja innegable. Aparte, con su aumento de fuente, pueden ayudar a los lectores hipermétropes cuando los libros suponen más cansancio para sus ojos. Además, hay algunas personas que aseguran, como servidora, tener la sensación subjetiva de leer más desde que usan también formatos electrónicos; lo que puede ser por lo ya comentado de la facilidad para hacer cualquier momento apto para ello o simplemente porque los dispositivos electrónicos en realidad se han convertido en una extensión de la mano de su dueño y por definición, viajan más con nosotros de lo que nuestros libros clásicos nunca lo hicieron. Incluso existen pequeñeces más ignoradas pero importantes para algunas personas como el simple hecho de que nadie sepa qué estás leyendo.

Photo: Natalie Collins.
The Urban Bean Coffeehouse Cafe, Orange Park, United States.

Sócrates despotricó contra la sustitución del aprendizaje por vía oral y estaba convencido de que el aprendizaje mediante la lectura no era lo mismo. De la misma forma, cierto es que hay un sector que está totalmente enamorado de este avance y empieza a detestar el romanticismo que se le aplica al papel. Sin embargo, no tendría por qué ser necesario elegir. Haciendo caso omiso de la resistencia natural al cambio, no se puede negar que el proceso de la lectura ha cambiado con la aparición de la tecnología digital y hay que hacerle un hueco —según el Pew Research Center, el 27% de los estadounidenses ya leían algún libro en formato electrónico en 2015— pero el libro parece aguantar bastante bien el viento y ser capaz de coexistir ambos formatos.

Estos mismos, en este estudio, también dicen que la proporción de estadounidenses que leen libros, en cualquier formato, se ha mantenido prácticamente sin cambios durante los últimos cuatro años. Buena noticia es que la gente no lee menos, pero podemos decir que el formato electrónico tampoco está haciendo que más personas entren al gremio de los lectores asiduos.

En números: el libro digital copa el 25% de las ventas en Estados Unidos donde lleva una buena cantidad de años estabilizado sin subir más. En España, el libro digital, según los datos de la Federación de Gremios de Editores, alcanzó los 23.061 títulos, lo que representa el 28% del total de la producción editorial, pero a penas 5,1% de la facturación total, esto supone un incremento de dos puntos con respecto a las cifras obtenidas en el año 2015.

Para observar la progresión, pensemos que en esos datos de cierre del 2016 representada el 5,1% de la facturación total del sector y para atrás, en 2015, según Libranda, una de las principales distribuidoras de libros digitales en lengua española a nivel internacional, era ligeramente superior al 3% del mercado del libro. Dos puntos anuales; y llevamos hablando de eBooks desde hace más de siete años.

Parece ser, el mercado físico y digital, de momento, no tienen más remedio que compenetrarse. Por ejemplo, escritores como Carlos Alameda, periodista y autor de Ocho metros por segundo, creen que “la mejor fórmula es publicarlo en los dos formatos”.

En mi caso, el libro electrónico está permitiendo que mi nueva novela, Ocho metros por segundo, esté funcionando bien entre los lectores latinoamericanos, que es un mercado enorme y al que tengo un cariño muy especial. Este formato es muy cómodo para los lectores, ocupa poco espacio, te permite probar si te va a gustar o no la novela, el acceso es muy rápido y cómodo, con lo que también es más rápido compartir la recomendación o el libro en sí y "viralizar" la novela. Como lector disfruto de los dos formatos. No quiero perder la nostalgia y la felicidad de abrir un libro nuevo, pero también leo mucho en el móvil entre un viaje y otro porque es muy cómodo y puedo llevar lecturas muy variadas.

Diferencias entre formato físico y formato electrónico

formato

Pero, ¿existe una diferencia en cómo la gente percibe la lectura en los libros de papel y la lectura utilizando los medios digitales? Tal vez sí.

Este estudio noruego sobre el patrón de lectura en estudiantes mostró que los que leen en papel, puntúan significativamente mejor en comprensión lectora que los que leen textos en formato digital.

Al principio se dijo que podría deberse a que el papel da marcadores espacio-temporales: el acto de pasar las páginas sirven como marcadores en la memoria, que están ausentes mientras uno se desplaza hacia abajo una pantalla. Sin embargo los detractores de esa teoría tienen un argumento de solución muy bueno: no sé si se han fijado pero la tinta electrónica de los e-books no es exactamente automática. El Kindle, y digo este por usar un modelo genérico conocido por todos, tarda unos segundos en pasar de página porque no funciona como lo harían las pantallas TFT y de cristal líquido, sino que funcionan con tecnología E Ink. Todos los lectores de tinta electrónica presentan ese fenómeno de unos instantes pasando la página, llamado page refresh (refresco de página). Cada cierto número de pases de página, el dispositivo realiza un refresco de pantalla para deshacerse de los "fantasmas" de páginas anteriores, que se van acumulando a medida que avanzas en la lectura. El punto es que ese instante también debería funcionar como marcador de memoria e invalidaría el problema anterior.

Además, aprenderse peor no se aprende peor. Este estudio examinó los efectos del aprendizaje de los textos en la pantalla y no se encontraron efectos, bajo la condición de estudio interrumpido, a pesar de las barreras relacionadas con la tecnología.

Donde la tecnología digital sí parece haber tenido un efecto adverso para casi todo el mundo es en los patrones de interés y atención. En ese pequeño pero importante punto de “bajo la condición de estudio interrumpido”.

Parece que, de alguna manera, la navegación superficial ha sustituido a la lectura en profundidad cuando se hace dentro del entorno electrónico. La lectura requiere de un trozo ininterrumpido de tiempo durante cual lo que se lee es analizado y asimilado. Se supone que el texto debe ser lo único que atendamos en ese momento y cualquier intrusión, por breve que sea, puede hacer el proceso inútil.

En estos experimentos, investigadores de la universidad Central Connecticut State probaron los efectos de la mensajería instantánea sobre la comprensión lectora: un grupo de estudiantes debían leer un texto y luego demostrar su comprensión sobre él con preguntas. Unos respondieron mensajes instantáneos mientras leían, otros recibían el mensaje antes de leer pero no durante el proceso y un tercer grupo leía sin ninguna interrupción. Los estudiantes que fueron interrumpidos tardaron mucho más tiempo y obtuvieron peor desempeño en la prueba de comprensión en comparación con los otros dos grupos.

Los estudiantes que fueron interrumpidos tardaron mucho más tiempo y obtuvieron peor desempeño en la prueba de comprensión en comparación con los otros dos grupos.

También parece que la lectura digital está inherentemente relacionada con la superficialidad de la atención visual. Al menos, la forma en la que tendemos a realizarla: lo que se ha denominado “Patrón en F”. Al parecer, el patrón de lectura que describen nuestros ojos frente a la información textual escrita en las pantallas es distinto. Uno de los trabajos más relevantes sobre la manera en que leen los lectores es el realizado por Jakob Nielsen en sus estudios de eyetraking. La mirada frente a una pantalla dibuja un patrón de lectura que tiene forma de F cuando se lee. Es decir, no se lee linealmente, sino que primero se hace una lectura horizontal en la parte superior de la pantalla y, a continuación, la mirada efectúa un segundo movimiento horizontal, más corto, en la zona inmediatamente inferior. Por último, el ojo viaja a la izquierda y se visualiza la parte izquierda de la página.

La teoría del eyetraking en realidad se ha aplicado más a la colocación más efectiva del contenido en los sitios web, pero, trasladado a lo que nos interesa, cuando el texto aparece en la pantalla la mirada se dirige instantáneamente al título o titular y a la parte izquierda del cuerpo de la información: si las primeras palabras de cada línea de texto no resultan importantes o interesantes se continúa explorando el resto del texto haciendo saltos equivalentes al “palo de la f” hasta dar con algo más atractivo.

Sin embargo, para lo que nos interesa, este patrón de lectura en F permite concluir que, delante de la pantalla, se “escanea” el texto en lugar de leerlo con detenimiento palabra por palabra. Por supuesto, hay personas que no, pero otras no se “sumergirán” en el proceso de leer y en ellos está el problema.

Usé la palabra sumergir y no otra con intenciones, sumergirse en otro estado es lo que uno hace cuando lee con atención. Los investigadores de la Michigan State observaron un aumento global en el flujo de sangre al cerebro cuando se presta verdadera atención a los textos literarios; por tanto es biológicamente un estado distinto a leer por encima: “Leer requiere la coordinación de múltiples funciones cognitivas complejas. Tal enfoque activan diferentes partes del cerebro, como las asociadas con el tacto, el movimiento y la orientación espacial, para en efecto sumergir al lector en la historia”.

¿La culpa la tiene el formato? En lo absoluto. Probablemente alguien ha leído en F sobre un libro físico. Hay niveles de competencia lectora, ciertos textos exigen más habilidad que meramente descifrar símbolos sobre el papel; y cierto es que hay lectores adultos aún juveniles en el sentido de que detienen su desarrollo o saltan a otra cosa más interesante cuando el texto presenta dificultades de interpretación. Cierto es que, parece, el formato puede catalizar o amplificar un problema de poca atención frente a un texto. Pero en ultima instancia, no es el formato el culpable de ello.

Al final, ¿libro electrónico o ePub? De la misma forma que una suscripción de Netflix no ha de matar todos los cines o una cuenta de Spotify no evitará que asistas a conciertos de tu artista favorito, el libro electrónico probablemente no matará al libro físico, al menos, no del todo. Y por consiguiente no hay ninguna necesidad de elegir, siempre y cuando cambiar de formato no signifique cambiar a peor nuestra forma de leer. Huelga decir que el aprendizaje, inmersión y disfrute, tenga páginas o pantalla, está en tus manos.

Te invitamos a debatir con los lectores de nuestra comunidad en este hilo qué formato es tu favorito y en qué proporción usas cada uno en tu día a día.