El mundo del motor ha estado siempre acompañado e impulsado por la competición. Los vehículos de calle que a diario utilizan todas las personas para desplazarse a cualquier sitio se han nutrido, en mayor o menor medida, de los desarrollos y avances creados para las competiciones automovilísticas más famosas del planeta.

Pero con el vehículo eléctrico y autónomo, está ocurriendo justamente lo opuesto: lo que comienza en la calle, se lleva a la competición. Recientemente han comenzado algunas competiciones de vehículos eléctricos bajo el manto de la FIA, el mismo organismo que regula competiciones como la Formula 1. Pero el siguiente paso, mucho más ambicioso y peculiar, es llevar los coches autónomos a los circuitos más populares del planeta.

Roborace se compone de 20 monoplazas, diez equipos y velocidades de hasta 320 km/h. Todo 100% eléctrico y autónomo.

Roborace —así es como han llamado a la competición de vehículos autónomos— está compuesta por diez equipos de dos coches (20 participantes en total). Todos ellos utilizan el mismo vehículo base, que ha sido diseñado por Daniel Simon, (conocido por la película Tron:Legacy y sus varias colaboraciones con Audi, Bentley y Bugatti).

En el interior se encuentran cuatro motores eléctricos alimentados por una batería de 540 kWh, lo que permite al vehículo alcanzar los 320 kilómetros por hora de velocidad punta. La cuidada aerodinámica también colabora a esta elevada velocidad punta y al comportamiento general del vehículo sobre la pista.

El cerebro que reemplaza al conductor tiene la firma de NVIDIA, quien abandonó el desarrollo de SoCs para teléfonos móviles y centró sus esfuerzos en las unidades de procesamiento para vehículos autónomos. De hecho, durante el pasado CES 2017, la compañía ya mostró algunos avances importantes en este campo.

Esta unidad de procesamiento es capaz de tomar hasta 24 trillones de decisiones por segundo. Para ello se nutre de un amplio conjunto de sensores: receptores ultrasónicos, sensores ópticos, seis cámaras, sistemas de posicionamiento y sensores de luz.

Algunos de los partners de la competición: NVIDIA, Michelin y Charge.

Además de NVIDIA, la competición cuenta con otros dos partners de primer nivel: Michelin y Charge, quienes ya colaboran con la FIA Formula E en el desarrollo de neumáticos de competición y componentes eléctricos. “En Michelin siempre hemos estado comprometidos con la innovación utilizando eventos globales y competiciones del motor para llevar nuestros productos al siguiente nivel. Roborace supone una oportunidad única para aplicar nuestra experiencia en el mundo de los coches autónomos. Michelin quiere ayudar a definir el futuro, no solo formar parte de él”, declaró Pascal Couasnon, director de Michelin Motorsport.

La competición actuará como “teloneros” en algunos de los principales grandes premios de la FIA Formula E, al menos mientras la competición continúa desarrollándose y definiéndose. Entre las citas más destacadas se encuentra el circuito urbano de Mónaco, famoso en el mundo de la competición por su complejidad y, sobre todo, por ser escenario de momentos históricos en competiciones como la Formula 1 —véase Ayrton Senna a manos del Toleman en 1984—.

Autónomos, eléctricos pero, ¿divertidos?

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En un mundo de métricas, coeficientes e ingeniería, la mano de los pilotos son la mayor variable de una competición. Son ellos los que pueden llevar un coche estándar a ganar una carrera; y también son ellos los que pueden convertir un coche ganador en un décimo puesto en la línea de meta. Aportan un grado de emoción e incertidumbre que, a día de hoy, una máquina no puede replicar.

El juego en Robocar pasa por desarrollar el software más inteligente y eficiente posible, lo que elimina variables como el instinto del conductor y reduce los márgenes de error —una vez el sistema se haya perfeccionado—. En su lugar entran en juego otras variables como la inteligencia artificial, mucho más complejas de seguir para el espectador.

La desaparición del conductor elimina variables que dan emoción a una competición. Pese a ello, una competición de coches autónomos puede impulsar y acelerar el desarrollo de esta clase de vehículos.

Asimismo, con los coches autónomos se pierde una de las características más importantes de la competición: el riesgo. Y es que, pese a las múltiples medidas de seguridad que la FIA y otros organismos han implementado en las diferentes competiciones automovilísticas, subirse a un monoplaza y hacerlo rodar a más de 300 km/h sobre un circuito cerrado o derrapar a través de caminos de tierra conlleva una serie de riesgos que añaden emoción y atractivo a la competición, sobre todo cuando las condiciones meteorológicas son adversas.

No obstante, como banco de pruebas y desarrollo, Robocar supone una oportunidad única para el desarrollo del vehículo autónomo. Y, como curiosidad, no cabe duda que levantará expectación durante sus primeros meses de vida.