Primero las malas noticias: la velocidad de lectura no te hará leer más ni mejor. Al menos si estamos hablando de lectura de calidad.
Hay una gran colección de supuestos métodos enfocados en aumentar considerablemente la velocidad media del practicante, sin sacrificar con ello mucho de la comprensión lectora ni de la receptividad de la información. Sin embargo, la velocidad de lectura, obviamente, va a depender de diversos factores tales como las habilidades del lector, sus metas de comprensión y qué está leyendo, entre otras muchas cosas.
Los adultos que leen frecuentemente pueden hacerlo a una velocidad de alrededor de 200-300 ppm (palabras por minuto), mejora con la práctica pero siempre hasta un tope. 400 ppm sería lo máximo y es casi épico lograr una buena comprensión a esa velocidad. En los niños, aunque lean frecuentemente, la capacidad es menor.
¿Por qué tenemos tope? Sabemos que la culpa no la tiene la cabeza. Hablado, las personas normalmente tienen conversaciones con alrededor de 200 ppm, pero, como hemos dicho anteriormente, en el artículo de tener mejores conversaciones, se ha demostrado que un adulto puede escuchar con completa comprensión hasta 500, sin embargo, tampoco puede nadie hablar a más de 250. Así, nuestras mentes usan el espacio que sobra para llenarlo de pensamientos superfluos, y pasa lo mismo cuando leemos. Nos distraemos en todo caso porque los estímulos no cumplen la expectativa de dificultad de nuestra cabeza. Por tanto, leer lentamente no se debe a un cerebro lento. Son los ojos los que no son bastante rápidos.
El proceso de leer
Los ojos barren el texto, se inmovilizan —punto de fijación— en una palabra, el cerebro la decodifica y le atribuye un significado —comprensión—. Normalmente lo hacemos pronunciándolo mentalmente, esto se llama subvocalización. Después los ojos continúan su barrido a la siguiente.
La mayoría de los sistemas que prometen mejorar la velocidad de lectura y son mentira, tratan de sostenerse sobre el argumento de que sólo usamos una pequeña parte del potencial de nuestro cerebro. Que no usamos todo nuestro cerebro, hasta cierto punto puede, a veces, ser cierto. Lo del 10% es un mito, por supuesto, pero sí es verdad que no nacemos usando todo nuestro potencial y en primera instancia —hasta alcanzar la media— algo en el cerebro podremos mejorar. Sin embargo, como hemos visto, de todas formas la capacidad máxima de lectura no se ve limitada en última instancia por el cerebro, sino por los ojos.
Nuestros ojos miran haciendo movimientos sacádicos. Es decir, los humanos no miran una escena de forma estática, por lo general. En vez de esto, se mueven. La razón fundamental es que sólo la parte central de la retina, la fóvea, tiene una alta concentración de células fotorreceptoras sensibles al color, los conos. El resto de la retina está tapizado básicamente por bastones, células fotosensibles monocromáticas, buenas en la detección del movimiento pero que ven difuso. Por esto, la fóvea es la parte de la retina encargada de la visión en alta resolución, la que enfoca la palabra. Una sacada típica dura 200 milisegundos. Los ojos pues, solo on capaces de ver una pequeña área enfocada cada vez, por eso han de pasar palabra por palabra y “barrer” los textos y además se toman un tiempo mínimo para hacerlo.
Haciendo cálculos medios, que por supuesto varían de persona a persona, se puede entender por qué la media humana está entorno a las 300 ppm:
- Entre 7 y 8 letras se leen claramente en cada sacada y la duración de promedio de una sacada es de 200 milisegundos, a 250 como máximo (entre 4 y 5 sacadas por segundo).
Las palabras, en la mayoría de los textos y al menos en buena parte de los idiomas, tienen alrededor de cinco letras de largo en promedio. Entonces:
4 sacadas por segundo = 240 sacadas por minuto. 240 sacadas × 7 letras por sacada = 1.680 letras por minuto. 1.680 letras / 6 (cinco letras por palabra, además de un espacio) = 280 palabras por minuto.
Lo que dicen las técnicas de velocidad lectora
Para mejorar la velocidad lectora, en principio, las únicas técnicas que pueden llegar a hacer algo, consisten en aumentar la velocidad con la que los ojos absorben la información hasta que estos se acerquen al ritmo del cerebro. En este contexto existe la técnica de leer con el dedo. Esto evita supuestamente que los ojos tiendan a irse a la periferia, se pierdan de línea o den saltos. Otro método consiste en mover el dedo hacia abajo, siempre en el centro de la página, con el fin de una línea a la vez, más que de izquierda a derecha. El primer sistema no obstaculiza e incluso puede ser efectivo en novatos —se usa en niños— pero no hará nada en el largo plazo ni logrará una mejoría significativa en lectores expertos que ya no se pierden por lo normal. El segundo es simplemente ridículo pues desafía de manera flagrante las limitaciones impuestas por el sistema visual. Leer en líneas enteras no se puede lograr con el sistema visual humano.
Esta es una línea escrita de izquierda a derecha. .adreiuqzi a ahcered ed atircse átse aeníl atsEPor supuesto el experimento no funcionó.