En un contexto de globalización, de Tratados de Libre Comercio entre países y en el que las personas se sienten cada día más ciudadanos del mundo, el presidente Donald Trump ha optado por el proteccionismo y medidas duras para entrar en Estados Unidos.
Desde que Trump tomó posesión como presidente, el pasado 20 de enero, ha firmado varios decretos. Uno que prohibe la entrada de personas procedentes de ocho países musulmanes (Siria, Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán y Yemen) y otro que permite la construcción de un muro fronterizo entre México y Estados Unidos.
Este punto fue una de sus promesas durante la campaña presidencial y también la más polémica. Además de una separación física entre los países, Trump afirma que el muro será financiado por México, un hecho que el país presidido por Enrique Peña Nieto niega.
La frontera entre Estados Unidos y México, la cual tiene una longitud de 3185 kilómetros según la Comisión Internacional de Límites y Aguas, se ha convertido en uno de los puntos calientes más comentados desde que el magnate inició la campaña para convertirse en presidente de los Estados Unidos. Los inmigrantes que traspasan cada día la frontera en busca de una vida mejor pueden ser los primeros afectados por las políticas del presidente.
Sin embargo, el cruce de migrantes no es un problema del siglo XXI. Desde el establecimiento de la frontera en 1848, después de la guerra entre México y Estados Unidos, el país ahora presidido por Trump ha reforzado la seguridad en su frontera sur.
La Revolución Mexicana en 1910 y la Gran Depresión a partir de la caída de la bolsa en 1929, provocó el envío de los soldados estadounidenses a la frontera con el objetivo evitar la entrada de mexicanos u otros migrantes al país.
La famosa fotoperiodista documental Dorothea Lange acudió entre los años 1937 y 1938 a la frontera cerca de la ciudad de El Paso y retrató la realidad migratoria de aquella época.