El carisma ha estado bajo el escrutinio de los investigadores durante mucho tiempo. Con carisma nos estamos refiriendo a una cualidad de ciertas personas para atraer fácilmente la atención y la admiración (o incluso el odio, si el carisma es negativo) de otros debido a una personalidad "magnética" que se desprende de sus comportamientos y su apariencia.
El término en su forma actual es muy difícil de definir con exactitud y hay, en realidad, muchas formas de llamarlo: gracia, exuberancia, energía positiva, encanto natural, magnetismo personal, atractivo personal…, y durante mucho tiempo se ha pensado que era una cualidad innata. Sin embargo, ya han descubierto que, lejos de serlo, el carisma es simplemente el resultado de comportamientos aprendidos. De hecho, en experimentos controlados de laboratorio, los investigadores fueron capaces de elevar los niveles de carisma de las personas como si fuera una simple cuestión de girar una palanca, simplemente pidiéndoles que adopten comportamientos específicos (carismáticos).
Los “comportamientos carismáticos” suelen ser aprendidos a lo largo de la vida, mayormente por observación y copia de lo que funciona o es mejor recibido, y con el tiempo se convierten en comportamientos instintivos. Algunas personas, sin embargo, aprenden más tarde y de forma intencionada a partir de instrucciones dadas —sonríe, mira a la gente a los ojos, mantén una comunicación no verbal poderosa, entre otros—.
Según Olivia Fox, autora de la obra “The Charisma Myth: How Anyone Can Master the Art and Science of Personal Magnetism”, el comportamiento carismático puede ser dividido en tres elementos básicos: presencia, poder, y calidez. La presencia es el elemento central, pero el equilibro entre calidez y poderío con el que se transmite el mensaje es lo que en última instancia construye la percepción que tendrá el otro. Esto se basa en nuestros sesgos evolutivos de evaluación. Cuando conocemos a alguien nuevo, instintivamente evaluamos si esa persona es un amigo o enemigo potencial, nos fijamos en cosas pequeñas de la comunicación no verbal como la amplitud de la pose, las arrugas de los ojos al reírse, los pestañeos o la posición de los pies. Aún si no lo sabemos, todo lo que vemos nos transfiere un mensaje. Y lo peligroso es que decidimos muy rápidamente si una persona tiene los rasgos que creemos que son importantes, como la simpatía o la competencia, a pesar de que no hemos intercambiado una sola palabra con ellos. El entrenamiento del carisma, por tanto, se basa en pulir el cómo damos un mensaje.
No obstante, sí hay algunas áreas que trabajar más allá de la simple mímica de las personas ya carismáticas: según un estudio de la Universidad de Queensland, la capacidad de pensar y actuar rápidamente es vital para determinar si se poseerá carisma o no.
“Esperábamos que la velocidad mental fuera menos importante que el coeficiente intelectual general para determinar el carisma. En su lugar, encontramos que ser inteligente es menos importante que ser rápido. Es decir, saber la respuesta a preguntas difíciles parece ser menos importante que ser capaz de responder a un gran número de preguntas simples en un breve espacio de tiempo” — Von Hippel.
Por otra parte, parece que el carisma podría ser un arma peligrosa en malas manos. Al menos cuando el mensaje apela a los sentimientos. En este artículo de Nautil, relatan experimentos realizados para comparar el carisma a la hipnosis. Señalando que, cuando funciona y nos “enamoramos” del mensaje del orador, se produce una "entrega" total de la función ejecutiva, que deja de ser crítica con el mensaje y empieza a aceptar todo lo que el hablante dice.
Utilizando resonancia magnética funcional, Boyatzis y Anthony Jack, psicólogos experimentales, han demostrado que los hablantes carismáticos que apelan a las frases emocionales, activan una “vía neural” llamada la red en modo automático (DMN). Esta vía, también conocida como la red de trabajo negativo, abarca múltiples áreas del cerebro (incluyendo la amígdala), pero en resumen se asocia con el soñar despierto, los pensamientos acerca de otros y los recuerdos del pasado. Curiosamente, su activación se encuentra negativamente correlacionada con los “circuitos” del pensamiento analítico, los encargados de las funciones ejecutivas, la planificación, el razonamiento, la atención y resolución de problemas. “El problema es que estas dos redes no tienen casi ningún solapamiento" según el doctor Boyatzis, de hecho, se suprimen entre sí. ¿Qué significa esto? Quiere decir que el discurso puede “apagar” nuestra capacidad de razonar. Digamos que, bajo las circunstancias adecuadas, los carismáticos, especialmente si ese carisma se deriva de nuestra percepción de ellos como un "líder”, pueden inducir a su interlocutor en un estado similar a la hipnosis. Lo que podría, sin lugar a duda, llegar a explicar el éxito de los líderes de todas las grandes sectas e ideologías extremas.
Al final, hay personas más carismáticas que otras y probablemente deba ser así. Sin embargo, no es que sobre transmitir lo que quieres decir de una mejor manera, y a prender algo de exuberancia no nos va a sobrar. En su contraparte, cuando una persona habla demasiado bien y sus palabras parecen música, será sabio dudar de lo que dice en primera instancia y poner a trabajar nuestro pensamiento crítico cuando nos alejemos de él o ella para ver si, efectivamente, lo que decía era música en realidad o sólo, en medio del espectáculo, parecía serlo.