La tecnología holográfica siempre suena a futurista, pero como la realidad virtual, tiene un pasado más o menos brillante, que ha permitido llegar a las soluciones actuales. La primera vez que un holograma tuvo consideración de serlo fue en 1963, al ser pionera en mostrar objetos tridimensionales. Ahora, 54 años después, Lei Wang y su equipo han dado un gran salto adelante en la Universidad Nacional de Australia construyendo un dispositivo que ofrece los hologramas más realistas de la historia.

Para Wang la consecución es un sueño, desde que desde niño disfrutara como muchos otros con las representaciones que vio películas de Star Wars. Ahora intenta aplicar los principios que observó en ellas en la práctica. Frente a otras investigaciones, esta no está basada en el campo con mayor tracción ahora mismo, la realidad aumentada, sino que trabajar en aplicaciones para dispositivos minúsculos y cámaras, con el objetivo de minutuarizar el resto de dispositivos que hacen uso de los componentes que sustituirían.

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El dispositivo diseñado está compuesto por pilares de silicio, que en comparación con el cabello humano tienen un tamaño 500 veces más pequeñas, gracias a lo que se beneficia de una pérdida de energía minúscula y es capaz de realizar las tareas necesarias con la luz. Gracias a la reducción a la escala nanoscópica consiguen las propiedades que permiten superar las limitaciones impuestas por materiales naturales.

Así, naves espaciales y otros objetos pensados para volar fuera de la atomósfera se beneficiarían de mucho ahorro en costes de combustible y fabricación al necesitar piezas mucho más pequeñas, hecho fundamental para misiones futuras como la que quiere emprender la conquista de Marte.