La elección de Donald Trump podría provocar un cambio en los planes de la NASA a medio y largo plazo. La agencia espacial estadounidense, cuyo futuro pasaba por la conquista de Marte, dejará sus planes de desarrollar logística y tecnología para misiones en la órbita baja terrestre y se centrará en la exploración del sistema solar, según recoge Space Policy Online.

Aunque durante la campaña electoral apenas se habló de política científica, con la excepción de la posición de Trump y Clinton sobre el cambio climático, la NASA es una de las instituciones más relevantes a nivel mundial en investigación. Trump no ha detallado sus planes para la agencia, pero las primeras informaciones apuntan que el nuevo presidente podría externalizar parte de su trabajo a la industria privada para que la NASA se centrase en misiones más ambiciosas.

Entre los objetivos de la era Trump se encontrarían el impulso de la minería espacial y la exploración de Europa, la luna de Júpiter. Si la NASA incluye a este satélite en sus programas futuros, se uniría a la carrera espacial ya emprendida por la Agencia Espacial Europea. La organización lanzará en 2022 la misión JUICE (JUpiter ICy moons Explorer) para llegar al planeta gaseoso en 2030. Allí permanecerá tres años realizando observaciones, que incluirán el estudio del gran vulcanismo en Ío, la superficie helada de Europa y el análisis de dos satélites mixtos de hielo y roca, Ganimedes y Calisto.

¿Por qué Europa?

Las razones para explorar Europa son más que evidentes. El satélite descubierto por Galileo en 1610 es considerado el lugar con mayor probabilidad de habitabilidad al contener, presumiblemente, un océano bajo la corteza helada de su superficie. La presencia de agua está relacionada en la Tierra con la existencia de vida, por lo que su detección aumentaría la posibilidad de encontrar organismos extraterrestres. Una futura misión que explorase la luna de Júpiter nos permitiría confirmar la existencia de este hipotético océano.

Recientemente, el telescopio Hubble confirmó que géiseres de agua salían disparados de Europa. Estas fumarolas, que alcanzan los 200 kilómetros de altura, conectan las profundidades del satélite jupiteriano con el espacio exterior, tal y como ocurre también en Encédalo, el satélite de Saturno. El descubrimiento sobre los géiseres de agua cambió las condiciones de una futura misión para explorar la luna Europa. Cualquier sonda que sobrevuele el satélite podrá analizar estos chorros para saber más acerca de las condiciones del hipotético océano que se esconde en su interior.

Ya sea de la mano de la ESA o de la NASA en la nueva era Trump, una misión de este tipo podría obtener más datos sobre el ambiente que podría albergar vida extraterrestre en Europa. Así lo confirma un estudio en la revista Icarus, en el que científicos de la División de Ciencia Espacial e Ingeniería del Instituto de Investigación Southwest publican un modelo sobre los resultados hipotéticos que podría obtener una sonda que sobrevolara la luna de Júpiter.

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ESA/M.Carroll

"Son muestras gratuitas, podemos volar por encima y agarrar parte de ese material", explica a New Scientist Cynthia Phillips, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA. "Esa es la mejor manera de entender lo que está pasando, no solo en la superficie de Europa, sino en el caso de muestrear los géiseres de agua, poder analizar lo que ocurre en el subsuelo mientras orbitamos el satélite", añade. El problema es que hasta hace poco se consideraba que los chorros que emanaban de Europa eran intermitentes.

El nuevo trabajo publicado en Icarus sugiere que el mero sobrevuelo de la atmósfera de la luna nos permitiría conocer más acerca de su hipotético océano interior. En otras palabras, si una sonda consiguiese "probar" su exosfera podría "saborear" el mar que se extiende bajo su superficie. De este modo la misión lograría inferir los datos necesarios para determinar qué condiciones presenta el ambiente del satélite de Júpiter, aun sin detectar las fumarolas. La llegada de Trump al poder, según las primeras informaciones publicadas, haría que Estados Unidos se uniese a la carrera espacial emprendida por la ESA para descubrir un mundo tan fascinante como lleno de incógnitas.