Auguste Deter fue la primera persona diagnosticada con la enfermedad que borra los recuerdos de nuestra mente. El 25 de noviembre de 1901, la mujer de 51 años fue admitida en el hospital de enfermos mentales y epilépticos de Frankfurt. La paciente presentaba problemas de desorientación, pérdida de memoria y sufría paranoias y dificultades al hablar.

Un siglo después, se encontró el historial de 32 páginas que el Dr. Alois Alzheimer había escrito sobre ella. Aquella carpeta azul conservaba las entrevistas que realizó el médico, varias fotografías de la mujer y una descripción detallada sobre el inicio del trastorno y sus síntomas. La autopsia, incluida en el historial, recogía la causa de la muerte, que ocurrió cinco años después de su ingreso, y los signos que el facultativo encontró analizando su cerebro.

Del caso de Auguste a la biotecnología

Como explica José Ramón Alonso, catedrático de Biología celular de la Universidad de Salamanca, Alois era conocido entre sus colegas como "el psiquiatra del microscopio". Haciendo honor a su mote, también fue el primero en diagnosticar un trastorno hoy denominado como alzhéimer. Esta enfermedad es el tipo más frecuente de demencia senil ya que, según la Organización Mundial de la Salud, representa entre el 60 y el 70% de los casos detectados.

Durante los últimos veinte años, la investigación ha centrado sus esfuerzos en investigar medicamentos que pudieran detener la progresión del alzhéimer o incluso curar la enfermedad. "Se ha orientado el desarrollo de fármacos sobre todo a una diana concreta, el depósito de β-amiloide en el cerebro", explica a Hipertextual Javier S. Burgos, director general de la empresa biotecnológica Neuron Bio. Con la excepción de una molécula estudiada por la farmacéutica Biogen, que ha presentado resultados positivos en un pequeño grupo de pacientes, el resto de candidatos han fracasado. La tan ansiada cura contra el mal de Alzheimer está lejos de ser una realidad. Al menos por el momento.

"El depósito de β-amiloide no es exclusivo del alzhéimer, se ha visto también en individuos añosos", comenta Burgos, muy crítico con la hipótesis que defiende que la acumulación de esta pequeña proteína sea el verdadero origen de la enfermedad. Las investigaciones realizadas hasta el momento, incluido un estudio en el que participaron 678 monjas de un convento norteamericano, no han podido dilucidar todavía las bases de este trastorno neurodegenerativo. Entre los factores conocidos, en los casos donde el alzhéimer aparece de forma espontánea y no tiene un origen hereditario, los científicos han determinado que la edad, el sexo, el nivel educativo o hablar idiomas pueden jugar un papel relevante. Por ejemplo, las mujeres tienen entre dos y tres veces más riesgo de padecer alzhéimer que los hombres.

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Instalaciones de Neuron Bio en Granada.

"La hipótesis de la β-amiloide está ahora en duda, cuando hace quince años era muy aceptada", dice el director general de Neuron Bio, quien reconoce haber sido un "enfant terrible" por sus críticas a esta teoría. En el caso de que esta enfermedad neurodegenerativa tenga raíces familiares, la investigación sí ha podido determinar mutaciones genéticas asociadas. Sin embargo, esto sólo ocurre en el 1% de los pacientes, que manifiestan el mal de Alzheimer a una edad muy temprana, entre los 40 y los 45 años. En ese sentido, es bien conocida la "maldición" de Antioquia, la región colombiana con mayor incidencia de la enfermedad, que se ha convertido en un auténtico "laboratorio viviente".

El origen del trastorno no es la única pieza que trae de cabeza a los científicos. La detección de la enfermedad y el estudio de su progresión son también complejos. Como describe Burgos, el diagnóstico de alzhéimer se realiza mediante una serie de pruebas neuropsicológicas, imágenes obtenidas por resonancia magnética o tomografía computerizada y el análisis de marcadores tras una punción lumbar. "Hay que construir el diagnóstico con todas estas evidencias", explica el investigador y emprendedor, pero los médicos sólo pueden reconocer el alzhéimer como "enfermedad probable". La plena certeza se obtiene únicamente cuando el paciente ha fallecido y los especialistas pueden examinar su cerebro, tal y como hizo Alois con Auguste Deter hace algo más de un siglo.

"No hay una forma evidente o definitiva de seguir la enfermedad. Es difícil evaluar su progresión y además presenta períodos de incubación muy largos, entre diez y quince años", lamenta Burgos. Su compañía, que nació como una spin-off de la Universidad Autónoma de Madrid, se dedica a buscar moléculas neuroprotectoras y biomarcadores que ayuden en el tratamiento y la detección precoz del alzhéimer. "Somos muy valientes", resalta el investigador en referencia al sector de la biotecnología española que, según datos del Informe ASEBIO, ya iguala por primera vez al turismo en facturación. "Tiene mucho mérito trabajar en un entorno complicado como España donde, a diferencia de Suiza o Japón, no se entiende bien la biotecnología y resulta difícil competir", afirma.

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Presentación del acuerdo entre Roche y Oryzon, la alianza más exitosa y millonaria en la historia de la biotecnología española.

Neuron Bio no es la única empresa española en la lucha contra el alzhéimer. Otra de las compañías punteras es Oryzon, que trabaja en fármacos basados en la epigenética para tratar la enfermedad neurodegenerativa. La aventura de Tamara Maes y Carlos Buesa saltó a la fama en 2014, cuando llegó a un acuerdo con Roche para licenciar por 15,2 millones de euros una familia de patentes sobre unas moléculas que podrían servir contra la leucemia mieloide aguda. Su alianza fue la más exitosa en la historia de la biotecnología española. Oryzon, finalista en los premios a la mejor empresa biotecnológica innovadora de Europa, también busca soluciones terapéuticas contra el alzhéimer. Pero no son las únicas.

El sector biotecnológico cotiza en Bolsa a través de compañías como Grifols. La empresa especializada en hemoderivados investiga el uso de derivados del plasma como tratamiento frente a esta enfermedad neurodegenerativa a través del proyecto AMBAR. Pero quizás sus actividades de I+D+i más importantes sean desarrolladas por una de las empresas en las que participa de forma mayoritaria. Se trata de Araclon Biotech, una spin-off que nació en el seno de la Universidad de Zaragoza bajo la dirección de Manuel Sarasa. La biotecnológica trabaja desde 2004 en una vacuna frente al mal de Alzheimer que, tras superar los estudios en animales y los ensayos clínicos en fase I, muestra el potencial de la inmunoterapia. "Los resultados son esperanzadores", anunciaron desde la compañía el pasado mes de agosto, aunque todavía quede un largo camino por transitar.

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Distinta suerte corrió la aventura de Euroespes, la empresa gallega que dio la sorpresa en 2013 al presentar los resultados sobre la vacuna EB-101. Su responsable, Ramón Cacabelos, dio a conocer resultados muy limitados sobre los ensayos realizados y la solicitud de la patente en Estados Unidos. La Sociedad Española de Neurología no tardó en reaccionar, criticando en un comunicado las "falsas esperanzas" ofrecidas. Las conclusiones habían sido presentadas en una revista no indexada sin factor de impacto y, además, los estudios se habían realizado en un número muy bajo de ratones. Datos que permitían descartar a priori que nos encontráramos ante la "solución mágica" contra el alzheimer.

Son la cara y la cruz del negocio de la biotecnología, una industria joven que aplica los descubrimientos científicos para tratar de frenar enfermedades como la descubierta por Alois Alzheimer. Además de las empresas mencionadas, otras compañías plantean sus propias estrategias en la lucha contra este trastorno neurodegenerativo. Ese es el caso de Iproteos, que cuenta con una plataforma para desarrollar nuevos fármacos; Bioibérica, que trabaja para evitar la pérdida de memoria que sufren los pacientes; Biocross, con investigaciones para mejorar el diagnóstico o Neki, que ha desarrollado un reloj GPS para localizar a pacientes afectados que se hayan perdido. Ejemplos que muestran cómo la investigación y la innovación tratan día a día de ganarle la batalla a esta enfermedad, que hoy celebra el Día Mundial del Alzhéimer en todo el mundo recordando la importancia de los cuidadores.