El 5 de julio de 1996, un día como hoy hace veinte años, nacía la oveja Dolly en el Instituto Roslin de Edimburgo. A pesar de que no fue el primer animal clonado, su aparición generó un intenso debate a nivel científico, social y económico. Nada sería lo mismo en el mundo de la investigación ni en el campo de la comunicación. Dolly lo cambió todo.
La llegada de Dolly marcó un punto de inflexión en biotecnología, medicina y en la divulgación
"Representó un antes y un después en la biotecnología animal, pero también en medicina regenerativa o en divulgación", asegura el profesor Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología. La aparición de series como Orphan Black o la película Gattaca ilustran el miedo a un mundo distópico donde la clonación se convierta en realidad. Una realidad que comenzó hace dos décadas con Dolly, pero... ¿podrá ser aplicada en los seres humanos? Montoliu opina que para responder a esta pregunta primero hay que plantearse "para qué querríamos clonar a una persona". "No generaría un clon si no tengo claro el objetivo de copiar la información genética del núcleo de nuestras células", explica. Su razonamiento concuerda también con los acuerdos de carácter jurídico y ético existentes en la actualidad.
Un método "extraordinariamente agresivo"
En ese sentido, el **Convenio de Oviedo, un tratado fundamental en el ámbito de la investigación biomédica, establece que "el interés y el bienestar del ser humano deberán prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad o de la ciencia". En otras palabras, los científicos no podrían experimentar sobre clonación humana si no se demuestra que el interés y la protección de la persona están por encima de cualquier otro propósito. El acuerdo recoge así el principio de la dignidad humana**, que sirve como garantía de los derechos fundamentales y las libertades individuales.
Los acuerdos internacionales establecen que el interés científico y social no puede prevalecer por encima del interés y el bienestar del ser humano
Las disposiciones de carácter legal o bioético no son las únicas que dificultan la hipotética clonación de seres humanos. "Técnicamente claro que es posible: lo era y lo sigue siendo", afirma Montoliu en declaraciones a Hipertextual. La posibilidad de clonar a una persona, sin embargo, no es una tarea sencilla y tampoco está exenta de riesgos. El método es "extraordinariamente agresivo", en palabras del científico del Centro Nacional de Biotecnología, porque exige enuclear una célula -quitarle su núcleo-, con lo que se elimina una parte del citoplasma, y realizar una reconstrucción difícil. "No se trata de un alfiler pinchando un globo, sino más bien de una cañería de uralita pinchando un globo", comenta el investigador.
Para mostrar las dificultades de la técnica, Montoliu pone de ejemplo la clonación de ratones como modelos animales. "Llevándolo a lo absurdo, sabemos que la eficiencia en roedores es del 5-10%. En seres humanos sería mucho menor. Si se intentase la clonación de personas, se debería realizar una estimulación ovárica previa, que no es gratuita, porque tiene implicaciones metabólicas y hormonales. Necesitaríamos aproximadamente veinte mujeres o una sola mujer que fuera estimulada veinte veces. Aunque la técnica es posible, es realmente compleja", asevera el investigador del CNB-CSIC.
A su juicio, el nacimiento de la oveja Dolly abrió una nueva era en medicina. "Al año siguiente se consiguieron las conocidas células madre, en 2006 Yamanaka estudió la caja negra de la reprogramación celular... Son hitos que no hubieran sido posibles sin la creación de este primer mamífero clonado", opina Montoliu. Hoy en día, la técnica de la clonación se usa de forma rutinaria en animales de granja, aunque su aplicación haya sido prohibida en la Unión Europea, junto con la venta de alimentos derivados de animales clonados.
La clonación se aplica de manera rutinaria en animales de granja. Incluso hay empresas que ofrecen clonar mascotas
Veinte años después de Dolly, la llegada progresiva de otras técnicas ha impulsado otros avances científicos. Pero la clonación sigue generando una importante controversia ética, como sucedió con la llegada de Copy Cat, una de las primeras mascotas clonadas. "Me imagino que estas empresas cuenten con los permisos sobre utilización de animales de experimentación, no hacen daño y probablemente cumplen la normativa", apunta.
Sin embargo, en este caso, la clonación no logra reproducir mascotas completamente idénticas al animal original. "Por ejemplo, hoy sabemos que el jaspeado o color característico de algunos animales se debe a cambios epigenéticos durante el desarrollo. Eso no se puede conseguir con la clonación", afirma Montoliu. A pesar de que veinte años después de Dolly se sigan clonando animales, lo cierto es que es imposible que se lleguen a clonar seres humanos. Por un lado, no hay ninguna razón científica que lo justifique. Y aunque la hubiera, el ordenamiento jurídico y el consenso bioético rechazan esta posibilidad por ir en contra de los derechos fundamentales de la persona.