Parece que nadie quiere mirar de frente a lo obvio: estábamos equivocados. De hecho, seguimos equivocados. En muchas de las recomendaciones dietéticas que asumimos día a día. Cada evidencia nos ofrece un poco más de confusión y nuevas pistas que seguir. Lo que creemos que es cierto en nutrición puede no serlo tanto. Algunos expertos han dejado de engañarse a sí mismos y piden a sus compañeros un poco de cordura. Otros exageran los resultados haciendo más mal que bien. En el otro extremo se encuentran aquellos que viven cómodos en el paradigma que conocen de sobra. Y, entre medias, estamos los consumidores, que tratamos de alimentarnos lo mejor posible. Pero ya es hora de que cambien algunas cosas, ¿no?
Los malos, ¿grasas o azúcares?
¿Qué es peor, consumir muchas grasas o muchos azúcares? ¿La combinación de ambos? ¿Depende del tipo? Lo cierto es que la respuesta nunca fue tan complicada. Aunque tenemos tendencia a medir solamente su capacidad de generar energía, contabilizando kilocalorías, lo cierto es que esto es del todo incorrecto. A medida que aparecen nuevos informes nutricionales y un mejor entendimiento de nuestra fisiología nos damos cuenta del error.
En primer lugar, el metabolismo de las grasas y los azúcares no es el mismo. Aunque se tiene muy estudiado el valor energético que poseen ciertas cantidades de ambas sustancias, el aprovechamiento no es tan predecible. Además, no sirven para lo mismo. Dentro de lo que consideramos grasas existe un abanico bastante amplio de sustancias indispensables para nuestro funcionamiento. **Incluso lo que llamamos colesterol "malo" es necesario para vivir**. Las implicaciones de estas sustancias en nuestro día a día están ahora bajo escrupulosas investigaciones. Y aunque el verdadero enemigo es el exceso, el consumo desproporcionado de azúcar se está llevando la peor parte.
Aunque abusar es malo, siempre, el azúcar se encuentra presente en una cantidad absurda de alimentos. Hablamos del azúcar añadido, obviamente, no de los naturales, propios del propio alimento. Y este dato es importantísimo. A día de hoy, en una alimentación normal ingerimos diariamente (con facilidad) la dosis recomendada de azúcar comiendo todo tipo de alimentos sin aditivos azucarados. Por eso, comer alimentos con azúcares añadidos ayuda a superar esas cantidades recomendadas por la OMS, con el perjuicio que esto puede conllevar.
Las grasas, a su vez, también pueden obtenerse en exceso en el día a día, aunque es bastante más complicado. Los últimos estudios **muestran que sus efectos son mucho menos acuciados**. Es más, se ha observado que reducir el consumo de grasas y colesterol en exceso puede resultar pernicioso para la salud. Y es que como ya hemos dicho, las grasas cumplen un papel fundamental en nuestra fisiología. ¿Tenemos un ganador, entonces?
Dejar de contar calorías
No, no es tan sencillo. De nuevo, insistimos, la nutrición no es cosa fácil. Las últimas recomendaciones emitidas por algunos expertos advierten que es mejor pensar en alimentos que en nutrientes. Contar calorías, en especial, puede desembocar en un déficit alimenticio. Y es que, como decíamos, seguimos sin entender todas las implicaciones de los nutrientes. Esto es especialmente peligroso cuando hablamos de azúcares naturales, por ejemplo. Evitar los azúcares de las frutas puede suponer un problema muy serio en la adquisición de otros nutrientes.
O en los frutos secos y sus grasas, donde la evidencia muestra un beneficio sin discusión. O dejar de comer huevos y carne roja por el "exceso de colesterol". Las nuevas modas alimenticias que juegan a reducir ciertos tipos de alimentos, azúcares o nutrientes concretos son muy peligrosas. Y es que condicionan selectivamente nuestra alimentación según números en vez de alimentos. Como decíamos, esto puede traducirse en déficits ligeros que impedirán obtener los resultados que queremos, reforzando el comportamiento, lo que a la larga es malo para la salud.
Declarando la guerra contra el azúcar
No obstante, la dificultad para entender la nutrición no ha sido impedimento alguno para que diversas compañías hayan comenzado a trabajar en contra del azúcar. Esto, debido al consumo abusivo de esta sustancia, es bueno. Por ejemplo, probablemente bajo la presión mediática y la mala fama del azúcar, la marca coca-cola está tratando de desviar la atención de los consumidores hacia coca-cola zero con un rebranding notorio. Otras marcas de productos de pastelería, infames por su altos contenidos en azúcares están pasándose a los "azúcares naturales" en un intento por mejorar su imagen pública.
La guía para estos cambios se obtiene normalmente de las recomendaciones dietéticas presentadas por la OMS. No obstante, en algunos casos no existe una evidencia científica de su validez. Esto ocurre en el caso de alimentos cuyos aportes nutricionales son complejos o están ligados a comportamientos concretos. Existe también otro problema del que ya hablamos hace tiempo. Y es que asumimos como válidas ciertas premisas basadas en información obsoleta o falsa. Esto provoca que las recomendaciones dietéticas hechas por ciertos nutricionistas o médicos no sean correctas. La OMS, sin embargo, lucha por crear unas recomendaciones dietéticas realistas, plausibles y con respaldo científico.
No todo son mentiras
Uno de los mayores problemas al que nos enfrentamos los consumidores se encuentra, precisamente, en la confusión. ¿Debo fiarme de lo que dicen los nutricionistas? ¿Y la OMS? El hecho de que algunas asunciones se basen en evidencias desfasadas o falsas no quiere decir que las recomendaciones dietéticas sean todas erróneas. Ni mucho menos. Las fuentes más fiables de datos nutricionales son la OMS y la FDA. Estos organismos revisan un y otra vez la información en busca de posibles fallos y actualizaciones. Ante la duda o la sospecha, aplican el principio de prevención. Las recomendaciones dadas por estos organismos están avaladas por miles de estudios y metaestudios. Así, son las fuentes más fidedignas, sin lugar a dudas.
Las fuentes más fiables de datos nutricionales son la OMS y la FDA
Eso no quiere decir que no pueda recomendar una serie de medidas incorrectas o desfasadas. Pero, aunque lentos, sus recomendaciones trabajan sobre seguro. Por eso mismo, ante un mar de evidencias que muestran que estamos equivocados en muchas de las recomendaciones dietéticas asumidas hoy día, deberían ser estos los primeros organismos en informar a la población. No obstante, existe mucha inercia y cuesta hacer cambiar de opinión a los nutricionistas y médicos que llevan años recomendando las mismas cosas. Pero ya es hora de que las cosas cambien profundamente en nuestra forma de ver la comida.