A pesar de que Alfred Nobel instituyó sus famosos galardones en su testamento para lavar la imagen de mercader de la muerte que se había labrado hasta el fin de sus días, el reconocimiento público y mundial del esfuerzo humano por conseguir buenas cosas resulta necesario y positivo. Y dada la indignante subordinación de las mujeres en esto de los reconocimientos a su labor, una fecha como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, es un momento perfecto para repasar quiénes han sido las ganadoras del Premio Nobel y, sobre todo, recordar que son insuficientes.
Las mujeres con la medalla de oro de Alfred Nobel
Las ediciones anuales de los Premios Nobel se vienen celebrando de manera casi ininterrumpida desde 1901, y el primer año que se honró con su correspondiente medalla a una mujer fue 1903, nada menos que a la científica polaca **Marie Curie** en Física, por “los extraordinarios servicios” prestados con sus investigaciones “sobre los fenómenos de la radiación descubierta por el profesor Henri Becquerel”; y no hay que olvidar que probablemente murió a causa de las exposiciones continuadas a la materia de su trabajo.
En 1905, la escritora y pacifista austríaca **Bertha von Suttner, cuyo rostro se puede ver hoy en una moneda de dos euros, recibió el de la Paz; en 1909, la sueca Selma Lagerlöf*, autora de la novela escolar El maravilloso viaje de Nils Holgersson* (1907), el de Literatura por “el elevado idealismo, la vívida imaginación y la percepción espiritual que caracterizan sus escritos”; y en 1911, Curie fue de nuevo distinguida, esta vez con el de Química, por el aislamiento del polonio y el radio, lo que la convierte en la única mujer con dos Nobel, y en una de las cuatro personas de tal condición.
La friolera de quince años después, en 1926, la escritora italiana Grazia Deledda, que tiene en su haber la Marie Curie es la única mujer con dos Premios Nobel, de Física y de Química, y una de las cuatro personas de tal condición
novela Elias Portolu (1903), se llevó el de Literatura “por sus escritos inspiradamente idealistas, que con claridad plástica dibujan la vida en su isla natal y que con profundidad y simpatía tratan los problemas humanos en general”; entonces íbamos 117 a cinco de diferencia entre el número de hombres premiados y el número de mujeres, menos de un ridículo 4,1% de reconocimientos para ellas. A la también escritora Sigrid Undset, nacida en Noruega y madre de las novelas Kristin Lavransdatter (1922) y Olav Audunssön (1927), le otorgaron el mismo Nobel en 1928 “principalmente por sus poderosas descripciones de la vida de los nórdicos durante la Edad Media”.
La socióloga estadounidense Jane Addams, fundadora de la casa de beneficencia Hull House, que hoy es un museo de Chicago, recibió el de la Paz en 1931 por sus actividades como pionera del feminismo y el trabajo social; en 1935, a la hija de los Curie más célebres, la francesa Irène Joliot-Curie, se le dio el de Química “por su síntesis de nuevos elementos radiactivos”; y en 1938, el de Literatura recayó en la escritora estadounidense Pearl S. Buck, autora de La buena tierra (1931), por sus descripciones ricas y verdaderamente épicas de la vida campesina en China y por sus obras maestras biográficas”.
En 1945, el Premio Nobel de Literatura le fue concedido a la poetisa chilena Gabriela Mistral, entre cuyas obras se encuentran Desolación (1922) y Tala (1938), por su poesía lírica, con la que hizo “de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”; en 1946, la académica estadounidense Emily Greene Balch, fundadora de la Liga Internacional de Mujeres para la Paz y la Libertad, se llevó a casa el que le era propio; y en 1947, la bioquímica checa Gerty Cori recogió el de Medicina por “su descubrimiento del proceso de la conversión catalítica del glucógeno”.
Pasaron dieciséis años hasta que otra mujer, la física teórica estadounidense Maria Goeppert-Mayer, le dieron el suyo en 1963 “por sus descubrimientos sobre la estructura de capas nuclear”; íbamos sumados 323 hombres y trece mujeres con Nobel, un 3,87% de estas últimas. En 1964, la química y docente británica Dorothy Crowfoot Hodgkin fue galardonada con el que le correspondía por “determinar las estructuras de importantes sustancias bioquímicas por medio de técnicas de rayos X”; en 1966, la poetisa alemana Nelly Sachs, autora de Eli (1950) y que fue recibida en Suecia por su colega Lagerlöf cuando se trasladó allí, fue reconocida con el de Literatura, por supuesto.
Una década más tarde, en 1976, a las pacifistas norirlandesas Betty Williams y Mairead Maguire, fundadoras del movimiento Gente por la Paz, las premiaron convenientemente; en 1977, la doctora estadounidense Rosalyn Yalow se agenció el Nobel de Medicina “por el desarrollo del radioinmunoanálisis de las hormonas peptídicas”, una técnica de examen clínico; en 1979, la religiosa albanesa Teresa de Calcuta obtuvo el Nobel de la Paz; como en 1982 a la diplomática sueca Alva Myrdal, muy implicada en la construcción del estado de bienestar de su país.Entre 1912 y 1925, ninguna mujer fue galardonada con un Premio Nobel; igual que entre 1948 y 1962, o entre 1967 y 1974
La científica estadounidense Barbara McClintock, que ya había sido la primera que detalló los entrecruzamientos entre cromosomas homólogos en la meiosis, o sea, el proceso de división celular de las células reproductoras, se vio con el de Medicina en 1983 “por su descubrimiento de los elementos genéticos móviles”; en 1986, la neuróloga italiana Rita Levi-Montalcini, senadora vitalicia, fue premiada también con el de Medicina por hallar “los factores de crecimiento”; y en 1988, la farmacóloga neoyorkina **Gertrude Belle Elion se llevó el mismo por dar con “importantes principios en el tratamiento con fármacos”.
En 1991, tanto la escritora sudafricana Nadine Gordimer*, que compuso las novelas The Lying Days (1953) y A Soldier’s Embrace* (1980), como la birmana Aung San Suu Kyi, prisionera política durante seis años, fueron honradas con sendos Premios Nobel: el de Literatura, por su escritura épica, que “ha sido de gran beneficio para la humanidad”, y el de la Paz, “por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos”, respectivamente. Y en 1992, la líder indígena guatemalteca Rigoberta Menchú, activista en pro de los derechos humanos, ganó igualmente el de la Paz debido a “su trabajo por la justicia social y la reconciliación etnocultural”.
A la escritora estadounidense Toni Morrison, autora de Ojos azules (1970), La canción de Salomón (1977) y Beloved (1987) le concedieron el Nobel de Literatura en 1993 por sus novelas, “caracterizadas por su fuerza visionaria y transcendencia poética”, con las que “da vida a un aspecto esencial de la realidad estadounidense”; y en 1995, la bióloga alemana Christiane Nüsslein-Volhard recogió el de Medicina “por sus descubrimientos sobre el control genético del desarrollo embrionario temprano”.
En 1996, a la poetisa polaca Wisława Szymborska, uno de cuyos poemas inspiró al cineasta Krzysztof Kieślowski para su película Three Colors: Red (1994) y autora de Paisaje con grano de arena (1996), fue laureada con el de Literatura “por la poesía que con precisión irónica permite al contexto histórico y biológico salir a la luz en fragmentos de la realidad humana”; y la activista estadounidense Jody Williams se fue de Oslo con el Nobel de la Paz al cuello “por su trabajo para la prohibición y limpieza de minas antipersonales” en 1997.
Seis años después, en 2003, la abogada iraní Shirin Ebadi se convirtió en la primera mujer musulmana en recibir el mismo galardón que Williams gracias a “sus esfuerzos por la democracia y los derechos humanos” y, especialmente, “en la lucha por los derechos de las mujeres y los niños”; hasta el momento, 701 hombres y treinta y una mujeres habían sido premiados, casi un 4,23% de ellas.El año 2009 fue en el que más mujeres fueron premiadas por la Academia Sueca: en Medicina, Química, Literatura y Economía
En 2004, los Nobel de Literatura, de la Paz y de Medicina fueron para tres mujeres: la escritora austríaca Elfriede Jelinek, que firmó La pianista, “por su flujo musical de voces y contravoces en novelas y obras teatrales que con extraordinario celo lingüístico revelan lo absurdo de los clichés de la sociedad y su poder subyugante”; la activista política keniata Wangari Maathai, que fue ministra asistente de Medio Ambiente y Recursos Naturales, “por su contribución al desarrollo sustentable, la democracia y la paz”; y la bióloga estadounidense Linda Buck, miembro de Harvard, “por su descubrimiento de los receptores olfatorios y la organización del sistema olfativo”.
La novelista británica **Doris Lessing*, que escribió El cuaderno dorado* (1962), ganó el Nobel de Literatura en 2007, como “la narradora épica de la experiencia femenina, quien con escepticismo, ardor y poder visionario ha sometido a una civilización dividida al escrutinio”; y en 2008, la científica francesa Françoise Barré-Sinoussi fue reconocia con el de Medicina “por su descubrimiento del virus de la inmunodeficiencia humana”, esto es, el VIH o sida.
El año 2009 fue en el que más mujeres fueron premiadas por la Academia Sueca: las bioquímicas Elizabeth Blackburn y Carol Greider, australiana y estadounidense respectivamente, “por el descubrimiento de cómo los cromosomas son protegidos por los telómeros y la enzima telomerasa”; la critalógrafa israelí Ada Yonath, “por el estudio de la estructura y función de los ribosomas”; la escritora rumana Herta Müller, autora de En tierras bajas (1984), El hombre es un gran faisán en el mundo (1986) o La bestia del corazón (1994), porque “con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, describe el paisaje de los desposeídos”; y la politóloga estadounidense Elinor Ostrom, “por su análisis de la gobernanza económica, especialmente los bienes comunes”; Medicina, Química, Literatura y Economía.
La política liberiana Ellen Johnson-Sirleaf, su compatriota activista Leymah Gbowee y la periodista yemení Mientras el trabajo de 822 hombres ha sido reconocido con un Nobel, sólo a 48 mujeres se les ha brindado lo mismo hasta el momento
Tawakkul Karman fueron distinguidas en 2011 con el Nobel correspondiente “por su lucha sin violencia por la seguridad de las mujeres y el derecho de la mujer a participar plenamente en la labor de consolidación de la paz”; la cuentista canadiense Alice Munro, que escribió Something I’ve Been Meaning to Tell You (1974), ganó el de Literatura en 2013; en 2014, la neurocientífica noruega May-Britt Moser se llevó el de Medicina “por sus descubrimientos de células que constituyen un sistema de posicionamiento en el cerebro”, y la activista pakistaní **Malala Yousafzai, el de la Paz “por su lucha contra la represión de los niños y jóvenes, y por el derecho de todos los niños a la educación”.
Y en 2015, la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich consiguió el de Literatura “por sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y coraje de nuestro tiempo”. Así que, mientras 822 hombres han disfrutado de este reconocimiento desde la primera edición de los Premios Nobel, sólo a 48 mujeres se les ha brindado lo mismo, un 5,52% de todos los otorgados a personas y no a instituciones. Se percibe que la tendencia es al alza, pero con suma lentitud. Y aún hay quien se pregunta qué sentido tiene un día reivindicativo como este 8 de marzo**.