Hay episodios de lo más curiosos en la historia que involucran a personas e instituciones que, en principio, uno no esperaría que tuviesen relación alguna con ellos. Y si además esos episodios se encuadran en etapas convulsas como una guerra de años, de esas que provocan un interés morboso en estudiantes y aficionados a la historia, la curiosidad aumenta. **Uno de esos episodios implica al inventor Thomas Alva Edison, a la fabricante de aspirinas más famosa, es decir, la alemana Bayer, y un hecho tan fatídico como la Primera Guerra Mundial.
La gran trama del fenol
El fenol, también conocido como ácido carbólico, fénico o fenílico, fenilhidróxido, hidrato de fenilo, alcohol fenílico, oxibenceno o hidroxibenceno, es una sustancia utilizada para diversos usos, y entre ellos, el proceso de fabricación del polímero blaquelita y de explosivos y la síntesis del ácido acetilsalicílico, o sea, de la aspirina de toda la vida, capitales para esta anécdota bélica.
Estados Unidos no participó en la Gran Guerra o Guerra Europea, como se la conoció allí en un principio, hasta 1917**, cuando la inteligencia británica interceptó un telegrama de Arthur Zimmermann, ministro de Exteriores alemán, para Heinrich von Eckardt, su embajador en México, en que le instaba a persuadir al presidente del país, Venustiano Carranza, de que interviniera en su bando de la contienda, y que intercediese ante Japón para lo mismo, a cambio de la restitución de los territorios que Estados Unidos había hecho suyos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, tras la guerra que mantuvieron entre 1847 y 1848: California, Utah, Nevada, Texas, Nuevo México y partes de Colorado, Arizona, Wyoming, Oklahoma y Kansas, es decir, más de la mitad de lo que México era. Además, Carranza, con su país sumido en la Revolución Mexicana, no aceptó.
Sin embargo, no cabe duda de que Estados Unidos simpatizaba y comerciaba con los Aliados, a los que apoyaba comercialmente y entre los que se encontraba Gran Bretaña, primer productor de fenol que, de todos modos, importaba la exigua producción americana para fabricar explosivos. La opinión pública estadounidense dejó de estar dividida respecto a la intervención de su país en la guerra cuando, en mayo de 1915, un submarino alemán torpedeó y hundió el RMS Lusitania cerca de las costas irlandesas, un transatlántico inglés en el que, a pesar de un aviso publicado por la embajada alemana en Hugo Schweitzer manipuló a Edison para que le vendiera sus excedentes de fenol y que estos no cayesen en manos británicas para fabricar explosivos
Washington sobre el peligro de subir a bordo de barcos británicos y navegar por zona de guerra, viajaban más de un centenar de estadounidenses.
Por su parte, **Edison había establecido una fábrica de fenol en Pensilvania para elaborar con blaquelita los discos para fonógrafo de su sello Diamond Disc, y era capaz de producir nada menos que doce toneladas diarias, con un gran excedente que los germanos temieron que aprovecharan los ingleses si Edison se lo vendía. Por ello y con las consecuencias del hundimiento del Lusitania en mente, ordenaron a Johann von Bernstorff, su embajador en Estados Unidos, que tratara de reconducir a la opinión pública en su favor y servirse del sabotaje para impedir los envíos de fenol a Gran Bretaña. Pero la gran idea la tuvo Hugo Schweitzer, agente del Ministerio del Interior alemán, químico y, casualmente, ex empleado de Bayer, quien no dudó en manipular la conciencia de Edison para convencerle de que le vendiera su exceso de fenol a la industria farmacéutica y no a la militar**, en concreto, a una falsa empresa suya, la cual proveería a la filial estadounidense Chemische Fabrik von Heyden, de titularidad alemana, que a su vez proveería a Bayer, compañía que se había quedado muy tocada ante el aumento del precio del fenol por la escasez que había provocado el fin de las exportaciones británicas.
En julio de 1915, la fábrica de Edison proporcionaba tres toneladas de fenol a Schweitzer, cantidad que, por tanto, perdían los británicos para fabricar explosivos. Pero esta ingeniosa estratagema que, no obstante, ayudó a Bayer a remontar y favoreció a los dolientes consumidores de aspirinas, sólo se mantuvo unos meses: el servicio secreto estadounidense consiguió un maletín de Heinrich Albert, funcionario del Ministerio del Interior alemán y enlace de Schweitzer, maletín que contenía un montón de papeles acerca de la gran trama del fenol. Estos papeles fueron filtrados al periódico New York World, de tendencia antigermánica, que publicó la noticia en agosto de 1915.
Como era de esperar, Edison se sintió engañado y humillado públicamente, por lo que rescindió el contrato con Schweitzer, que era del todo legal como cualquier tipo de comercio con Alemania desde los neutrales Estados Unidos, y decidió vender sus excedentes de fenol al ejército de su país, que a su vez se lo vendería al británico. Y ese fue el fin de la breve trama, de la que la que mejor parada salió fue Bayer, pues había importado tanto fenol que pudo mantener la elaboración de aspirinas a buen ritmo sin problemas.