En 1974, Jon Landau escribía un artículo en The Real Paper sobre un desconocido Bruce Springsteen. En aquellas líneas, el crítico de Rolling Stone decía que "había visto el futuro del rock y llevaba el nombre" del músico de Nueva Jersey. Por aquel entonces, Springsteen había publicado sólo dos discos (Greetings from Asbury Park, N.J. y The Wild, the Innocent & the E Street Shuffle), pero los directivos de la discográfica Columbia Records comenzaban a impacientarse.
Necesitaban un álbum que lo cambiara todo. Un álbum que fuera un punto de inflexión en la historia de la música y en la vida del propio Springsteen. Presionados por las expectativas de su discográfica, la banda se vio obligada a encerrarse en el estudio durante jornadas de dieciséis horas. El mismísimo Landau, convertido en productor, dirigió la grabación de Born to run. El disco que por fin lo cambió todo.
La carretera como vía de escape
Muchos artistas han utilizado la carretera como metáfora de libertad. Pero pocos lo han hecho tan magistralmente como Springsteen. Lo descubrimos cuando suena la armónica en Thunder Road, esa canción nacida fruto de la necesidad de liberación y la nostalgia por la juventud que se escapa.El disco refleja la nostalgia por la juventud que se escapa, pero también la necesidad de cambiar de rumbo
Tenía que ser Bruce, tenía que ser The Boss. El mismo que le propone a una chica, Mary, abandonar la vida que llevan, vacía de esperanza y de futuro. Una vida que puede cambiar para siempre si ella elige subirse al coche. Porque el rock, entendido de la manera que lo hace Springsteen, es también una forma de escoger nuestro destino.
Bruce tomó el nombre de esta canción de una película que jamás llegó a contemplar, protagonizada en 1958 por Robert Mitchum. “Sólo vi el póster en el vestíbulo de un teatro, cogí el título y escribí la canción”, cuentan que dijo una vez. La letra, que inicialmente iba a ser conocida como **Wings for Wheels**, logró convertirse en uno de los mayores éxitos en la carrera del cantante.
El propio Landau fue clave para asegurar el éxito de Thunder road. La canción contaba inicialmente con un solo de saxo y de guitarra en el medio de la melodía, pero el productor decidió eliminarlos y terminar con el enorme solo de saxo de Clarence Clemons.
Un solo que aporta ese genial toque de triunfalismo, que nos hace pensar que tal vez estemos ante la última oportunidad para convertir un sueño en realidad. Porque sí, quizás no seamos tan jóvenes, ironiza Bruce, pero si subimos a ese coche, la tierra prometida estará más cerca. Esa eterna mezcla de nostalgia con la necesidad de escapar convirtieron a la primera canción de Born to run en una de las mejores de Springsteen.
Y Bruce se convirtió en The Boss
Si Thunder road fue capaz de mezclar en una única melodía la nostalgia y la libertad, Born to run fue el álbum que captó la desesperanza de la sociedad americana. Un álbum en el que podemos escuchar el eco del rechazo político, la tensión y la creciente desigualdad de los Estados Unidos en los setenta.Springsteen supo captar como nadie la decadencia del "sueño americano"
Springsteen lo consiguió con sólo 24 años. Una edad que muchos calificarían de "eterna juventud". Pero que al igual que sucede en Thunder road, se halla en el límite de nuestra libertad, de poder escoger nuestra vía de escape. Porque como canta en Born to run, "es una trampa mortal, es un rap suicida, tenemos que salir mientras seamos jóvenes, porque los vagabundos como nosotros, nena, nacimos para correr".
La letra esta vez se dirige a Wendy. Una chica a la que Bruce no ofrece la tierra prometida, sino la posibilidad de vivir juntos con la tristeza en algún lugar, no se sabe dónde, en el que podrán caminar bajo el sol. Es una canción que habla de confusión, de desorientación, posiblemente no del propio músico, sino de un país entero. Durante la década de los setenta, EEUU vive el final de la guerra de Vietnam, el escándalo del Watergate de Nixon o la crisis del petróleo. Tres eventos que sacuden a una sociedad bien entendida por The Boss.
Pero si Springsteen supo inspirarse en esa decadencia del sueño americano, fue Eric Meola el que logró captar la magia de un disco que jamás pasará de moda. El fotógrafo, que comenzó su carrera en revistas como Life, Esquire y Time, escuchó hablar por primera vez de aquel álbum cuando ni siquiera se titulaba Born to run, sino Between Flesh and Fantasy.
El contraste que escuchamos en las diferentes canciones del disco debía llevarse también a la portada. Pero la carátula no simboliza una imagen decadente, sino que refleja la profunda amistad y complicidad entre Springsteen y su eterno saxofonista, Clarence Clemons, más conocido con el apelativo de Big Man.
El propio Bruce había apuntado en sus notas que Clemons debía aparecer en la contraportada del disco. La sugerencia no era casual, ya que los momentos previos a la publicación de Born to run fueron realmente complicados para la banda. El batería Ernest “Boom” Carter y el pianista David Sancious acababan de abandonar el grupo, como poco después lo haría el violinista Suki Lahav.La huella de Clarence Clemons, el eterno saxofonista de Bruce, también se hace patente en el álbum
Springsteen se vio obligado a responder a la presión de la discográfica al mismo tiempo que escribía las letras de Born to run y dirigía las audiciones para los nuevos miembros de la banda. Y lo hizo con el apoyo del eterno Clarence Clemons, fallecido en 2011, el saxofonista de Springsteen que logró convertirse en el alma del grupo y en uno de los pilares del músico.
Quien acudiera a un concierto de Bruce antes del fallecimiento de Big Man conoce perfectamente esa sensación. Y quien estuviera en el recital que Springsteen dio en Barcelona en 2012 recordará el silencio cuando el grupo homenajeaba al saxofonista en las pantallas. Con la muerte de Clemons se fue también alguien fundamental para el Boss y para la historia del rock.
Una historia que cambió para siempre con la publicación de Born to run un día como hoy hace cuarenta años. El álbum de la eterna nostalgia por la juventud que se escapa es también una llamada al optimismo, a la sensación de que, pese a todo lo mal que pueden ir las cosas, siempre tendremos una oportunidad de elegir nuestro futuro. Tal y como escogió Springsteen para convertirse en el futuro del rock que pronosticó Landau.