En Hipertextual hemos hablado largo y tendido de uno de los que para mí es uno de las noticias en telefonía móvil de los últimos años, la democratización del smartphone. Es sin duda, un concepto rompedor, pues desde que los smartphones modernos viven entre nosotros, desde 2007-2008, era complicado pensar en que lo que hacían los teléfonos de más de 600 dólares podríamos tenerlo de forma muy similar en la palma de nuestra mano por poco más de 100 dólares, es decir, smartphones baratos pero solventes. El usuario medio acudía a una revolución postpc antes relegada a gente con poder adquisitivo alto. Por no hablar de los beneficios que llevaba a países en desarrollo.
El nacimiento y consolidación de ese concepto fue la mejor noticia de este sector entre 2013 y 2014, “alta” tecnología para todos. Pero aún había mucho en lo que avanzar. Ya estamos en 2015, y muchas marcas parecen entenderlo, pero desde mi punto de vista, muchas otras no. A finales de año llegaron por fin terminales de gama media y baja con cámaras que se pueden considerar decentes para un usuario medio, y ese es el punto que debe perseguirse en todos los aspectos.
Sin embargo, ¿qué ocurre? A la vez que vemos esos teléfonos deslumbrantes por 150 dólares, considerados ahora gama media, también están llegando otra serie de teléfonos que bajan de los 100 dólares o euros. Nuestra primera reacción es buena. “Esto lleva el smartphone y lo que implica a mercados incluso menos pudientes”, pensamos. Sin embargo, tras tenerlos en nuestras manos, podemos comprobar que por el camino se ha perdido mucho de lo que hacía especial a modelos superiores. Al usar uno de los terminales de la democratización sentía que, salvo en un par de detalles, podía hacer de ese terminal mi dispositivo de uso diario.
Al usar los nuevos smartphones baratos siento que sólo ciertas partes de la experiencia se mantienen, porque es tecnología y fabricarla hoy en día sigue procesos estándar. Son terminales que bajan el suelo de los precios, pero lo peor es que su esencia también se transforma en barata y dejas de sentir que es una pieza para todo el mundo, y que lo que te separa de ella son más caprichos que necesidades reales.
Llevar el smartphone a todos es necesario pero, ¿es smartphone en 2015 un producto muy mediocre y tan alejado de buenos ejemplos?
No, con ellos la experiencia media se transforma en mediocre, y con la excusa del precio se produce lo que en inglés se conoce como “race to the bottom” o “carrera hacia el abismo”. Se lucha por ser el más barato, aun perjudicando la propia imagen de la marca, y dejan de importar los compromisos que hay que hacer.
Obviamente, no hablo de eliminar los smartphones baratos, en el mercado se necesitan, y mucho. Hablo de o no comprometer demasiado la experiencia con nuevos modelos, o bien no lanzándolos y manteniendo modelos anteriores de probada solvencia y éxito rebajados. Que no se confunda mi opinión con clasismo. Clasismo es relegar mediocridad a quien no puede permitirse algo superior. No tomar esas decisiones. no sólo perjudica al usuario, que por básico sea no verá muy mejorados muchos puntos respecto a su dumbphone, sino que manchará la imagen de la marca.