Antaño, toda la información que consumíamos sobre videojuegos venía de revistas y VHS promocionales. Con las primeras acudíamos al kiosco cada mes para ver, literalmente, nuestro futuro más inmediato; juegos que nos hacían la boca agua, y que no dudábamos en pedir a nuestros padres en fechas señaladas.

Cada cierto tiempo, estas revistas regalaban un vídeo promocional, lo que suponía todo un acontecimiento para nosotros, unos niños inocentes y, sobre todo, fácilmente impresionables. De uno de ellos viene el título del artículo. No conocí Sega Saturn a través de esta cinta, pero sí fue uno de los principales motivos por los que me interesé por la consola. En su día pasé por varias fases, desde tener las expectativas por las nubes hasta la decepción más absoluta, y ahora, con el paso de los años, he sabido por fin apreciarla, hasta el punto de convertirse en una de mis máquinas favoritas.

Con este texto pretendo contaros qué ha supuesto para mí esta consola, lanzada en un período tan complicado para la industria como fue la transición de los 16 a los 32 bits. Todos recordamos las discusiones en el patio del colegio donde nos convertíamos en los mayores defensores de Sega o Nintendo, la consagración de Sony como fabricante de hardware con su PlayStation o la acelerada evolución de los videojuegos como medio de entretenimiento. Pero, si nos detenemos en el ecuador de los 90, no podemos obviar esa carrera de fondo para sacar pecho con hardware experimental, donde Atari, Philips, The 3DO Company o NEC cavaron su propia tumba.

Sega, que por aquel entonces seguía alimentando con juegos a la mítica Mega Drive, dio el salto a los 32 bits con las mismas dudas que gran parte de la competencia. No existía una gran comunicación entre los departamentos de Norteamérica y Japón, y eso propició decisiones tanto erróneas como precipitadas, que seguramente marcaron más de la cuenta el devenir de su producto estrella. De todas maneras, el proyecto vio la luz el 22 de noviembre de 1994 con la clara intención de adelantarse a su principal rival. El mayor problema de este lanzamiento atropellado lo encontramos en su catálogo, y no solo por el reducido número de títulos, sino por la calidad de los mismos. El mejor ejemplo lo tenemos en Virtua Fighter, buque insignia de Sega en recreativas, que contó con una conversión bastante pobre, lo que llevó a más de uno a arquear la ceja en señal de alerta.

Mi primera experiencia con la consola se produjo en territorio PAL, concretamente a mediados del año 95, unos meses antes de descubrir esa famosa cinta promocional. Gracias a un buen amigo con unos padres muy generosos (de esas familias que tenían Canal+), pude probar parte de su catálogo. Recuerdo darle un tiento a Daytona USA, una conversión deficiente del arcade que, al fin y al cabo, conservaba el carisma del original. También probé un curioso plataformas llamado Bug!, que coqueteaba con los entornos poligonales sin arriesgar demasiado en sus mecánicas, todavía ancladas en las dos dimensiones. Con el tiempo llegué a jugar a gran parte de su catálogo, porque, por una extraña razón, mi amigo le hacía caso omiso a una PlayStation que arrasaba entre crítica y público. Las versiones “arregladas” de Daytona USA y Virtua Fighter, Clockwork Knight, Shinobi X, Panzer Dragoon, Nights… Poco a poco la colección iba tomando forma, aunque cada vez era más complicado acceder a juegos nuevos.

Virtua Fighter
Virtua Fighter Remix

Buena culpa del ostracismo hacia la consola de Sega la tuvieron las revistas de la época. Instauraron una especie de dogma que prácticamente trataba a los usuarios de Saturn como unos apestados. Vale que Namco y la conversiones de arcade a PlayStation fueron impecables, como también es cierto que nuevas licencias como Wipeout no lucían tan bien en la máquina de Sega, pero el acoso y derribo por parte del único medio de información que teníamos a nuestro alcance hizo estragos. Si saltamos en el tiempo hacia 1998, apenas tres años después del lanzamiento de Saturn en territorio europeo, casi todos recordamos hitos como Tekken 3 o Metal Gear Solid, pero por parte de Sega no hubo respuesta. Por supuesto, la nefasta gestión de la compañía nipona y las dificultades técnicas que encontraron los programadores no ayudaron a que las ventas mejoraran, y salvo en Japón, la luz se apagó definitivamente para que la rueda de los rumores comenzará a girar con un objetivo: Dreamcast.

Pero aquí estoy yo, desde una posición ventajista como es 2015, internet, ingresos propios y muchas ganas de mirar con perspectiva al pasado. En mi estantería asoman ahora mismo juegos de la talla de Sega Rally, el que para mí es uno de los mejores arcades de carreras de todos los tiempos, un beat’ em up magistral como es Guardian Heroes, A día de hoy sigue siendo muy divertido jugar a algunos títulos de Saturnde la siempre grande Treasure, un señor juego como Virtua Fighter 2, o Die Hard Arcade, que demostró cómo los “yo contra el barrio” todavía podían seguir teniendo atractivo. Siendo justos, la mejor manera de valorar el catálogo de Saturn es mirando hacia Oriente. Allí nos dejamos juegos como Radiant Silvergun, con un precio prohibitivo si nos damos una vuelta por Ebay, conversiones de juegos de lucha en 2D que aprovecharon la memoria de Saturn tanto con cartucho de RAM como sin él, el dúo dinámico que forman Snatcher y Policenauts, Akumajō Dracula X: Gekka no Yasōkyoku, decenas de shooters y otros tantos buenos RPGs.

Pese a que ni siquiera una eminencia como John Carmack creyó en Saturn y sus capacidades técnicas, a día de hoy sigue siendo una gozada jugar a muchos de sus títulos. Hace unos días eché unas carreras en Manx TT y Sega Rally para comprobar que siguen siendo muy divertidos, destacando especialmente el control impecable del segundo. La edad no perdona y no he sido capaz de llegar al último circuito, pero la sensación de la mejor Sega sigue ahí. Me faltan por probar títulos selectos como Panzer Dragoon Saga (su precio roza el absurdo por culpa de la especulación) y algunas joyas que se quedaron en Japón. De momento, en mi casa habitan dos Saturn Model 2, una en su caja para conservarla por muchos años y otra para trastear con ella (mod 60 hz, cartucho Action Replay region free…). Toda una invitación para seguir repasando internet en busca de joyas ocultas.

Fuente: Wikimedia
Fuente: Wikimedia

Para terminar, mi intención no es convenceros de nada. Soy plenamente consciente del gran catálogo de PlayStation, como también de la cabezonería de Sega y de esas decisiones que empujaron a Saturn hacia el abismo. Pero sí he querido reivindicar algunos de los mejores títulos y las geniales experiencias que he vivido jugándolos. Tengo grabados momentos musicales que van desde Sega Touring Car hasta Sonic R, y nunca le hago ascos a una partida rápida al genial Athlete Kings. Con el paso de los años he sabido apreciar una consola que salió desnuda al escenario por culpa de hombres trajeados con exceso de orgullo. No sabemos qué hubiera pasado si se hubieran aliado con Trip Hawkins y su tecnología para 3DO. Tampoco si llegan a agarrar la mano que Sony les tendió para desarrollar conjuntamente su hardware. Lo que sí sabemos es cómo ha acabado todo. Saturn fue otra piedra en el camino para Sega, que acabaría claudicando con Dreamcast, pero aun con todo, con motivo del vigésimo aniversario somos muchos los que hemos desempolvado esta consola para ratificar por qué nos gusta tanto Sega.

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