El trípode es implementado para estabilizar la cámara e impedir su movimiento, que es lo que usualmente sucede cuando la estamos sosteniendo. La utilización de un trípode puede ser muy útil para conseguir fotografías perfectamente nítidas, sobre todo en algunas condiciones. Por ejemplo, cuando tenemos que usar una exposición más larga para poder obtener mejor iluminación, o cuando queremos una mayor profundidad de campo, no podemos sostener la cámara con las manos. Es simplemente demasiado movimiento como para conseguir la nitidez que buscamos y, entonces, necesitamos un trípode.
Pero no siempre podemos llevar un trípode. Más allá de las dificultades monetarias que pueda significar adquirir uno –hay baratos y caros, versátiles para viajes, y de materiales sólidos; podríamos decir que para todos los gustos- uno simplemente no va por la vida arrastrando un trípode mientras camina o va a trabajar. Esto quiere decir que muchas veces nos vemos inhabilitados de hacer las tomas que queremos. Por eso nos interesó tanto un cierto artículo de The Phoblographer donde nos contaron una idea muy creativa, que probablemente muchos de nosotros usamos sin darlos realmente cuenta: usar el ambiente alrededor nuestro como trípode.
¿Nos encontramos frente a un encuadre perfecto pero necesitamos sí o sí un trípode para inmortalizarlo? No es necesario bajar los brazos, se pueden buscar elementos en la misma escena donde estamos parados que pueden oficiar de trípodes momentáneos para sostener la cámara. Si vivimos en una ciudad, por ejemplo, llevar un trípode con nosotros es completamente engorroso –imaginemos un viaje en el metro en hora pico con un trípode de generoso tamaño-. En determinadas situaciones tampoco podremos tener la posibilidad de usar flash. Ajustando manualmente la velocidad del obturador nos encontraríamos con el riesgo de obtener una imagen borrosa. Y aquí es cuando nos encontramos con el problema del trípode, pero también con su solución.
Cuando usamos nuestro entorno como trípode “natural”, por así decirlo, entonces tenemos que tener en cuenta algunas consideraciones. Primero, tenemos que ubicar la cámara en un lugar estable, para que no tenga riesgo de caídas, pero también considerando que no tenga riesgos de rayarse o de que le entre polvo al sensor. Para evitar este problema, se pueden usar algunos accesorios improvisados como un viejo mousepad o un bolso liviano, donde poner la cámara como trípode. Al no tener un trípode con todas las letras, nos faltarán algunos elementos, obvio, como por ejemplo, algo que nos indique si la toma está equilibrada. Por suerte, hay accesorios que nos permiten hacerlo.
En las ciudades tenemos muchas oportunidades de usar el entorno como trípode, porque nos encontraremos con infinidad de diferentes escenas. Tenemos que encontrar una superficie plana que nos brinde una vista interesante a nuestro punto de interés, pero que además nos permita poder jugar con los ángulos y la perspectiva. Hasta podemos usar el piso, si tenemos en cuenta las recomendaciones de limpieza que mencionamos antes.
¿Es necesario tener un trípode? La verdad que sí. Pero si en este momento, por cualquier motivo que sea, no podemos adquirirlo, también podemos empezar a considerar a nuestro entorno como nuestro trípode natural. Siempre hay que tener cuidado de que la cámara, por supuesto, tenga la correa bien puesta y de que no estemos demasiado alejados –sobre todo en las ciudades, pues no sabemos quién puede estar mirando como para arrebatarnos el equipo-.
Foto: un GorillaPod, trípode de Joby que se adapta al ambiente en el que estemos trabajando. Es uno de los accesorios más interesantes que se han lanzado en los últimos años.