Estamos acostumbrados a ver el mundo de la moda como algo lejano e inalcanzable. Claro, quizá tengamos algunas prendas de diseñador, pero todo el glamour al que hacen referencia las revistas y comerciales está muy alejado de la vida diaria de la mayoría. ¿Pero qué pasa cuando llevas la industria a un lugar aparentemente ajeno a toda esa sofisticación?

No hablamos de llevar una modelo a la playa o ponerla en medio de un bosque de ensueño. No. Según nos cuenta Oliver Laurent, del British Journal of Photography, lo que hizo el fotógrafo inglés de ascendencia africana Squiz Hamilton fue algo mucho más radical. Él se puso en contacto con varios diseñadores de Londres, hasta que dio con Derek Lawlor, quien accedió a prestarle parte de su colección para llevarla a Uganda y fotografiar mujeres locales con las prendas.

Squiz debía comenzar un proyecto para una asignación en la Universidad de Middlesex, sobre el tema que él eligiese. Cuando le comunicó a su profesor su idea, este quedó menos que poco entusiasmado con el concepto, ya que le parecía que no tenía ni pies ni cabeza, y que incluso era algo racista. Pero la decisión de Hamilton carecía de sentido, ya que él había escuchado antes de una zona entre Uganda y Sudán donde las mujeres son altas y elegantes, y quería hacer imágenes poderosas donde se apreciase las diferencias, claro, pero sobre todo la universalidad de la moda.

Grande fue su sorpresa cuando al llegar a Uganda, se enteró de que incluso las villas más remotas cuentan con algún restaurante u otro local comercial con televisión por cable. A través de este medio, todas las pobladoras estaban de alguna manera familiarizadas con lo que Squiz quería hacer, e incluso muchas se empeñaban en imitar a Naomy Campbell o Alex Wek.

Tuvo entonces que probar con casi cuarenta mujeres distintas, hasta que encontró a su modelo principal, una joven llamada Layola que le ofreció la mezcla de elegancia y naturalidad que buscaba. Pero su viaje de diez días por Uganda le tenía preparada otra sorpresa, pues la chica, a pesar de ser de la localidad, resultó ser una graduada universitaria acostumbrada más bien a la vida de la ciudad.

He querido compartir con ustedes la historia de Squiz Hamilton porque me parece que nos enseña dos lecciones muy importantes:

  • Ve preparado para cambiar el plan. La idea del fotógrafo era retratar nativas sin contacto con la sociedad de consumo, pero resulta que las mujeres de la villa ya estaban inmersas en ella. Quien realmente le dio los resultados que buscaba fue alguien con la experiencia necesaria como para entender qué quería. De igual modo, nosotros debemos estar preparados para adaptarnos a las diferencias entre lo que habíamos imaginado y lo que realmente fotografiamos. Si no, traicionaremos la realidad, y se notará en nuestras fotos.

  • Cuánta importancia debemos darle a las opiniones de los demás. A Squiz le dijeron que su idea no servía y que podía traerle problemas. Nuestros profesores son fuentes invaluables de conocimiento, pero por una cuestión de tiempo, costumbre o idiosincrasias distintas, pueden no entender lo que realmente queremos transmitir. Está en cada uno la decisión de hacer caso a las críticas y abandonar, o luchar por sacar adelante nuestros proyectos.

Finalmente, la serie Back 2 Basics de Squiz Hamilton ganó el Premio de la Asociación de Estudiantes de Fotografía de este año, y el autor demostró que la belleza se puede encontrar y crear en todas partes. Es interesante también cómo el trabajo hace que cuestionemos nuestras propias percepciones sobre la estética y el mundo de la moda.