Decía Anton Ego, entrañable personaje de Ratatouille, que la vida del crítico es fácil. "Nos regodeamos en las críticas negativas, que son fáciles y divertidas de escribir", señalaba. ¿Cuántos de nosotros no usamos Twitter, Facebook o algún blog para sacar nuestra frustración por algo que no nos gustó o no nos convenció? Por desgracia, hay lugares como Taiwan donde una blogger de cocina se fue a la cárcel sólo por decir que no te gustó un platillo.
Todo comenzó en 2008, cuando esta mujer visitó un restaurante en Taichung, donde le sirvieron un plato de fideos y algunas guarniciones. Sobre la comida, la blogger publicó que había estado demasiado salada, además de haber visto cucarachas alrededor del local. También criticó al dueño del lugar, argumentando que era "un bravucón" porque permitía que sus clientes se estacionaran en doble fila, lo que provocaba caos vial en las calles aledañas.
En respuesta, el dueño del restaurante decidió demandarla por difamación. El caso se fue a los tribunales, donde los jueces determinaron condenar a la blogger a un mes de prisión, dos años en libertad condicional (¿se considerará escribir como reincidencia del crimen?) y una multa cercana a los siete mil dólares.
¿El motivo? La corte consideró que la crítica sobre la comida salada era desmedida porque sólo había probado un plato de fideos. A las cucarachas o al tráfico ni siquiera los tomaron en cuenta.Lo peor es que el abogado responsable aplaudió esta medida, considerando que los bloggers que reseñan comida deben recordar ser veraces en sus comentarios y complementar sus críticas con fotografías para su propia protección.
Por supuesto, esta acción nos parece escandalosa, pero en países donde la libertad de expresión se encuentra restringida, ni siquiera es posible quejarse de un mal servicio sin el riesgo de terminar tras las rejas. Suerte que Ego vivía en París, porque si no, ya estaría purgando varias cadenas perpetuas.