Facebook llegó a un acuerdo con el gobierno canadiense para mejorar y proporcionar un control más granular de las medidas de privacidad de la red social. El mismo se originó tras una investigación que reveló que los desarrolladores de aplicaciones tienen acceso a toda la información que deseen, tanto del propio usuario como de sus contactos, aún cuando no la necesiten.
"¿De qué color es tu aura?", "¿A qué jugador de fútbol te pareces?", "¿Cuánto me conoces?". Seguro que alguno de estos tests te sonará conocido. Si bien son pequeños aplicativos para ocupar un rato de ocio, podrías estar brindando a terceros gran parte de los datos que compartes en el servicio, sin saber qué uso -legal o no- pueden darle.
Esto fue demostrado por la American Civil Liberties Union de Carolina del Norte, que creó una aplicación para mostrar lo que puede ver cualquiera que desarrolle una herramienta para la plataforma. El resultado es que la advertencia inicial "Esta aplicación podrá obtener información de tu perfil, fotos, información de tus amigos y otros contenidos que necesite para funcionar" es absolutamente correcta y preocupante.
La mayor crítica de la organización es que, no sólo se permite utilizar cualquier material existente en el sitio, sino que Facebook no establece controles para confirmar que cada creador posee intereses legítimos. De hecho, mientras preparábamos la semana pasada el tutorial para crear un programa de televisión interactivo, simplemente tuvimos que aceptar los términos de servicio. En otras palabras, jurar que vamos a ser buenos y no hacer daño a nadie.
Si a esto se le suma que la mayoría de los usuarios acepta invitaciones de amistad indiscriminadamente y, encima, desconoce cómo fijar las preferencias de privacidad, el problema es todavía más grande.
Es por ello que la red de Mark Zuckerberg ya se puso manos a la obra y anunció oficialmente los cambios previstos para un plazo de un año. Estos incluyen explicitar mejor la manera en que la web hará uso de los contenidos, proponer a los miembros que revisen la configuración para no revelar algo que no deseen y, finalmente, convertir el proceso habitual de autorización a un sistema que detalle claramente el material que se utilizará y permita activar o desactivar estas opciones.
Más allá de estas modificaciones en particular, debería ser un mensaje de alerta para pensar de qué manera resguardamos nuestra intimidad mientras navegamos por Internet. Cuando nos registramos a una página, suele haber una política de privacidad, pero muchas veces la aceptamos sin siquiera leerla. Y si bien quien nos presta el servicio debe velar por que el mismo sea seguro desde todos los aspectos, nosotros debemos poner especial énfasis en que ello ocurra.
Vía: ReadWriteWeb