La obesidad es un problema que afecta a 500 millones de personas en el mundo, aunque la situación podría agravarse en el futuro dado que 1.600 millones de individuos tienen sobrepeso en la actualidad. Estas cifras llevaron a la Organización Mundial de la Salud a declarar en 2001 la pandemia bajo el término "globesity", con el fin de llamar la atención sobre un trastorno creciente y en expansión, especialmente en niños y adolescentes.
"Entre el 40 y el 70% de los casos de obesidad tienen un componente genético", ha señalado Ruth Loos, directora del programa de metabolismo y genética de la obesidad del Instituto de Medicina Personalizada Charles R. Bronfman de Nueva York, durante la rueda de prensa del simposio Lo último en obesidad, organizado por la Fundación General CSIC y la Fundación Ramón Areces. Sin embargo, este trastorno no es puramente genético ni puramente ambiental, sino que en los últimos años se ha estudiado la genética asociada al cerebro, que condiciona nuestro comportamiento. Desde un punto de vista genético, ha explicado José María Ordovás, catedrático de nutrición de la Universidad de Tufts (Boston), se puede decir que "la obesidad está en el cerebro", ya que muchos problemas se relacionan con la sensación de estar hambrientos y el acto de dejar de comer o no.
Ante las preguntas de los periodistas presentes, Antonio Vidal Puig, de los laboratorios de metabolismo de la Universidad de Cambridge, ha pedido "no estigmatizar la obesidad". "No se debe relacionar a las personas obesas con vagos y maleantes pues obeso no es el que quiere, sino el que puede", añadió posteriormente. La obesidad no es solo un problema genético, sino que existe un impacto psicológico y emocional muy relevante sobre la sociedad que no tolera este trastorno.
La importancia del exposoma
Parte de esa estigmatización se relaciona con la aparición de numerosas dietas milagro, que prometen perder peso en un tiempo récord. A este respecto, Ordovás ha señalado que "no cree en dietas milagro, ya que si funcionaran no haría falta reinventarlas cada año por otras nuevas". El congreso organizado por la Fundación General CSIC y la Fundación Ramón Areces, que se celebra hoy y mañana en Madrid, tiene como objetivo destacar los avances más importantes en la investigación de la obesidad.
Además de los aspectos relacionados con la genética, Ordovás ha destacado que la tecnología nos ha permitido mapear las zonas de nuestro ADN que tienen relación con este problema. A pesar de estos avances, "la capacidad predictiva de los estudios genéticos de la obesidad es limitada", ya que solo es posible predecir entre el 5 y el 20% de los casos, han afirmado los expertos. Vidal Puig ha resaltado la "extremada complejidad" del trastorno, en el que también influye el conocido como exposoma, es decir, el conjunto de características externas que tienen un impacto sobre la aparición de la obesidad. Entre esos factores están la dieta, el ejercicio físico, la grasa corporal, la alimentación materna, las horas de sueño o el estrés.
"El diálogo entre los genes y el medio ambiente se expresa en nuestro epigenoma", ha explicado Ordovás, al señalar que la alimentación de la madre durante el embarazo puede llegar a condicionar la salud del bebé a largo plazo en 20 o 30 años. Otra de las preguntas clásicas sobre este trastorno es el de la influencia de la grasa en la obesidad. "No se trata de la cantidad de grasa que tengamos, sino de lo que hacemos con ella", ha apuntado Vidal Puig. El científico ha comentado que la grasa en exceso no puede acumularse en el tejido adiposo, por lo que se sitúa en órganos como el hígado, el músculo o el cerebro, que comienzan a funcionar de manera incorrecta. "Es lo que llamamos síndrome metabólico", ha apuntado. Su grupo de investigación en la Universidad de Cambridge ha enumerado tres estrategias frente a este problema: conseguir que el tejido adiposo funcione de manera correcta -por ejemplo, las personas obesas con diabetes sufren mayor inflamación-, lograr quemar la grasa mediante ejercicio físico y promover una transición hacia una grasa "menos tóxica". "El ejercicio no va a curar la obesidad, pero sí mejorará nuestra salud", ha añadido Vidal Puig.
La influencia de la dieta o de la actividad física no son los únicos factores externos que presentan un impacto negativo sobre la obesidad. Ordovás ha comentado que la educación y el nivel socioeconómico también son relevantes. En relación al gen FTO, asociado con la obesidad, "las personas con nivel educativo y socioeconómico alto no tienen problema con la forma de este gen, porque no la manifiestan". Por este motivo, el especialista ha pedido que "las políticas sobre los hábitos alimenticios saludables comiencen en la escuela". De este modo podríamos tratar de frenar esta especie de "adicción", comparable al consumo del tabaco o el alcohol por el condicionamiento de nuestro cerebro sobre la sensación de hambre y la necesidad de alimentarnos. "Pero podemos vivir sin fumar o sin alcohol, pero no sin comer", ha añadido Loos, poniendo de manifiesto la complejidad en la prevención y el tratamiento de la obesidad.