Vamos a hacer un experimento, cierra los ojos por unos 10 segundos y ubícate en una escena en la que hayas sido profundamente feliz, trata de recordar tantos detalles como sean posibles, los colores, los olores, el sonido de fondo. ¿Listo?, bien, ahora hazlo de nuevo, pero agrega a la escena un gigantesco elefante rosado. La capacidad de imaginar y de construir imágenes mentales es una de las facultades que asumimos como universales; desde los más pequeños, que utilizan esta habilidad para jugar en la caja de arena de su mente, hasta los más adultos que la utilizan para elaborar abstracciones complejas que algún día pueden convertirse en carros, edificios o revoluciones tecnológicas. La imaginación es fundamental, pero no es tan inherente al ser humano como respirar.
Adam Zemar, Profesor de Neurologia Cognitiva de la Universidad de la Escuela Médica de Exeter, ha encontrado que esta cualidad no es tan universal como pensábamos, y que si bien es cierto que para muchos la imaginación es natural, hay algunas personas que son incapaces de imaginar, es decir, no pueden ver con los ojos de la mente. Interesantemente, este hallazgo no es nuevo, ya en 1880, Sir Francis Galton habría postulado que aproximadamente 2,5% de la población mundial no tiene la capacidad de imaginar, sin embargo, esto había pasado desapercibido, hasta ahora.
**La imaginación es un proceso neurológico complejo que involucra redes neurales regadas a lo largo y ancho del cerebro, en esencia, la construcción de una imagen mental requiere de las regiones occipital, temporal, frontal y parietal del cerebro, utilizando procesos cognitivos como el recuerdo y la visualización para darle forma y sentido a la figura. Investigaciones anteriores han encontrado que ciertos daños a estas áreas del cerebro pueden afectar la visualización de imágenes, en líneas generales se creía que la perdida de esta cualidad era consecuencia de un accidente o cuadro patológico, pero por pura casualidad, parecería que algunas personas nacen con lo que los autores han denominado Afantasia.
La historia comienza con la publicación de un artículo del profesor Zemer en la que hacía referencia a la pérdida de capacidad de visualización mental en poblaciones adultas que habían sufrido accidentes cardio-vasculares, para su sorpresa, 21 personas le contactaron meses después de la publicación, alegando que sus experiencias de vida eran muy similares a las que el profesor exponía en su artículo, con una pequeña diferencia, estas personas habían sido así toda la vida**, en otras palabras, habían nacido con la condición. Esto despertó la curiosidad del profesor y su equipo quienes de inmediato comenzaron a encuestar a estos individuos y registrar sus experiencias de vida.
La importancia de la imaginación
A simple vista, este trabajo apenas pone sobre la mesa la condición que afecta a un limitado número de personas, pero en realidad contribuye a explorar la importancia y alcance de la imaginación en la vida de los seres humanos. El trabajo titulado Lives without imagery – congenital aphantasia aborda las consecuencias de vivir con esta condición. Los participantes del estudio discuten ampliamente la dificultad que representa vivir en un mundo que da por sentado la facultad de visualizar y el sufrimiento que les produce, uno de los participantes explica por ejemplo lo difícil que es para él, cómo un ávido lector, no poder disfrutar de obras literarias con descripciones vividas y ricas, para él son simplemente palabras en papel.
Si a esto le agregamos que la imaginación forma una parte fundamental del juego infantil, que es el principal medio de socialización con otros niños,podemos comenzar a hacernos una idea de lo solitaria que puede ser una infancia sin imágenes mentales; tan solitaria que estos niños ni siquiera tienen un amigo imaginario. Otro ejemplo lo encontramos en el uso de la visualización como herramienta terapéutica, muchas técnicas humanistas y cognitivo-conductuales utilizan la visualización para fomentar cambios en el individuo, pero en el caso de estas personas es como pedirle a alguien sin brazos que escale una montaña para mejorar su condición física.
Para Zemel y los participantes de este trabajo, reconocer la existencia de este fenómeno es un paso en el camino correcto, hacer saliente una condición poco estudiada le brinda herramientas a la sociedad para adaptarse y brindar un espacio más saludable para estas personas que ahora pueden ponerle nombre a su condición y explicarles a otros que el concepto de “donde te ves dentro de 5 años” les es completa y absolutamente extraño.