Llega un momento en el que tras adquirir una cámara réflex y explotar todas sus posibilidades deseamos ampliar sus funciones y experimentar con otro tipo de fotografía. Por ello, comprar un objetivo para DSLR se antoja como el siguiente peldaño que debe subir cualquier persona iniciada en fotografía.
Las funciones de nuestra cámara se empiezan a quedar cortas, y el objetivo incluido en el kit ya puede no resultarnos tan genial como en un principio parecía ser. Llegar a ese punto no es negativo, lo único que revela es una progresión. Nuestras técnicas necesitan encontrar nuevos horizontes, los cuales deben ser explotados con nuevas herramientas.
1. No saber qué tipo de fotografía vas a realizar con él
Muchas veces, la pregunta es: ¿Cuál debe ser el primer objetivo que compre? La respuesta es bastante simple: el que más se ajuste al tipo de fotografía que vamos a realizar. No existe una categoría de objetivo mejor que otra, solo que algunas lentes serán más propicias para una función determinada.
En función de si vamos a tomar imágenes de paisajes, queremos realizar macrofotografía, o centrarnos en los retratos, deberemos elegir una lente con diferentes características. Un número f mayor para tener menos distancia focal o un gran angular para captar un ángulo de imagen muy amplio son solo algunas de las opciones que podemos barajar para nuestra futura fotografía.
2. No pensar en la distancia focal
La distancia focal configura en gran medida el resultado que vamos a obtener con nuestra toma. Debemos recordar que con un número mayor obtenemos también un desenfoque más pronunciado de nuestro fondo. El problema, es que cuando utilizamos un teleobjetivo aumentamos la distancia entre el sensor y nuestra lente, lo que se traducirá como una disminución de su capacidad lumínica.
Aunque pueda parecer algo negativo, puede que limitarnos a utilizar una lente fija resulte ser finalmente positivo. Por lo general, suelen tener menos aberraciones y una mayor luminosidad que objetivos como los denominados “todoterrenos”, los cuales suelen abarcar un gran rango focal.
3. ¿De verdad debe ser nuevo y de la marca de tu cámara?
Pagar por una lente que puede costar incluso más que nuestra cámara puede ser algo difícil de concebir al principio. Obviamente la calidad tiene un precio, y si queremos una lente con una gran luminosidad y que muestre pocas aberraciones, eso es algo que debemos pagar.
Una buena opción puede ser el mercado de segunda mano o de marcas compatibles con la montura de nuestra DSLR. Firmas como Tamron o Sigma suelen desarrollar lentes compatibles con las principales marcas del mercado, las cuales en ocasiones tienen precios muy competitivos.
Asimismo, una lente usada también debe ser una variable a barajar. Si no se encuentra muy dañada y sus mecanismos funcionan adecuadamente, su calidad no tendrá nada que envidiar a la de un objetivo que hayamos comprado nuevo.
4. No tener en cuenta el factor de recorte
En función del tamaño de nuestro sensor, la imagen resultante será diferente. No será lo mismo utilizar un objetivo con una cámara que posea un sensor Full Frame de 35mm que con un sensor APS-C. El factor de recorte provoca que la distancia focal sea diferente y que se multiplique cuanto más pequeño sea nuestro sensor. Es decir, un objetivo de 50mm resultaría ser, a efectos prácticos, como una lente de 70mm en un sensor APS-C.
Aunque pueda parecer ser positivo tener una cámara con sensor Full Frame, lo cierto es que precisamente en este aspecto dan más juego las cámaras con un sensor más reducido. Por lo tanto, no podemos extrañarnos si nuestro objetivo de 18mm finalmente no resulta ser todo lo angular que deseamos, ya que son las consecuencias del ya mencionado factor de recorte.
5. ¿Usar un filtro UV para protegerlo?
En este punto existen diferentes opiniones al respecto, y ninguna de ellas es errónea, pero tampoco totalmente acertada. Utilizar un filtro UV suele ser algo muy frecuente por aquellos que quieren simplemente proteger la lente de su objetivo, pero ¿hasta qué punto es eso útil?
Las lentes, al contrario que ocurría anteriormente, ya tienen un recubrimiento especial que les hacen ser resistentes a diferentes ralladuras sobre su superficie. Además, utilizar un cristal de 8€ después de habernos gastado 500€ en un objetivo que precisamente hemos adquirido para sacar partido a su construcción puede carecer de sentido.
Pero también es cierto que pueden salvarnos de algún golpe desafortunado y que un simple cristal tampoco supone una reducción de calidad muy notable. Por lo tanto, está en nosotros valorar los puntos positivos y negativos que nos ofrecen ambas opciones para determinar por cuál nos decantamos.
Personalmente, yo solía utilizar filtros con cada objetivo que compraba con el ánimo de proteger la lente, pero cuanto más me informo, más innecesaria veo ese tipo de protección.