Seguro que alguna vez has tenido esa sensación de que el tiempo pasa a cámara lenta. Puede ocurrir en situaciones de lo más variopintas, desde un accidente de coche hasta que se te caiga un plato en la cocina. También es muy común cuando te tropiezas y te caes. Esto es algo que parece que le ocurre a todo el mundo. Sin embargo, el motivo por el que pasa ha sido un misterio para los científicos durante mucho tiempo.

La hipótesis más repetida a lo largo de la historia ha sido que el tiempo pasa a cámara lenta durante una situación peligrosa porque así podemos estar más alerta. Obviamente, no es igual de peligroso tener un accidente de coche que el hecho de que se te caiga un plato, pero nuestro cerebro no distingue eso. Simplemente detecta que hay una situación de alerta y nos da un poco más de tiempo para poner todos nuestros sentidos en ella.

Lógicamente, esto no es literal. El tiempo es el que es. Pero si nuestra percepción cambia podemos pensar más rápido. Ahora bien, incluso si esta fuese la razón evolutiva por la que nos pasa, hay otra pregunta que sigue trayendo de cabeza a los científicos: ¿El tiempo pasa más lento durante el incidente o  lo recordamos todo más despacio a posteriori?

Puede parecer que esta cuestión no tiene importancia, pero es esencial para comprender cómo funciona nuestro cerebro. Por eso, en 2007 un equipo de científicos del Baylor College of Medicine de Houston decidió dejar caer desde una altura de 45 metros a un grupo de voluntarios. No te preocupes, les pusieron una red debajo. La ciencia es una montaña rusa de emociones, pero no tanto.

Caída libre para entender por qué el tiempo pasa a cámara lenta

Para realizar este estudio, se dejó caer a los voluntarios desde una altura de 45 metros, sin ningún tipo de cuerda ni sujeción. Alcanzaron velocidades de más de 100 km/h y finalmente cayeron en una red, pasados 3 segundos aproximadamente. Sabían que no corrían peligro, pero su cerebro lo detectó como una situación peligrosa, como es lógico. Es inevitable sentir miedo ante una experiencia así.

El experimento se dividió en dos partes. Por un lado se les pidió que calcularan cuánto creían que había durado su propia caída y también la de otros voluntarios, a la que asistieron como espectadores. Todos percibieron que su caída había durado, de media, un 36% más que la de sus compañeros, a pesar de que habían tardado lo mismo en caer.

cronómetro
Todos los voluntarios calculaban que habían tardado más en caer que sus compañeros.

La segunda parte del experimento se realizó durante la propia caída. Los voluntarios llevaban un reloj con un cronómetro en el que los números pasan muy deprisa. Tanto que el ojo humano no es capaz de distinguir unos de otros. Sin embargo, con que la percepción del tiempo en el cerebro se ralentizase una mínima parte, ya sí que podrían diferenciar unos números de otros. Ninguno de los voluntarios fue capaz de hacerlo. Por eso, los autores del estudio concluyeron que en realidad se siente que el tiempo pasa a cámara lenta cuando lo recordamos a posteriori. 

Entonces, ¿por qué tenemos esa sensación?

La hipótesis de estos científicos, con la que han estado de acuerda otros investigadores en años posteriores, es que durante un momento de tensión la amígdala se sobreestimula. Esta es una región del cerebro que se asocia, entre otras funciones, con la formación de recuerdos. Cuando esto ocurre, se generan mucho más recuerdos de un solo evento en comparación con otra situación que no hubiese sido aterradora. Lo recordamos todo con tanta claridad que nos parece que pasó más tiempo del que realmente transcurrió. Eso nos sigue sirviendo para analizar la situación, pero no para evitarla en ese momento, sino para que no nos vuelva a ocurrir.

Pose de pensar
Lo que se altera es el recuerdo.

A veces, cuando nos pasa esto tenemos la sensación de que nos dio tiempo a pensar muchas cosas, pero simplemente es que las recordamos mejor. Puede que pensemos y hagamos lo mismo en una situación menos aterradora, pero luego no lo recordamos con tanto detalle. Así que no, el tiempo no pasa a cámara lenta. Simplemente lo recordamos con muchísima claridad. Y eso, aunque no lo parezca, es muy bueno para nosotros.