Hoy es el Día Mundial contra la Depresión. Un día para visibilizar este problema de salud mental, desterrar los tabúes que hay en torno a él y reivindicar una mejor atención en la sanidad pública. Pero también es un día ideal para derribar mitos. Por suerte, en la actualidad este no es un tema tan tabú como en el pasado. Cada vez más personas hablan abiertamente sobre ello, pero sigue habiendo muchos mitos sobre la depresión que están preocupantemente extendidos.
Si la mayoría de la población mantiene esa concepción errónea sobre las personas que padecen depresión, no podemos ayudarles como es debido. Incluso quienes la padecen pueden tener miedo de pedir ayuda o sentirse aún peor. Por eso, desmentir los mitos sobre la depresión es algo esencial hoy, pero también el resto de días del año.
Puede que ya conozcas la verdad sobre la mayoría de ellos, pero que alguno siga aún alojado incorrectamente en tu mente. Es importante revisarlos, recordarlos y, ¿por qué no?, también divulgarlos. Cuando todos tengamos clara la realidad de la depresión, estaremos listos para afrontarla, en nuestra propia piel o en la de las personas que nos rodean.
Mitos sobre la depresión que debes conocer
Hay muchísimos mitos sobre la depresión, pero estos son algunos de los más extendidos;
Mito 1: Las personas con depresión están siempre tristes
Aquí hay dos líneas igualmente erróneas. Por un lado, pensamos que si un día vemos a una persona con depresión riendo mientras ve una película es que se inventa lo de su problema de salud mental. “¿Cómo va a reírse si tiene depresión?” Por otro, a veces relacionamos la tristeza con la depresión. “Hoy no salgo, que estoy depre”. Puede que un día estemos tristes o apáticos y no nos apetezca salir ni hacer nada más que mirar al techo en el sofá, pero eso no quiere decir que tengamos depresión.
Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es un trastorno mental común que “implica un estado de ánimo deprimido o la pérdida del placer o el interés por actividades durante largos períodos de tiempo”. Por su lado, el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos añade que “puede causar síntomas graves que afectan la forma en que te sientes, piensas y manejas las actividades diarias, como dormir, comer o trabajar”.
Por su parte, en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos de Salud Mental, (DSM-V) establecen una lista de síntomas de los cuales deben cumplirse 5, durante dos semanas seguidas, siendo obligatorio que uno de ellos sean el primero y el segundo. Esos son estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, y disminución marcada del placer en todas o casi todas las actividades durante casi todos los días. Los otros síntomas posibles son pérdida del peso, ralentización del pensamiento y el movimiento físico, fatiga, culpa excesiva, disminución de la capacidad de concentración o pensamientos recurrentes de muerte. No deben darse todos los síntomas. Con 5 ya estaría el diagnóstico.
Por lo tanto, puede considerarse que tiene depresión alguien con estado de ánimo deprimido casi todos los días, pérdida de peso, fatiga, disminución de la concentración y ralentización del pensamiento.
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Eso significa que una persona puede reírse viendo una película en un momento dado, pero estar apática, triste y desilusionada el resto del día. También significa que podemos felicitar a alguien por perder peso sin ser conscientes de que en realidad está pasándolo mal. O que esos “despistes” pueden significar algo más.
No hay una definición de oro. La depresión es algo complejo, que se puede manifestar de muchísimas formas, por lo que es un error peligroso banalizarla o reducirla a “estar triste”.
Mito 2: Hay una lista de motivos cerrados para tener depresión
Otros de los mitos sobre la depresión más extendidos es que debe haber un motivo claro. Si una persona es exitosa en su trabajo y tiene una familia y una relación de pareja maravillosas no nos cabe en la cabeza que tenga depresión. Sin embargo, esto es algo complejo en lo que interviene el entorno social, por supuesto, pero también la genética, la neurobiología y otros muchos factores. Además, alguien exitoso puede, por ejemplo, haber llegado a serlo a base de sacrificar aficiones, relaciones o un sinfín de estímulos que le hiciesen bien. Puede haber mucho sacrificio y sufrimiento detrás de lo que desde fuera vemos como éxito.
Por eso, nunca debemos restar importancia al malestar de alguien diciéndole “no tienes motivos para estar así”. En realidad, no debemos restar importancia nunca, pero mucho menos con ese pretexto.
Mito 3: La depresión se cura con antidepresivos
Hay muchísima controversia con el consumo de antidepresivos. Ya hemos visto que la depresión es multifactorial. Existe mucha investigación que apoya su origen biológico, pero también hay estudios en contra. Algunos señalan que hay cierta influencia, pero no la suficiente para justificar el consumo de antidepresivos.
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De cualquier modo, en lo que coinciden la mayoría de profesionales es en que los antidepresivos sí que pueden ser eficaces en muchos casos. No en todos, pero sí en bastantes. Lo que ocurre es que solo enmascaran la depresión. Básicamente, es una tirita para el malestar de la mente, pero lo que realmente acaba con ese malestar es la terapia psicológica. Si una persona toma antidepresivos, sin terapia, puede llegar un momento en el que sienta que se ha curado, pero en cuanto dejase la medicación volvería al punto de partida. O incluso más atrás. Al quitar la tirita, la herida vuelve a sangrar. Por eso, sin terapia, no hay curación. Puede que esa tirita sea necesaria para que no se desangre en lo que dura la terapia, pero sería necesaria la combinación de ambas.
Mito 4: La depresión se debe a falta de voluntad
“¿Estás triste? No estés triste”. Puede que no hayamos escuchado esta frase tal cual más allá del humor. Pero lo que sí han escuchado la mayoría de personas con depresión y otros problemas de salud mental son frases como: “Tienes que estar bien”, “Venga, anímate” o “Es que no te esfuerzas”.
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Por supuesto, para que alguien salga de una depresión debe querer hacerlo. Si no pone de su parte con la terapia, por ejemplo, será mucho más difícil la recuperación. Pero eso no quiere decir que una persona con depresión sea débil o no se esté esforzando por estar mejor. No es fácil. A veces es necesario mucho tiempo y, además, si no consigue poner todas las fuerzas necesarias en la terapia no es porque no quiera estar bien. Nuestro cerebro nos mantiene con vida, pero también nos puede jugar muy malas pasadas. Si le decimos alguna de esas frases a una persona con depresión, ansiedad o similares, lo único que haremos será generarle un sentimiento de culpa que no le ayudará, sino todo lo contrario.
Por eso precisamente son tan peligrosas ciertas pseudociencias como la biodescodificación, que apunta a un origen emocional de todas las enfermedades, físicas o mentales, culpabilizando por ello a quienes las padecen.
Mito 5: Los niños no tienen depresión
Uno de los mitos sobre la depresión que más dañinos pueden resultar es este. Si pensamos que los niños no pueden sufrir depresión porque son inocentes y aún no tienen los problemas vitales de un adulto, podemos infravalorar sus síntomas. Según la Organización Mundial de la Salud, el 50% de las afecciones de salud mental aparecen hacia los 14 años, siendo la depresión una de las más comunes. Por otro lado, en cifras de 2019 del Fondo de Emergencia Internacional para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF), en Europa hay 9 millones de niños con edades entre los 10 y los 19 años con alguna de estas condiciones, de las cuales la depresión representa el 40%.
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Incluso antes de los 10 años ya se dan casos. Por eso, debemos prestar atención a la salud mental de los más pequeños, ya que no solo puede ocasionarles problemas en el presente. También pueden ir a peor en el futuro.
Desmiente los mitos de la depresión, pero cuidado con las etiquetas
A pesar de la importancia de desmentir los mitos sobre la depresión, también es importante tener cuidado a la hora de etiquetar a alguien con depresión. Algunos psicólogos opinan que se debe tener mucho cuidado al poner la etiqueta de “depresión” o cualquier otro trastorno. Depende mucho del paciente, pero en algunos casos pueden pensar que esa etiqueta les define y que, por lo tanto, no pueden cambiar. Es importante que alguien no se defina como “depresivo” sino como, por ejemplo, una persona divertida, soñadora y algo exigente consigo misma que actualmente está pasando por una serie de síntomas depresivos.
No debemos banalizar la depresión. Pero tampoco debemos usarla como una etiqueta que describe a una persona, ya que eso puede hacerle pensar que la depresión va a formar parte de ella siempre, a pesar de no ser así. Ese es otro de los grandes mitos de la depresión, de hecho. La depresión no es para siempre.
No te confundas
Finalmente, debemos tener en cuenta que si alguien llora por la muerte de un ser querido, por una ruptura sentimental o por haber perdido un trabajo no tiene depresión. Incluso si esto se alarga un poco en el tiempo.
La tristeza es un mecanismo natural que nos ayuda a superar momentos difíciles y nos indica cuando algo va mal y debemos actuar. No debemos demonizar esa tristeza ni calificar como depresión cualquier momento en el que la sintamos más de dos días seguidos. Se definiría como tal cuando se alarga en el tiempo e interfiere en el día a día de la persona que la padece.
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No esperes para pedir ayuda
Esto último no quiere decir que no debas pedir ayuda si el malestar te ahoga. No es necesario esperar a tener depresión para acudir a un psicólogo. De hecho, el papel de estos profesionales es muy amplio. Nos pueden ayudar en muchísimas facetas de nuestra vida y con muchos tipos de malestar mental. Si crees que lo necesitas, es porque lo necesitas, no hay más. El hecho de pensarlo suele ser la primera señal de alerta. Hoy, y los otros 364 días del año, velemos por nuestra salud mental y la del resto de personas que nos rodean. Es hora de derribar todos los mitos y tabús que aún persisten y, sobre todo, de luchar para que se atienda a quien lo necesite desde el sistema público. Porque algo que no es un mito es que la depresión no entiende de religión, estatus social o nivel económico.