Si te has propuesto cuidar lo que comes y adelgazar como propósito de año nuevo puede que tengas dudas sobre qué beber cuando llegas a un bar. El alcohol no es una buena opción si quieres cuidarte. Los refrescos tampoco, pues tienen muchísimo azúcar. Los zumos de frutas, por naturales que sean, contienen infinidad de azúcares libres. ¿Qué nos queda? Ante esta pregunta, muchas personas optan por beber agua con gas. No aporta ninguna caloría y el gas da sensación de saciedad. Solo por eso, ya parece una buena opción. Sin embargo, según un nuevo estudio, podría haber más motivos para elegir esta por encima de otras bebidas.
Los autores del estudio, procedentes del Hospital de Neurocirugía Tesseikai, en Japón, quisieron comprobar si es cierto algo que sugieren otras investigaciones anteriores. Según ellas, beber agua con gas podría ayudarnos a reducir los niveles de glucosa en sangre, por lo que sus beneficios irían mucho más allá de la saciedad y la ausencia de calorías.
Los estudios anteriores lanzaban la hipótesis, pero no daban ninguna explicación. Por eso, este equipo de científicos japoneses quiso comprobar cuál podría ser ese motivo comparando el consumo de agua con gas con algo tan bien estudiado en el ámbito médico como la hemodiálisis. Así, vieron que, efectivamente, es la mejor opción para beber si queremos cuidar nuestra salud. Aunque con algunas excepciones.
¿Qué tiene que ver la diálisis con beber agua con gas?
El autor principal de este nuevo estudio, el doctor Akira Takahashi, es especialista en hemodiálisis en el Hospital de Neurocirugía Tesseikai. Este procedimiento se usa para limpiar la sangre de un modo similar a como lo harían los riñones cuando estos están demasiado dañados para hacerlo por sí mismos.
El proceso consiste, a grandes rasgos, en pasar la sangre por una membrana por la que se filtran los productos de desecho. También se pone en contacto con esta membrana un líquido llamado dialisato que contiene sales que se intercambian con la sangre de forma bidireccional de manera que la sangre alcanza concentraciones adecuadas. En cambio, los poros son demasiado pequeños para que pasen las células sanguíneas y las proteínas de gran tamaño. Ambas se quedarán en la sangre y se devolverán a los vasos sanguíneos del paciente. Además de todo eso, en este proceso también se produce un intercambio entre dióxido de carbono y bicarbonato.
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El agua con gas es así de chispeante justamente por la presencia de dióxido de carbono. Por eso, Takahashi y su equipo quisieron comprobar si se podía comparar la sangre antes de pasar por la diálisis con el agua con gas al llegar al sistema digestivo. Para ello, tomaron datos de un estudio de 2004 en el que se analiza el comportamiento del agua con gas en el estómago y los compararon con lo que ellos ya sabían sobre diálisis.
Según pudieron leer, al beber agua con gas, el dióxido de carbono atraviesa el revestimiento del estómago de un modo similar a como lo hace cuando se filtra la sangre en las membranas de hemodiálisis. Cuando eso ocurre, pasa a la sangre y, de ahí, al interior de los glóbulos rojos, donde se convierte en bicarbonato. Esta sal tiene la capacidad de activar enzimas que son necesarias para acelerar el proceso por el que se descompone la glucosa. Por lo tanto, cuanto más bicarbonato en los glóbulos rojos, más rápido será el metabolismo de la glucosa. Eso, lógicamente, es muy necesario si queremos perder peso. Y para que haya bicarbonato, es necesario que previamente hubiese dióxido de carbono. He ahí la ventaja de beber agua con gas.
No es oro todo lo que reluce
A pesar de haber demostrado cómo puede ayudar a adelgazar beber agua con gas, estos científicos han aclarado dos puntos importantes. Por un lado, que los efectos no son tan drásticos como cabría esperar. No es lo mismo hablar de la cantidad de dióxido de carbono y bicarbonato en relación a varios litros de sangre que en las concentraciones que se puede obtener al beber agua con gas. Por eso, si bien podemos experimentar cierta pérdida de peso, esta sería mínima. Para obtener beneficios reales debería complementarse con otros hábitos, como el ejercicio físico y el mantenimiento de una dieta saludable.
Por otro lado, estos científicos han dejado claro que no todo son ventajas. Beber agua con gas puede ser molesto para personas con tendencia a los gases o ciertas afecciones digestivas como el síndrome del colon irritable o el reflujo esofágico. Por eso, puede que en su caso haya más inconvenientes que ventajas.
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Sea como sea, si no sueles tener estos problemas digestivos y no sabes qué pedir cuando llegas a un bar, prueba con el agua con gas. Eso sí, no te atiborres. Ni siquiera el agua sin gas es buena si la bebemos de forma compulsiva.