En 2015, un hombre sueco de 42 años llamado Roger Tullgren logró que el estado le concediera una pensión por incapacidad. ¿La causa? Su adicción al heavy metal.
Esto puede parecer un chiste, pero es totalmente cierto. El hombre aseguraba que su adicción a esta música le impedía desempeñarse en casi cualquier trabajo. No solo porque depositaba toda su concentración en la música y era incapaz de abandonarla para realizar otras tareas. También porque asistía a unos 300 conciertos al año.
Obviamente, en un principio se le tomó a broma. Sin embargo, tras la lectura de los informes de tres psicólogos distintos, la justicia sueca le concedió una pensión de 400 euros mensuales. Eso sí, no se declaró totalmente incapacitado para trabajar. Por eso, se le ayudó a encontrar un trabajo a media jornada que fuese compatible con su adicción al heavy metal. Así fue como llegó a un puesto de lavaplatos en un restaurante. Su jefe le permite llevar ropa metalera y escuchar la música que desee mientras lleva a cabo su labor. Así, puede complementar esos 400 euros y tener suficiente dinero para vivir. Y para pagarse más conciertos, ya que, como él mismo declaró en una entrevista en 2016, el heavy metal es su vida.
¿Se puede tener adicción al heavy metal?
Antes de hablar sobre adicción al heavy metal habría que retroceder un paso y comprobar si una persona puede ser adicta a la música.
Si nos ceñimos a los manuales de psicología, la respuesta rápida es que no. Sin embargo, es cierto que hay puntos en los que se podría hablar de algo parecido a una adicción.
Para empezar, sabemos que las adicciones se producen por una estimulación excesiva de los sistemas de recompensa cerebrales. Esta es una respuesta fisiológica que se produce para generar placer ante estímulos que son evolutivamente beneficiosos. Por ejemplo, el sexo es placentero porque ayuda a perpetuar la especie. Esa sensación de placer se debe a la dopamina, que se libera ante este estímulo de manera que queramos realizarlo otra vez. Ocurre lo mismo con la ingesta de comidas muy calóricas. Puede que no sean saludables, pero nos dan energía y eso es lo que interpreta nuestro cerebro mientras impulsa la liberación de dopamina.
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Desgraciadamente, algunas sustancias o hábitos nocivos también pueden estimular los sistemas de recompensa. Hay personas que son especialmente sensibles, por lo que repiten el estímulo una y otra vez, de manera que cada vez quieren más y más. Es así como empiezan las adicciones. Se ha visto que las personas que sienten escalofríos al escuchar música los experimentan precisamente por una liberación de dopamina. ¿Pero es posible la adicción al heavy metal?
Depende de cómo te afecte
La música no está reconocida como estímulo adictivo. Sin embargo, como con cualquier adicción, podría considerarse como tal cuando interfiere en el día a día de las personas.
En un artículo publicado en Health Line sobre este tema, se describen varias señales de alerta que podrían indicar algo similar a una adicción. Por ejemplo, habría que prestar atención a la situación cuando alguien escucha música a escondidas en situaciones en las que no es adecuado, como el trabajo o la escuela. Además, si cuando se les reprende lo siguen haciendo porque se sienten incapaces de parar, está claro que hay un problema.
También hay personas que no pueden funcionar sin música. La necesitan sí o sí para realizar todas sus tareas cotidianas. Si no pueden escucharla, se sienten muy estresados.
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Y, por supuesto, podría ser un signo de alerta si la música retrasa otras tareas necesarias. A veces es normal que nos quedemos embobados escuchando música y perdamos la noción del tiempo. Sin embargo, si continuamente llegamos tarde a los sitios por quedarnos escuchando música o si cancelamos planes que nos podrían apetecer por el mismo motivo, quizás habría que consultar con un psicólogo.
Además, si la música supone un gasto tremendo de dinero, como le ocurre al paciente sueco con sus 300 conciertos al año, también es posible que haya cierta adicción. Al heavy metal en su caso.
El caso de Roger Tullgren
Roger Tullgren se enfrentó a una larga batalla legal para demostrar que su amor a la música era mucho más que eso. Solo le apetecía escuchar y tocar heavy metal. No podía concentrarse en nada más. Pasó por varios psicólogos, varios de los cuales le confirmaron que padecía algo similar a una adicción al heavy metal.
Por eso, si bien en un principio no se hizo caso a su petición, finalmente llegó a un acuerdo con el estado. Han pasado casi 10 años desde entonces y el caso sigue reapareciendo de vez en cuando en los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar del tiempo que ha pasado y lo mediático que fue, sigue siendo la única persona que ha logrado la incapacidad laboral por una adicción al heavy metal o a cualquier otro hobby. Aunque posiblemente a él no le guste escuchar referencias a su música como un hobby. Roger lo ve como un estilo de vida. Ahora ha sabido encontrar la forma de compaginarlo con un puesto de trabajo.