Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez de Ryan Murphy es mucho más que un true crimen. Que lo es, y quizás, uno de los más brutales y sangrientos del extenso catálogo del género en Netflix. También es un análisis detallado sobre uno de los casos más controversiales ocurridos en Norteamérica en los últimos cincuenta años. En especial, porque la producción reaviva el debate acerca de qué ocurrió realmente en la residencia de los Menendez. Y particularmente, los motivos por los cuales, Lyle y Erik Menendez terminaron por asesinar a sus padres en la noche del 20 de agosto de 1989. 

Con nueve episodios, la producción de Netflix, intenta explorar no solo en el escenario del crimen. También, en la infancia de los hermanos, que acusaron a sus padres de abusar de ellos durante décadas. No obstante, los Menendez jamás lograron demostrar de manera inequívoca una situación semejante. Mucho menos, que la situación doméstica era tan brutal como para que el único camino fuera el asesinato, como los abogados de los jóvenes intentaron demostrar — sin lograrlo — en el juzgado. Lo cierto, es que los devastadores testimonios de los jóvenes, que relataban años de agresiones físicas y sexuales, se volvieron centro de la atención sensacionalista de los medios. 

El true crimen de Ryan Murphy recupera lo anterior, en un relato que abarca algo más que los testimonios de los jóvenes. A la vez, es una mirada crítica acerca del proceso judicial que se convirtió en centro de la atención mediática por casi un año. No obstante, y a pesar de su interesante forma de narrar un crimen que sorprendió a EE. UU., no intenta responder la principal cuestión. ¿Los Menendez no tuvieron otro remedio que matar a sus padres para liberarse de un largo ciclo de abusos? Antes que eso, la serie deja la respuesta — o su debate — al público.

Lo que se esconde detrás de un argumento polémico

Javier Bardem como José Menendez en 'Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez' de Netflix.

El 20 de agosto de 1989, la policía de Los Ángeles recibió la llamada de un adolescente que gritaba de horror al otro lado del teléfono. Se trataba de Lyle Menendez, de veintiún años. Según contó, él y su hermano menor, Erik, habían encontrado a sus padres, José y Kitty Menendez, asesinados en la casa familiar de Beverly Hills. En medio de sollozos, explicó que el salón de la casa mostraba señales de haber sido destruida en lo que parecía un ataque a balazos contra las víctimas. 

La noticia consternó a la ciudad. Los Menendez disfrutaban de una vida tranquila y lujosa y hasta entonces, la familia había sido en apariencia ejemplar. José — en la ficción interpretado por el actor español Javier Bardem — era un próspero ejecutivo del mundo del espectáculo, respetado por la comunidad y su entorno. Kitty, su esposa, un ama de casa feliz, dedicada al cuidado de sus dos hijos y marido. Hasta el momento de su muerte, la pareja siempre había parecido un matrimonio feliz, que educó a sus dos hijos en un ambiente estricto pero cariñoso. 

La verdadera familia Menendez

Por lo que la brutalidad del asesinato de ambos, sorprendió a todos los que le conocían en la ciudad de Los Ángeles. Ambos fueron asesinados por no menos que seis disparos. En el caso de José, incluso había recibido un tiro de gracia a través de la boca. Lo que sugería que se trataba de un crimen planificado y de extrema crueldad. Por otro lado, el cuerpo de Kitty fue encontrado en el pasillo que conducía a su habitación, lo que hizo suponer a la policía que había intentado huir. Para las autoridades, la crueldad y agresividad del crimen resultó un lúgubre indicio de que no se trataba de un crimen al azar o un robo. Lo que hizo sospechar de sus hijos. 

Una revelación que consternó a un país

Según la versión de los hermanos, ambos habían acudido al cine, para después volver a la mansión familiar y encontrar los cadáveres de sus padres. Por dos meses, fue la única versión que la policía tuvo a su disposición, mientras las investigaciones continuaba sin indicios claros que había ocurrido. Durante los dos primeros meses, la versión más extendida era que se había tratado de un asesinato por encargo de la mafia. Al menos, de un enemigo poderoso, que había planeado punto a punto un crimen sin dejar testigos o huellas a su paso. 

Por la época, el periodista Robert Rand, de The Miami Herald, dedicó tiempo e interés, a investigar el caso. Lo que le llevó a sostener largas entrevistas con los hijos de la pareja asesinada. Para entonces, ya corrían rumores de los extravagantes gastos que los herederos llevaban a cabo. Lo que incluía un Porsche 911 Carrera y un anticipo de $300.000 para un restaurante de alitas de pollo. La conducta de los hermanos comenzó a llamar la atención de la policía. Al mismo tiempo, ambos narraban historias sobre una vida familiar idílica a Rand, que terminaría por escribir un libro basado en su contacto con los jóvenes. 

No obstante, finalmente sería Erik el que terminaría por admitir que él y su hermano Lyle, habían planeado y ejecutado los asesinatos. Eso, en la consulta psiquiátrica a la que el joven asistía. En lo que se convertiría en otra dimensión de escándalo en el caso, Erik confesó a su psicólogo Jerome Oziel, todo lo que había ocurrido la noche del asesinato de los Menendez. Lo que abarcaba el cómo él y Lyle, habían comprado entradas falsas al cine y después, regresado con escopetas para cometer el crimen. Judalon Smyth, prometida del terapeuta, escuchó la confesión y finalmente, advirtió a la policía sobre la existencia de la confesión, grabada en los archivos del experto. 

Un juicio polémico y nuevas pruebas

El juicio contra los hermanos Menendez se llevó a cabo entre 1993 y 1996. Convertido en un suceso mediático a gran escala que impactó a Norteamérica, los acusados afirmaron que habían sufrido de abuso por años. Y que, cuando la situación se hizo insostenible y Lyle amenazó con denunciar, José les amenazó de muerte. Lo que llevó a los jóvenes a tomar la decisión de planear un crimen cuya naturaleza brutal todavía sorprende.

En medio del juicio, que se retransmitió por Court TV y se convirtió en un notorio suceso público, los hermanos invocaron el privilegio de privilegio médico-paciente. Un argumento que no se aceptó y que siguió a una extensa series de interrogatorios en el estrado en que Erik y Lyle contaron los supuestos abusos que habían sufrido. Los fiscales argumentaron, que incluso, de haber sido abusados, eso no les deba el derecho a matar. Por lo que el juicio se basó entre ser acusados por homicidio — los que le daría algunas ventajas al momento de la condena — o por asesinato. Este último cargo, aseguraba una cadena perpetúa sin derecho a apelación, fianza o reducción de condena. 

Luego de un proceso que se anuló por indecisión del jurado, los Menendez finalmente fueron sentenciados en marzo de 1996. Se les imputó cargos por asesinato premeditado y sentenciados a cadena perpetua. Lo que les condenaba a prisión de por vida, sin posibilidades de recuperar la libertad. En la actualidad, y luego de nuevas pruebas que señalan la culpabilidad de José en otros actos de pederastia, los abogados de Erik y Lyle presentaron un hábeas corpus, con el que esperan la condena sea revisada. Un nuevo momento polémico, que coincide con el estreno de la serie de Netflix.