Desde sus comienzos, Netflix ha explotado el género de true crime en múltiples aspectos. De documentales que brindan la oportunidad a la víctima de contar su versión sobre situaciones atroces, hasta reconstrucciones minuciosas de escenarios sangrientos. Lo cierto es que la plataforma convirtió a los relatos de crímenes y asesinatos diversos, en uno de los platos fuertes de su catálogo. Pero mucho más, una vez que la calidad de los programas se hizo mayor y se apartó del puro amarillismo, en una forma de explorar en la naturaleza humana. 

Este es el caso de El peor ex imaginable, de Blumhouse Television. La docuserie repite el esquema exitoso de El peor compañero de piso imaginable, también entre las opciones de Netflix. A saber: narra situaciones en apariencia domésticas, que terminan por transformarse en espantosos casos policiales. Solo que en esta ocasión, el terreno amoroso y de las relaciones, hace que el escenario deba comprometerse, de entrada, a dos cosas. Por un lado, evitar revictimizar a los que han sufrido situaciones extremas en medio de matrimonios, noviazgos e incluso, vínculos de amistad. 

El peor ex imaginable

En cuatro episodios, ‘El peor ex imaginable’ relata diferentes casos de abuso doméstico y violenta entre parejas, sin llegar al sensacionalismo. Lo cual, logra a través de una reflexión psicológica sobre las víctimas y los ciclos de agresión que sufre, muy poco común en el género. No obstante, algunas decisiones visuales y la sobre explotación de profundizar en el dolor de las víctimas en pantalla, juega en contra de su solidez.

Puntuación: 3.5 de 5.

Por el otro lado, profundizar en todas las herramientas de las que se disponen — al menos, en suelo estadounidense — para enfrentar semejantes situaciones. La serie cumple ambas cosas, aunque dedica todo el esfuerzo en mostrar como las cuatro circunstancias que cuenta, se agravaron por omisiones policiales o descuido legal. La creadora Cynthia Childs, veterana en narrar a través de la mezcla del documental y la ficción, convierte a cada episodio de El peor ex imaginable, en una perspectiva compleja sobre las relaciones modernas. Pero no se conforma solo con eso. 

El lado oscuro del romance

Como un formato que da una nueva dimensión al true crime, El peor ex imaginable no se limita solo a mostrar los detalles más crudos de los casos que relata. Más que eso, explora en cómo las situaciones entre parejas, en apariencia inofensivas, pueden ser el punto de inicio de algo peor y más retorcido. De hecho, lo que une a los cuatro crímenes presentados en la serie, es la lenta evolución de una relación corriente hacia terrenos violentos y crueles. Hacerlo, además, con una minuciosidad que se sostiene sobre una sólida investigación psiquiátrica. 

El primer episodio, titulado apropiadamente Saliendo con el diablo, marca el ritmo y el tono del resto. Pero a la vez, hace algo más: detallar como se desarrolla un ciclo de maltrato con minuciosa profundidad psicológica. A través de las supervivientes Amber y Jaimee, se muestra el caso de Benjamin Foster, un maltratador con un amplio historial que cometió cientos de abusos, antes de ser detenido. En especial, al canibalizar la vida y vínculos de sus víctimas, al mismo tiempo que convertir sus relaciones en parasitarias, tanto en lo económico como incluso, en lo laboral. 

Poco a poco, Foster no solo convertía a las mujeres con las que mantenía relaciones en rehenes de límites violentos y brutales. Además, las sometía al terror que cualquier denuncia ante funcionarios o incluso, parientes o amigos les podía ocasionar la muerte. Cynthia Childs tiene la suficiente habilidad para analizar este territorio complicado con sensibilidad, pero sin dejar atrás la esencia de la docuserie. Por lo que los capítulos, incómodos y la mayoría de ellos con la cualidad de explorar en las víctimas en un tono respetuoso, son más reflexivos que sensacionalistas.

El punto débil de una premisa de interés

No obstante, la serie toma una decisión controvertida, al convertir las habituales recreaciones de los hechos violentos que suelen incluir los true crimen. A primera vista, se trata de un evidente intento de evitar escenas sangrientas o de explotación, cuando la mayoría de las víctimas están vivas. Al mismo tiempo, de cuidar no convertir sus, a menudo, crueles historias en melodramas televisivos de baja calidad. Por lo que las primeras recreaciones, no son del todo incorrectas o no resultan, al menos, criticables. 

A pesar de eso, a medida que la serie avanza y las escenas se hacen más brutales, las animaciones parecen restar eficacia a la trama. Mucho más, cuando el guion cuida toda posibilidad de comprometer la integridad de las entrevistadas o sus familiares. O en cualquier caso, mostrar desde un punto de vista cuidadoso de situaciones que, todavía, se encuentran en juicios o en litigios privados. Con todo, la cualidad de registro del programa, permite a la docuserie explorar en puntos dolorosos sin violar la confidencialidad o exagerar en los detalles.

Con todo, el apartado visual resulta un problema que la serie no logra resolver a lo largo de sus cuatro episodios. Para el cuarto y último, la gravedad del caso y la forma en que se plantea visualmente, se convierte en una contradicción al tono sobrio de la producción. Lo que las animaciones, que no siempre tienen la misma calidad y en puntuales ocasiones parecen torpes o risibles, un tono innecesariamente humorístico y superficial. 

Un cierre inteligente para ‘El peor ex imaginable’

A pesar de estos problemas, El peor ex imaginable tiene la suficiente calidad en su conjunto, para ser un experimento bien construido de cómo narrar situaciones violentas. Un elemento que la serie demuestra, al dedicar los minutos finales de cada capítulo en explicar paso a paso lo que una víctima debe hacer en situaciones como las que narra. Se trata de una decisión responsable, que permite a la serie ser algo más que una explotación de momentos y eventos trágicos.

Para su cierre, la serie deja algo claro. La violencia doméstica que debe ser tratado y explorado con cuidado. Pero mucho más, respetando a las víctimas, que sobreviven día a día a las secuelas. Se trata de un subtexto complicado que pocas producciones de esta naturaleza toman en cuenta, pero que aquí, tienen un valor central. Quizás, el punto más alto de la producción.