Uno de los puntos más llamativos de Los Bridgerton, es su capacidad para desafiar las expectativas. Mucho más, lograrlo gracias a la ambición de su creadora, Shonda Rhimes, de separarse de los dramas de época, para contar algo más. Desde el estreno de la serie en la Navidad de 2020, la historia de las debutantes durante la Regencia inglesa, ha sido una mezcla entre cultura pop y también, crítica social. El resultado fue una buena cantidad de polémica — en especial, por incluir actores negros en su elenco — y una marcada personalidad en la opuesta en escena. 

Pero eso, resultó no ser suficiente para explorar mejor en el complejo universo del que proviene. La serie, adaptación de la saga romántica de la autora Julia Quinn que ya alcanza nueve libros, pareció conformarse en sus anteriores temporadas con ser una trama sensible. Pero dejó a un lado — o al menos, no profundizó en ellos a plenitud — la mayor parte de los puntos más interesantes de los libros. Con un guion más concentrado en el amor que en el relato sutilmente feminista imaginado por la autora, Los Bridgerton entretiene sin entrar en honduras. Mucho más, dejando a un lado la rebeldía y singular personalidad de sus personajes. 

No obstante, Penélope (Nicola Coughlan) sí conserva lo que la hace una figura memorable en la historia de Quinn. Inteligente, audaz, con una personalidad difícil y llena de matices, es sin duda uno de los puntos más intrigantes de la producción de Netflix. Y justamente, es gracias a ella, que la primera parte de la tercera temporada, es mucho más honesta, compacta y bien narrada que las anteriores. En especial, cuando la serie explora en sus dilemas y permite al personaje — y su alter ego — mostrar todo lo que tiene que dar sí. En específico en un momento crucial en su vida. Luego de muchos dimes y diretes, Penélope debe contraer matrimonio. 

Un momento largamente aplazado en
‘Los Bridgerton’

Por curioso que parezca, Los Bridgerton deja a un lado su parte más polémica— el de la diversidad racial de su elenco — para concentrarse en temas más abstractos. Por lo que la temporada, basada en el libro Romancing Mister Bridgerton — cuarto en la saga de Julia Quinn — esta vez pone el foco en la presión social. 

Por un lado, la que sufre Penélope al ser soltera y con la necesidad de encontrar marido. Al otro extremo, la que permite explorar, con cuidado y no siempre de manera lineal, la forma en que el personaje lidia con su deseo de escribir. Hacerlo, además, más allá de la novedad de ser leída y escuchada, en medio de chismes y rumores y sí, asumirlo como parte integral de su vida. 

Todo lo anterior, brinda a los primeros capítulos de la tercera temporada, un aire más maduro y elegante de la que ahora había tenido. Sin perder su picardía y el ritmo rápido al contar su historia, la serie se impregna de la personalidad de Penélope. Por lo que sus dilemas se vuelven un cristal, que permite analizar al resto de su familia y entorno. El guion, esta vez, es más consciente que sus protagonistas son algo más que damiselas en desgracia. Lo que brinda a Penélope la oportunidad de hacerse preguntas en voz alta sobre su lugar, en la sociedad, en la familia y qué puede esperar para futuro.

Con su peligroso alter ego acuestas, Penélope deberá decidir que tan importante es para ella, seguir siendo la voz de Lady Whistledown. Ahora bien, el argumento plantea un dilema con una respuesta difícil. ¿Podrá tomar Penélope la opción de ser algo más de una joven en busca de marido? Poco a poco, la historia conduce a su compleja figura, a una disyuntiva. ¿Puede ser el talento para escribir, algo más que una forma airear los sucesos escandalosos de la Londres de su época? 

Las decisiones de una mujer que alcanza la madurez

Todo lo anterior, mientras Penélope debe, ahora sí, tomar la decisión de hacer un lado sus expectativas hacia Colin (Luke Newton). Como se recordará, en la temporada pasada, ambos personajes terminaron en una grave desavenencia. Por lo que los primeros cuatro capítulos de la nueva temporada, dedican profundidad y contexto a cómo Penélope se enfrenta al rechazo del que fue su primer amor. 

La trama tiene la suficiente inteligencia, como para permitir que el desengaño y la decepción de Penélope, sea una forma de agregar interés a su relato. Por lo que de los chismes y rumores que enfrentaban a casas y vecinos en las anteriores entregas, Los Bridgerton brinda más importancia a profundizar en el arco de sus protagonistas. Eso, mientras Penélope crece — intelectual y espiritualmente — en lo que parece una redención que irá más allá, de solo encontrar al hombre con el cual compartir la vida en el futuro.

Uno de los elementos más relevantes de esta temporada es que la producción rinde homenaje directo al libro del cual procede. Lo hace, incluyendo en los parlamentos varias de sus mejores frases. A la vez, al imprimir a la trama, el mismo ritmo de los libros. Por los que sus dilemas pasan por una rápida evolución. Para su impactante cuarto capítulo — y que despide la temporada hasta junio entrante — Los Bridgerton deja algo claro. De ahora en más, la serie tomará más riesgos y será más elocuente con sus principales temas. 

Un apartado visual que sorprende

Como suele ocurrir de entrega en entrega, esta vez Los Bridgerton brindan especial atención al apartado visual para relacionarlo con su personaje central. De nuevo, las recreaciones de los trajes de la Regencia británica, corren por cuenta de Ellen Mirojnick. La artista recrea la época a través de combinaciones de amarillo, rojo y naranja, a tono con los trajes de su protagonista. Todo, en reinterpretaciones de los trajes de época con un toque contemporáneo que brinda a la serie su particular personalidad.

Con un cliffhanger que insinúa un final de temporada con un escándalo que cambiará todo en la serie, Los Bridgerton parecen subir la apuesta. Tanto en guion, un apartado que la serie mejora significativamente como en la forma de plantear sus dilemas. Por fin y luego de mucho esperarlo, la madurez llegó a la ciudad de Londres, tal y como la concibe Shonda Rhimes. 

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