Esta semana, un equipo de científicos chinos ha publicado un estudio que relaciona el cambio climático con el ictus. En un análisis de datos de todo el mundo, recogidos desde 1999 hasta 2019, han visto una clara asociación entre el aumento en el número de accidentes cerebrovasculares y el reporte de temperaturas extremas. Muchas personas han comentado el estudio, temerosas de los efectos del cambio climático. Pero, sin duda, el analista que se ha llevado la palma ha sido el presentador Iker Jiménez, quien ha asegurado que, quizás, el investigador que dirigió el estudio se había pasado con la absenta cuando lo publicó.

Esto supone una falta de respeto para el investigador, pero no se queda ahí. Y es que, en caso de que Quan Cheng no se hubiese pasado con la absenta, para Iker Kiménez cabe la posibilidad de que la asociación tenga algo que ver con el campo magnético de Urano. Todo con muchísimo más sentido que un estudio llevado a cabo por científicos, con resultados recogidos durante 3 décadas y una revisión realizada por científicos ajenos al grupo de investigación. 

No vale ni siquiera la pena hablar sobre la influencia de Urano. Confiemos en que fuese una broma y que la sociedad no está llegando a ese punto. Pero sí que podemos analizar si realmente hay una relación entre el cambio climático y el ictus o, al menos, entre el calentamiento global y la mortalidad por esa y otras causas.

La reciente relación entre el cambio climático y el ictus

Este es un estudio observacional en el que se analizan los momentos en los que ha habido aumentos en los casos de ictus y se comparan con posibles cambios en las temperaturas globales.

De este modo, sus autores encontraron que las temperaturas por encima y por debajo de lo estimado para esa época del año solían relacionarse con un aumento en los casos de accidentes cerebrovasculares. Ocurre sobre todo con las temperaturas bajas y es algo que tiene sentido, ya que el frío provoca que se contraigan los vasos sanguíneos. Si esto ocurre, aumenta la presión arterial y es más fácil que se produzca un ictus. Lo normal sería que afectase sobre todo a las personas de más edad y eso es justamente lo que comprobaron en el estudio. También parecía afectar mucho más a los países en los que hay una mala distribución del acceso a la sanidad.

En el caso concreto de 2019 se vio que hubo 521.031 muertes por ictus en las zonas analizadas. De todos ellos, 474.002 podrían relacionarse con las temperaturas especialmente bajas.

Además, hubo más de 9 millones de años de vida perdidos por muertes o discapacidad a causa de esa asociación con el cambio climático.

Las limitaciones del estudio

Los propios autores del estudio reconocen que este tiene ciertas limitaciones. La más importante es que no se tienen en cuenta otros factores que podrían aumentar este tipo de muertes, como el colesterol alto. Además, se encuentra una asociación entre el cambio climático y el ictus, pero no se logra dar la causa, más allá de la explicación plausible del frío y la tensión arterial.

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El cambio climático puede afectar a la salud neurológica de muchas formas diferentes.

Esto no es algo nuevo

Está claro que estos son unos resultados preliminares y que los autores del estudio necesitan seguir investigando. No obstante, la relación entre el cambio climático y el ictus es algo que ya se había analizado.

Por ejemplo, en 2023 un equipo de científicos de la Clínica Cleveland encontró varias patologías neurológicas que podrían verse exacerbadas por el cambio climático. Observaron que a medida que avanza el calentamiento global y las temperaturas se hacen más extremas se eleva la incidencia de accidentes cerebrovasculares, así como migrañas y demencias. También parece que empeoran los síntomas de enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple. Y eso no es todo.

Protesta cambio climático
Los efectos del cambio climático sobre la salud están más que estudiados.

La propia Organización Mundial de la Salud ha advertido que el cambio climático puede traer enfermedades a muchos niveles. Para empezar, como ya hemos visto, las temperaturas extremas podrían causar más trastornos cardiovasculares, incluyendo el ictus. Las olas de calor podrían ser especialmente peligrosas.

Por otro lado, los incendios forestales, además de la destrucción de ecosistemas, agudizarían los síntomas de algunas enfermedades respiratorias, mientras que la sequía y las inundaciones podrían aumentar las inseguridades alimentarias. Todo eso sin contar la gran cantidad de enfermedades transmitidas por insectos que ya están empezando a darse en lugares poco habituales a causa del cambio climático.

Por lo tanto, ni absenta ni Urano. Los riesgos para la salud del cambio climático son una realidad más que contrastada. Si queremos fuentes, recurramos a la ciencia y no a Iker Jiménez. 

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