Si algo sorprendió de la miniserie Hermanos de sangre de 2001 fue su rigurosidad. Al mismo tiempo, la forma en que la producción analizó los eventos de la Segunda Guerra Mundial con minuciosidad, pero sin perder de vista a sus personajes. El resultado es un relato sangriento, emocionante y meticuloso, que se volvió icónica en el siempre controvertido género de la crónica histórica desde la ficción. Pero el equipo de productores, encabezados por Steven Spielberg, Tom Hanks y Gary Goetzman, lograron evitar los escollos de inexactitud y en particular, el melodrama. Lo que dio como resultado una historia inteligente, brillante y bien narrada.

Otro tanto ocurre con la secuela espiritual de la obra, la actual Los amos del aire de Apple TV+. En este caso, y con el mismo talento detrás de la producción ejecutiva que la anterior producción, la serie narra al conflicto bélico que devastó Europa. Pero haciendo hincapié en lo humano. Mucho más, en la forma que el compromiso del grupo de pilotos estadounidenses, fue esencial, para lograr el éxito contra la mortal Luftwaffe alemana.

Los Amos del Aire

La serie de Apple TV+ regresa al género bélico con una cuidada recreación acerca de las batallas aéreas del llamado Bloody Hundredth. El grupo destruyó más de cien aviones alemanes y la producción reconstruye la hazaña con un prodigio visual que convierte las batallas en una experiencia inmersiva. Pero su punto más fuerte es el guion, que dedica tiempo, interés y profundidad a sus personajes.

Puntuación: 4.5 de 5.

 A través de un cuidadoso apartado visual, que recrea casi con técnica inmersiva las principales batallas aéreas, la trama también hace algo más. Pone en perspectiva la importancia de la pericia de pilotos que debieron enfrentar brigadas la mayoría de las veces, encontrándose desventaja numérica y tecnológica. 

Un relato emocionante y bien pensado

Pero, ¿qué es cierto y qué no lo es de lo que cuenta la serie? En realidad, buena parte de su argumento está basado en hechos concretos. De la misma manera que Hermanos de sangre, la serie de Apple TV+ dedica una buena cantidad de tiempo al contexto real de su historia. Lo que permite que la producción, no sea solo una recreación aproximada. También, es un inusual punto de vista que profundiza en la forma en que la guerra, se convirtió en detonante de nuevas tecnologías. Eso, sin olvidar el arrojo y valentía de los pilotos que enfrentaron las peores condiciones y lograron victorias determinantes durante el período más cruento del enfrentamiento mundial.

Los amos del aire adapta la novela Masters of the Air: America’s Bomber Boys Who Fought the Air War Against Nazi Germany de Donald L. Miller. El texto, reconocido por la pulcritud histórica de su autor, pero también, por su directo homenaje a los pilotos sobrevivientes y fallecidos del grupo, es la fuente principal del guion. Pero a la vez, la serie cuenta con un equipo de cronistas históricos que lograron recrear en una narración coherente. El resultado es un relato emocionante y muy cerca de lo verífico de lo ocurrido con uno de los equipos aéreos más feroces de la historia. 

El grupo de Bombarderos 100, conocido como el Centésimo Sangriento, tuvo su origen en la base del Ejército de Orlando (Florida). El 1 de junio de 1942, una orden especial presidencial, convocó a 230 soldados y 24 oficiales en cargos diversos, para crear una armada específica. Posteriormente, el grupo se reunió el 27 de octubre, aunque todavía sin una misión específica. Sería el 14 de noviembre de 1942, cuando el grupo recibió instrucciones a través del Coronel Darr Alkire, su primer oficial al mando. 

Tanto en el libro como en la serie, se pone de relieve el cuidado, la dedicación y los requisitos que el grupo debía cumplir. Además de ser estupendos pilotos probados en diversas misiones, a la vez era necesario que pudieran demostrar un arrojo y coraje especiales. La mayoría llevarían a cabo misiones por aire, que requerían toda la destreza y asimismo, la conciencia que se encontraban al borde de la muerte. 

¿Cómo estaba organizado el Centésimo Sangriento?

Una vez que las convocatorias terminaron, el escuadrón tenía 37 tripulaciones, conformadas por diez hombres cada una. Pero organizar semejante despliegue de pilotos y vuelos que debían encaminarse a un único objetivo, no fue sencillo. De hecho, uno de sus primeros vuelos de reconocimiento, que ocurrió el 20 de abril de 1943, terminó en un preocupante fracaso. Se trató de un trayecto corto desde Kearney (Nebraska) a Hamilton Field (California). Pero la confusión entre órdenes provocó todo tipo de fallos, por lo que Darr Alkire fue relevado de su cargo. 

Para el 26 de abril, Howard Turner tomó el mando del grupo. Su primera decisión fue dedicar más de veinte días al entrenamiento avanzado. Pero en específico, lograr que el equipo pudiera colaborar en armonía y de forma ordenada. Para el 25 de mayo de 1943, la configuración final de 35 tripulaciones volaron a Inglaterra. Y pocas semanas después, ya se encontraban en la célebre Estación 139 en Thorpe Abbotts, Inglaterra. La Centésima Sangrienta permanecería en el lugar, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Los amos del aire: sus grandes proezas

A pesar de la habilidad de los pilotos y que contaban con la tecnología más actual en cuanto a diseños militares, lo cierto es que el grupo tuvo considerables pérdidas en sus misiones. De allí su apodo. Muchas veces, se pidieron entre 12 y 13 aeronaves en un único ataque. Después del primero — un ataque por aire a instalaciones alemanas en Brenem — Howard Turner fue sustituido. Esta vez, tomaría el mando Neil B. Harding (James Murray en la ficción), que lo ostentaría hasta principios del año 1944. 

La Centésima Sangrienta se esforzó por destruir aeropuertos, instalaciones de construcciones de submarinos y piezas aeronáuticas alemanes. Su labor se consideró tan exitosa que le valió la Mención Distinguida de Unidad por sus esfuerzos. Para el final de la guerra y según la web que recopila sus diversas misiones, de su misión inicial en 1943 a la final en 1944, la unidad registró 306 misiones en total. 

Todo, con un altísimo nivel de éxito. Al menos, 261 aviones alemanes fueron derribados, lo que incluyó el rotundo éxito de destruir un caza ME-262, uno de los aviones artilleros más temido de Alemania. Lo que convierte al grupo, no solo en una mirada a una parte por completo nueva de la Segunda Guerra Mundial, sino, a la vez, en un ejemplo de valor. 

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