Una de las mayores disputas entre hombres y mujeres es una simple cuestión: ¿Qué duele más? ¿El parto o una patada en los testículos? Es una pregunta difícil de responder; ya que, salvo quizás una posible excepción asociada a la intersexualidad, generalmente alguien con testículos no puede parir. Es decir, nadie puede sentir los dos dolores y compararlos. Por eso, solo nos queda la ciencia para dar respuesta y no es una respuesta sencilla.

No lo es, básicamente, porque el dolor es algo subjetivo. Es imposible comparar dos tipos de dolor tan diferentes, que se dan en circunstancias tan distintas. No se trata de que las personas que paren sean más o menos resistentes que quienes tienen testículos. Simplemente, el ambiente en el que se da el estímulo doloroso puede incluso hacer que sea muy diferente cada vez. 

Por otro lado, cabe destacar que, a pesar de esta eterna disputa, algunos expertos coinciden en que hay dolores peores que el parto y una patada en los testículos. Sería, por ejemplo, el caso de la neuralgia del trigémino. Un tic doloroso en la cara, de origen neuropático, de tal intensidad que incluso se le conoce como la enfermedad suicida. Pero volvamos a los dos dolores de la discordia. Nadie discute que son especialmente intensos. Por eso, antes de enfrentarlos, veamos a qué se debe cada uno de ellos.

Dolor para proteger los espermatozoides

Los testículos están muy expuestos. Durante el desarrollo embrionario, estos órganos se forman dentro del vientre. Sin embargo, aproximadamente a los 6 meses de edad, descienden hasta el escroto. 

Esto es necesario, ya que los espermatozoides, que se forman dentro de los testículos, necesitan una temperatura ligeramente inferior que la corporal. Por eso, al estar fuera, pueden refrigerarse. Pero claro, también quedan más expuestos.

Por eso, los testículos tienen muchísimos nervios. Y una buena dosis de nervios sirve para dar mucho placer, pero también mucho dolor. Ese dolor es evolutivamente necesario, ya que empuja a las personas con testículos a protegerlos casi instintivamente. Se hace para evitar el sufrimiento, pero de paso se evita que se dañen los espermatozoides y se ayuda a perpetuar la especie.

Parir no se queda atrás

Durante el parto, el útero se contrae para ayudar a empujar al bebé por un canal que originalmente no mide más de 3 centímetros. Poco a poco estira, desde luego, pero no lo suficiente como para que no se perciba dolor. Además, este dolor es especialmente intenso en el caso de los seres humanos, por el tamaño de las caderas. Por si fuera poco, no solo es un dolor muy intenso, sino que suele ser mucho más duradero, ya que el parto puede alargarse durante horas o incluso días. Este es el primer motivo por el que no podemos comparar el dolor del parto y una patada en los testículos. Uno es mucho más agudo y el otro se alarga en el tiempo.

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El dolor de parto es mucho más duradero que el de una patada en los testículos. Crédito: Jimmy Conover (Unsplash)

Entonces, ¿parto o patada en los testículos?

Hay publicaciones que circulan por internet que aseguran que una patada en los testículos es equivalente a 160 partos o 3.200 huesos rotos. ¿Fuente? La de los Deseos.

No hay ni un solo estudio científico que compare el dolor de un impacto en los testículos con ningún otro. Además, es que es humanamente imposible compararlo, entre otras cosas, porque, ¿qué son 160 partos? Cada parto es distinto, con una sensación de dolor diferente que, como con la patada en los testículos, tiene mucho de subjetivo. Lo mismo ocurre con los huesos rotos. 

Por eso, antes que comparar el dolor del parto y el de una patada en los testículos, lo que deberíamos hacer es no menospreciar ninguno de ellos. Si alguien se queja de dolor, sea cual sea su origen, lo último que debemos hacer es invalidarlo, argumentando que hay dolores peores. Solo haremos más daño a la persona que está sufriendo y, para colmo, no estaremos dando un argumento científico. Eso también es doloroso.