A finales de 2021, la entonces primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, anunció una pionera ley antitabaco, dirigida a crear una generación libre de humo y, con ello, a salvar miles de vidas. Tal fue la acogida de su propuesta por los legisladores mundiales en materia de salud, que otros países anunciaron que se unirían a ella. Sin embargo, ni siquiera ha dado tiempo a que la ley entre en vigor. El nuevo gobierno neozelandés ya la ha derogado, sin esconderse sobre los motivos para hacerlo: el dinero.
La ley antitabaco de Nueva Zelanda consistía en subir anualmente la edad a la que está permitido fumar. Actualmente, al igual que en otros muchos países, se sitúa en los 18 años. Habría permanecido así hasta 2026, pues ese año se subiría hasta los 19. Y así, anualmente, un año más. De ese modo, llegaría un momento en que los más jóvenes nunca tendrían permitido fumar. Puede parecer algo muy estricto, pero con ello se salvarían millones de vidas y se ahorrarían millones de dólares en materia de salud.
Sin embargo, durante su campaña electoral, el nuevo Gobierno del país anunció una bajada histórica de los impuestos y para hacer algo así se necesita recaudar de algún modo. Dado que la industria tabacalera resulta muy rentable al estado, la decisión estaba clara para la coalición de derechas que actualmente preside Nueva Zelanda.
Adiós a una rompedora ley antitabaco en Nueva Zelanda
La nueva ministra de finanzas, Nicola Willis, ha sido la encargada de anunciar el fin de la ley antitabaco. No lo han hecho desde el ministerio de sanidad, porque la única motivación para tomar esta decisión ha sido económica.
La industria del tabaco aporta a Nueva Zelanda unos 2.000 millones de dólares en ingresos fiscales. Por lo tanto, es un buen método para recaudar el dinero que, de otro modo, se recortará en impuestos.
Según un estudio reciente, iniciativas como la ley antitabaco de Ardern pueden suponer un ahorro de 1.300 millones de dólares en cuestiones de salud en los próximos 20 años. Eso sigue sin compensar las ganancias de la venta de tabaco, por lo que no ha supuesto un motivo suficiente para el nuevo Gobierno.
Como tampoco lo han sido las vidas que se hubiesen salvado. En uno de sus informes sobre tabaco, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que cada año mueren aproximadamente 8 millones de personas por su causa. De todas ellas, 7 millones se deben al consumo directo, pero el millón restante son fumadores pasivos. Personas que no decidieron fumar y que, aun así, han experimentado sus efectos hasta costarles la vida.
Estas cifras habrían caído estrepitosamente si se hubiese materializado la generación libre de humo que planteaba esta ley antitabaco. Afortunadamente, otros países sí que siguen adelante con la iniciativa. Ojalá los nuevos dirigentes que vayan llegando a sus Gobiernos no pongan el dinero por encima de la salud de los ciudadanos.
Otros países sí siguen adelante
La obtención de una generación libre de humo es solo una de las muchas medidas recomendadas por la OMS para acabar con los problemas de salud derivados del tabaco. Otros ejemplos de medidas son el desarrollo de campañas sanitarias para ayudar a la población a dejar de fumar, las advertencias de salud ilustradas, la subida de impuestos a las tabacaleras, y el control de otros productos con nicotina, como los cigarrillos electrónicos.
Este mismo año, el director general de la Organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró que solo cuatro países del mundo cuentan con un paquete de medidas completo, que sigue la mayoría de sus recomendaciones. Estos son Brasil, Mauricio, Turquía y Países Bajos. Apenas un país por continente. En la Unión Europea solo contamos con los Países Bajos, a pesar de que las cifras son demoledoras. Alrededor del 18,4% de la población mayor de 15 años informó que eran fumadores diarios en 2019, con tasas que variaron desde el 28,7% en Bulgaria hasta el 6,4% en Suecia, según el Eurostat.
Al menos, algunos países sí que han puesto en marcha una ley antitabaco similar a la que ahora deroga Nueva Zelanda. Es el caso de Portugal, que también se ha propuesto conseguir una generación libre de humo.
Está claro que hay mucho trabajo por hacer en todo el mundo. Más rápido o más despacio, lo importante es dar pasos hacia delante. Por desgracia, en Nueva Zelanda empezaron siendo pioneros, pero ahora han dado un gran paso hacia atrás.