El Telescopio Espacial James Webb sigue hurgando en los rincones del universo y, de tanto en tanto, nos sorprende con un increíble nuevo descubrimiento. Esta vez, la potente herramienta de la NASA se topó con un planeta extremadamente caliente en el que llueve arena. Pero hay más: contiene una gran cantidad de vapor y azufre, lo que daría a su atmósfera el olor a cerillas quemadas.

Ya los científicos, antes de estas últimas observaciones, se habían dado cuenta de que se trataba de un planeta exótico. Le habían apodado «el algodón de azúcar», por ser muy grande y ligero. El exoplaneta WASP-107b tiene un tamaño bastante mayor al de Neptuno y algo menor al de Saturno. Orbita una estrella ligeramente más fría y menos masiva que nuestro Sol, a unos 200 años luz de distancia. Para darles una mejor idea de su ubicación, apunta a la constelación de Virgo.

Es la esponjosidad de este exoplaneta lo que permite a los astrónomos mirar con más profundidad su atmósfera. Casi 50 veces más en comparación con la profundidad de exploración lograda para Júpiter, para ser más precisos. Así, con los datos del James Webb y el análisis de investigadores del Instituto de Astronomía de KU Leuven, pudieron ir revelando uno a uno los secretos de este planeta, como la lluvia de arena.

Es la primera vez que se identifica la composición química de las nubes de otro planeta, explican en el estudio publicado esta semana en la revista Nature. El James Webb «remodela nuestra comprensión de la formación y evolución planetaria, arrojando nueva luz sobre nuestro propio Sistema Solar», dijo Leen Decin, autor principal de la investigación, en un comunicado.

¿Por qué llueve arena en este planeta que encontró el James Webb?

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De acuerdo con los datos recopilados a través del James Webb, las nubes de WASP-107b contienen arena de silicato. En su atmosfera, ocurriría algo parecido al ciclo del agua de nuestra Tierra, solo que con arena que va cambiando entre los estados sólido y gaseoso.

Las zonas más bajas de la atmósfera presentan temperaturas cercanas a los 1.000 °C. Los científicos creen que el vapor de silicato se eleva, se enfría y forma granos de arena microscópicos. Son tan chicos que no podrías verlos. Así se formarían estas nubes de polvo que, en algún momento, se volverían tan densas que ocurriría lo impensado: comenzaría a llover arena en el planeta. En algún punto, mientras cae, la arena volvería a convertirse en vapor por el calor y completaría el ciclo.

«Por primera vez, el James Webb permite una caracterización atmosférica profunda de un exoplaneta que no tiene ninguna contraparte en nuestro sistema solar», dijo Achrene Dyrek, otro de los líderes del estudio. «¡Estamos desentrañando nuevos mundos!».

El Telescopio Espacial James Webb es el principal observatorio científico espacial del mundo. En julio pasado cumplió su primer año de actividad y nos ha ofrecido miradas inéditas que han cambiado la forma en la que comprendemos el universo. En septiembre, por ejemplo, se publicó el descubrimiento de un potencial mundo acuático que podría albergar vida. El programa está liderado por la NASA, en colaboración con Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense.

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