Hace años que Michael y sus compañeros del observatorio detectaron un planeta muy lejano, cuya ubicación y composición atmosférica lo hacían idóneo para la vida. Necesitaban más información, por lo que decidieron lanzar una nave cargada con un rover hasta este planeta, al que bautizaron como la canica azul. Ahora, se encuentran celebrando que el aterrizaje ha sido exitoso y que las primeras imágenes captadas por el rover ya están cargándose en su ordenador. Contienen la respiración y, de repente, aterrorizados, ven cómo la pantalla se llena con la imagen de enormes bestias de cuerpo emplumado y aspecto fiero, sacudiendo con sus pesados pasos la superficie del planeta en el que el rover se mantiene a duras penas. Todo esto podría parecer el argumento de una película futurista, pero en realidad es lo que habría pasado si una civilización extraterrestre hubiese encontrado la Tierra hace 100 millones de años. 

En mayo de 1999 se lanzó el proyecto SETI, dirigido a buscar señales de radio susceptibles de haber sido enviadas desde otros planetas. En 1995, los astrofísicos Didier Queloz y Michel Mayor descubrieron por primera vez un exoplaneta. Esto abría un inmenso abanico a la búsqueda de nuevos mundos. Poco a poco se perfeccionaron una serie de técnicas que permiten calcular la probabilidad de que un planeta sea habitable, pero seguimos sin encontrar vida. Ahora bien, ¿qué pasaría si lo hiciésemos a la inversa? ¿Puede que haya seres inteligentes en otros mundos buscando vida extraterrestre y que no consigan dar con nosotros?

Es posible que sí. Al fin y al cabo, sería bastante egocéntrico pensar que estamos solos en el universo. El problema es ese, que el universo es inmenso y que la búsqueda es complicada para unos y para otros. Por eso, un equipo de científicos de la Universidad de Cornell ha llevado a cabo un estudio dirigido a comprobar cuándo habría sido más fácil encontrarnos desde un planeta extraterrestre. Y los resultados son de lo más curiosos, pues resulta que pudo ser mucho más fácil dar con la Tierra cuando aún la habitaban los dinosaurios.

La sencilla, pero complicada, búsqueda de vida extraterrestre

Una vez que se detecta un exoplaneta, es importante tener en cuenta dos factores para saber si es habitable. Por un lado, debe encontrarse en la zona de habitabilidad de su estrella. Es decir, ni demasiado cerca para que el agua se evapore, ni tan lejos como para que se congele. 

Además, debe tener atmósfera, que proteja su superficie de las radiaciones cósmicas, y la composición de dicha atmósfera debería contener gases necesarios para la vida. Esto último se analiza mediante la medición de espectros. Es decir, se estudia cómo se bloquea la luz que llega hasta el planeta. Según los gases que haya en ella, se bloquearán unas longitudes de onda u otras, de manera que el espectro formado por la luz que no se ha bloqueado puede dar información sobre cuáles son esos gases.

Lógicamente, que se encuentren estos gases en una zona habitable no quiere decir que haya vida en el planeta con total seguridad. Habría que enviar sondas o robots a estudiar más de cerca el escenario, como hizo Michael el extraterrestre. Aunque no es tan sencillo, pues, lógicamente, el primer párrafo de este artículo no es más que una dramatización simplificada.

Ahora bien, si nosotros podemos medir los espectros de otro planeta, ¿no podrían medir el nuestro desde un lejano planeta extraterrestre? No hay motivos para pensar que no. 

extraterrestre, exoplaneta ovalado
En 30 años de búsqueda de exoplaneta se han perfeccionado las técnicas para buscar señales de vida. Crédito: ESA

Una habitabilidad que pasa desapercibida

Los científicos terrícolas de la Universidad de Cornell quisieron saber cómo se nos ha visto desde el espacio en los últimos millones de años.

Concretamente, se centraron en un periodo conocido como Fanerozoico, que empezó hace unos 542 millones de años y continúa en nuestros días. Su traducción es “vida visible”, pues se corresponde con los años en los que la Tierra ha estado habitada por vida no microscópica.

Esta vida, a su vez, es responsable de la composición de la atmósfera. Una composición que ha ido modificándose poco a poco en todo ese tiempo. Hoy en día tenemos el cambio climático impulsado por el ser humano como principal motivo de cambio de dicha composición, pero ha habido otras modificaciones por otras causas que, aun siendo igualmente aptas para la vida, darían lugar a un perfil espectral muy diferente si los extraterrestres nos investigaran. 

Utilizando modelos climáticos y datos sobre registros fósiles, pudieron calcular las firmas espectrales de la atmósfera cada 100 años. Los niveles de oxígeno a lo largo del Fanerozoico han variado desde un 15% hasta un 30%. Ambos límites rozan los extremos del 13%, en el que no se podría encender el fuego, y el 35%, con el que la materia ardería tan deprisa que sería imposible hacer crecer los bosques. Actualmente estamos en un saludable 21%. Saludable en lo que respecta al oxígeno, por supuesto. Los niveles de gases de efecto invernadero los dejamos para otros muchos artículos.

La era de los dinosaurios

El 30% se corresponde justamente con los años en los que la Tierra estaba habitada por dinosaurios. Es un porcentaje de oxígeno muy alto, pero, además, va acompañado de otros gases cuyas firmas, si nosotros las viésemos en un planeta extraterrestre, nos servirían como un indicio muy bueno de vida.

Concretamente, con este estudio se vio que las firmas espectrales compuestas mayoritariamente por oxígeno y metano u ozono y metano son las que se podrían haber relacionado más fácilmente con la vida. Y estas predominaron hace 100-300 millones de años, especialmente en tiempos de dinosaurios.

Por lo tanto, si Michael el extraterrestre y sus compañeros hubiesen existido, quizás se hubieran encontrado con nosotros. Pero quizás se toparon con un planeta lleno de fieras sin compasión y decidieron irse con sus naves a otra parte. Hubiese sido lo más inteligente, de eso no cabe duda. 

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