Una mujer rusa de 80 años acudió al hospital a realizarse un TAC cerebral por motivos totalmente ajenos a lo que encontraron los médicos. Y es que, a pesar de que nunca se había quejado de dolores de cabeza a lo largo de su vida, las imágenes por tomografía computarizada mostraron la presencia de una aguja en el cerebro.

Esta tenía tres centímetros de longitud y se encontraba alojada en el lóbulo parietal izquierdo. Aparentemente llevaba ahí toda su vida, por lo que se sospecha de un intento de infanticidio que no salió bien. No es la primera vez que se detecta algo así. Hay varios casos en la literatura científica en los que se describe la presencia de una aguja en el cerebro de una persona, normalmente anciana. Se debe a que, en algunos lugares del mundo, en épocas de hambruna en las que sería imposible mantener a un bebé, era relativamente habitual intentar acabar con sus vidas insertando una aguja en las fontanelas.

En algunos casos suponía una muerte rápida. Sin embargo, otras veces no ocurría nada y los padres, asustados, preferían dejar la aguja donde estaba y continuar con sus vidas. El de esta mujer rusa, que nacería durante la Segunda Guerra Mundial, es solo uno, pero hay otros muchos casos como el suyo. Desgraciadamente, solo conocemos una pequeña proporción de los que sobrevivieron. Habrá otros muchos que tampoco morirían y a los que nunca se hizo un TAC que sacase a la luz la aguja en el cerebro. Y también muchísimo que, desgraciadamente, sí fallecieron. 

Una aguja en el cerebro para cortar el hambre de raíz

Los cráneos de los bebés tienen zonas aún sin unir por completo, en las que el cerebro está mucho más descubierto. Estas partes blandas se conocen como fontanelas y es muy importante evitar golpes, ya que pueden ser fatales.

También son zonas en las que es muy sencillo clavar una aguja y que esta llegue rápidamente al cerebro. Por eso, en épocas de hambruna, en el pasado, era una forma de infanticidio habitual. La muerte era rápida y normalmente indetectable, ya que la aguja apenas dejaba rastro y no era una época en la que las autopsias fuesen habituales. Mucho menos en países en guerra o sumidos en la pobreza por otros motivos.

Se cree que la idea proviene de los relatos persas, en los que se describe habitualmente el infanticidio por este método. De hecho, la mayoría de casos descritos por científicos se han dado en Turquía e Irán, aproximadamente en el territorio donde se ubicaba el antiguo imperio de Persia. 

También se han descrito unos pocos casos en el Extremo Oriente, Europa y Estados Unidos. Todos ellos relatan situaciones parecidas. Una persona anciana acude a realizarse un TAC y las imágenes revelan una aguja en el cerebro. Normalmente los pacientes no han tenido síntomas en toda su vida y, por lo general, vienen de familias pobres que pasaron por hambrunas en la época de su nacimiento.

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La mayoría de casos se han detectado con un TAC realizado por otro motivo. Crédito: Accuracy (Unsplash)

El caso de la mujer rusa

Este último caso tuvo lugar en el extremo oriente ruso. La mujer nació en plena Segunda Guerra Mundial, cuando la Unión Soviética se encontraba sumida en la pobreza. Por eso, es muy probable que sus padres, ante la desesperación de no tener con qué alimentarla, intentasen acabar con su vida insertando una aguja en su cerebro.

No funcionó, por lo que no intentaron sacarla para no complicar más las cosas. Y allí se quedó. Por suerte, la paciente tuvo una vida sana en ese aspecto. No mostró dolores de cabeza ni mareos ni, en general, ningún síntoma que pudiese asociarse con un cuerpo extraño alojado en su cerebro.

Tanto ella como otros pacientes descritos en la literatura científica no han sido intervenidos para retirar las agujas. La operación podría ser complicada y, al fin y al cabo, no parecían estar manifestando ningún síntoma. Eso sí, una vez detectada la situación, se someten a un seguimiento regular para comprobar que todo sigue igual.

En definitiva, esta mujer se hizo un TAC por otro motivo y descubrió que sus padres, aterrados por el hambre, intentaron hacer algo terrible con ella. Las pesadillas de la guerra pueden seguir muy presentes muchísimos años después de apagarse el eco de los últimos disparos. 

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