La propagación de los smartphones está probada empírica y estadísticamente. Un simple examen en la vía pública, en el metro, el bus o en un restaurante revelará el protagonismo de esos dispositivos en lo cotidiano. ¡Decenas y cientos de rostros iluminados por las pantallas conforman el paisaje! En términos numéricos, el último relevamiento anual de Statista indicó que nos acercamos a los 7.000 millones de teléfonos, en un mundo con unos 8.000 millones de habitantes. En ese marco, la adicción al móvil es una problemática recurrente, a la que especialistas califican como un trastorno que debe ser atendido oportunamente.
Aquel comportamiento tiene nombre propio: nomofobia. El término proviene del inglés —por “no mobile phone phobia”—, y refiere al miedo irracional que provoca estar alejado del móvil. O que, acaso, el equipo deje de funcionar. La Fundación Samadhi, una asociación civil sin fines de lucro radicada en México que trata diversas adicciones, incluyendo las tecnológicas, apunta los síntomas asociados a este trastorno. Los más frecuentes son la ansiedad, la irritabilidad, el pánico, la pérdida de la noción del tiempo, aislamiento y tedio general, entre otros. A eso se añaden padecimientos de orden físico, como dolor de estómago, jaquecas o taquicardia.
Ahora bien, ¿cómo identificar fehacientemente una adicción al móvil? ¿Qué comportamientos específicos muestran que, realmente, el nivel de apego al smartphone provoca una merma en el bienestar? “Se trata de dependencia y de tolerancia. Al no poder utilizar el dispositivo, la persona sufrirá un gran malestar psicoemocional e, incluso, físico. Es decir, experimentará el síndrome de abstinencia”, señalan desde la mencionada asociación. En ese sentido, subrayan la importancia de acudir a la asistencia de un profesional en el caso de detectar las mencionadas señales.
Adicción y uso excesivo del móvil: la importancia de un diagnóstico adecuado
Al abordar la adicción al móvil, Diana Sahovaler de Litvinoff, miembro de la Federación Psicoanalítica de América Latina, valora el correcto empleo de los términos y las definiciones. “Muchas veces se utiliza en forma liviana la palabra ‘adicción’ para denominar un uso excesivo, o incluso el entusiasmo”, dice la especialista en diálogo con Hipertextual, y remarca la conveniencia de un acompañamiento adecuado.
Entonces, ¿qué es lo que identifica a los comportamientos adictivos?
Se caracterizan por el apego a una sustancia o una actividad que se usa para tapar cualquier tipo de ansiedad, y cuya falta provoca mucha angustia. En esos casos, se genera un estado afectivo, ya sea de tranquilidad o de exaltación, pero que aleja al individuo de una realidad que le resulta intolerable. El adicto siente que maneja la situación, aunque ocurre totalmente lo contrario. Así, esa sustancia o actividad adictiva se transforma en algo que absorbe su energía, su vitalidad, su tiempo y lo aleja de sus vínculos.
¿Qué ocurre, en específico, con la adicción al móvil?
Es interesante. El teléfono es un medio de comunicación realmente fantástico. Es una computadora que está al alcance de la mano, que nos sirve para tener información y conexión. Pero al mismo tiempo puede transformarse en un refugio, en una forma de evitar la comunicación.
¿La problemática afecta especialmente a un grupo etario? Es usual advertirla en niños y adolescentes, aunque entendemos que ellos no son los únicos…
Muchas veces los chicos o los adolescentes tienen dificultades, ya sea sociales o en el colegio. Entonces se refugian, en lugar de afrontarlas. En esos casos, los padres tendrían que estar atentos y hacer una consulta. El objetivo es proporcionarles más recursos. Que no tengan que recurrir a ese refugio donde se sienten más hábiles o reconocidos, pero que también los aísla de las posibles soluciones.
La adicción también puede verse en los adultos, y a veces lo señalan en el hijo. Lo que pasa es que el adulto, cuando ve al niño o al adolescente entretenido con el teléfono, se siente excluido. Entonces aparece una reacción. A veces se evidencia una tendencia a interrumpir ese placer en el niño, que el padre no es capaz de tener.
Además, es usual que el adulto esté acostumbrado a ser el que guía y supervisa. Y con la tecnología sucede que muchas veces el hijo es el que tiene más facilidad, porque nació en un mundo tecnológico. Así, termina siendo el que guía, el que tiene el control. Entonces al adulto le cuesta perder eso y quiere interrumpir, regular. Por ejemplo, fijar horarios de conexión, que es una manera de recuperar ese control que perdió.
En cualquier caso, ¿cómo se controla la tendencia al uso excesivo, e incluso los casos de adicción al móvil?
A veces es difícil hacerlo solamente empleando la voluntad. En general, si uno siente que está muy pendiente de los ‘me gusta’, de la consideración del otro, de los mensajes, etcétera, entonces tiene que tratar de conocerse más a sí mismo. Una buena idea es hacer una consulta con un profesional y entender qué está ocurriendo cuando se está demasiado pendiente, o se utiliza demasiado el teléfono, en lugar vivir otras realidades.
De acuerdo a la psicoanalista Sahovaler de Litvinoff, la consulta profesional es relevante para poner las cosas en su sitio y evitar diagnósticos errados. La experta concluye que el problema es la adicción en sí, y no el móvil. “Puede ser al teléfono, pero también a cualquier cosa susceptible de ser convertida en un objeto de adicción. Una sustancia química, una la pelota de fútbol, el juego. Cualquier situación que sirva para taponar una angustia, una ansiedad y aislarse del contexto, termina transformándose en el único y central motivo de la vida”.
La nomofobia en España
Investigadores de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) realizaron un estudio que enseña información relevante sobre la adicción al móvil en España. En línea con las consideraciones de Sahovaler de Litvinoff, hallaron que las personas jóvenes son las más vulnerables. En concreto, la franja etaria con más prevalencia de nomofobia es la de entre 14 y 16 años. Además, las más afectadas son las adolescentes.
Los especialitas evaluaron múltiples dimensiones vinculadas al uso de la tecnología. En función de esos aspectos, establecieron tres perfiles: usuario "ocasional", "en riesgo" y "con problemas". Las conclusiones encendieron las alarmas: uno de cada cuatro participantes se considera en el último grupo, porcentaje que podría crecer en los próximos años, alertaron los autores del informe.
“El smartphone no es de por sí negativo. Pero los expertos están convencidos de que el uso del móvil no es inocuo. Por eso, es necesario abordar una educación integral de las personas que las prepare para ser ciudadanos digitales”, apuntaron desde la UNIR. Por su parte, Joaquín Manuel González-Cabrera, director del grupo de investigación Cyberbullyng-OUT de esa universidad y autor principal del trabajo, señaló que “serán necesarias más investigaciones, especialmente de seguimiento temporal, para evaluar el impacto de la adicción al móvil” en los adolescentes españoles.
Datos y estudios relevantes sobre la adicción al móvil
- La problemática crece, conforme pasan los años. Un estudio publicado en 2022 en la revista Sleep de Oxford Academic indicó que el 89 % de los estudiantes universitarios considera que sufre de adicción al móvil moderada o severa. En el 2012, esa estadística era del 77 %.
- De acuerdo a una investigación divulgada en la National Library of Medicine, es posible que las personas nomofóbicas nunca apaguen sus teléfonos. También tienden a mantenerlos cerca, incluso a la hora de dormir. Algunos necesitan llevar un dispositivo adicional como “medida de seguridad” en caso de que perder el móvil o querdarse sin batería.
- Un informe de la plataforma App Annie, observó que el uso de aplicaciones móviles creció un 30 % entre 2019 y 2021. Ese aumento, señalaron, demuestra la mayor dependencia hacia el smartphone, a nivel general.
- Un relevamiento reciente realizado entre las personas de la Generación Z —aquellas que nacieron entre 1997 y 2012—, reveló que cerca del 25 % revisa el móvil mientras conduce. En concreto, que “siente la necesidad” de hacerlo luego de 15 minutos al volante.
- Un estudio de WhistleOut concluyó que un usuario promedio dedica 3,07 horas al día a su móvil. Una multiplicación en semanas, meses y años resulta en el siguiente e impresionante dato: pasamos 9 años de nuestra vida revisando la pantalla del teléfono.
Nomofobia: recursos previos a la consulta
Las personas interesadas en una evaluación pueden echar mano a una serie de recursos que funcionan como orientación pero que, es importante marcar, no son un diagnóstico profesional directo. Uno de los principales es el cuestionario sobre nomofobia, que se encuentra en diferentes sitios web. Se trata de un compendio de preguntas que resultan en un puntaje, que finalmente se traduce en una respuesta a la pregunta inicial. “¿Eres adicto al móvil?”. El arriba mencionado estudio de la UNIR se basó en ese test.
Un modo sencillo de revisar cuán atentos estamos al smartphone está a pocos toques de pantalla. Los paneles de configuración de los principales sistemas operativos —iOS y Android— incluyen una sección de “bienestar digital” que muestra, sin rodeos, cuántas horas se usa el dispositivo. Aquel es un buen parámetro para tener en cuenta y, de ser necesario, tomar cartas en el asunto. Además, incluyen consejos y herramientas para limitar el uso excesivo.
A fin de cuentas, según remarca el Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social, si bien es posible intentar controlar la adicción, es difícil hacerlo sin acompañamiento porque la tentación —el teléfono— siempre está al alcance de la mano. “Puede ser muy fácil volver a caer en viejos patrones de uso. Busca apoyo externo, ya sea de familiares, amigos o un terapeuta profesional”, dicen y concluyen que cuando se necesita ayuda es aconsejable acercarse a centros de tratamiento especializados que ofrecen programas para una desintoxicación digital.