Nunca antes un juego de Bethesda, pese a la popularidad de todas sus franquicias, había causado tanta expectación previo a su lanzamiento. El hype en torno a Starfield creció, sobre todo, por convertirse en una exclusiva de Xbox cuando los de Redmond desembolsaron 7.500 millones de dólares por ZeniMax. Años después de aquel estratosférico desembolso, entendemos por qué Phil Spencer y sus superiores no titubearon al realizar esta inversión.
Starfield no solo tenía el peso de ser la primera propiedad intelectual nueva de Bethesda después de décadas dedicadas a Fallout y The Elder Scrolls. También, la de convertirse en un salvavidas para una plataforma que está adoleciendo, en la actual generación, de la falta de contenido first party AAA. Aún así, Todd Howard, director del juego, desde un principio nos prometió una aventura épica en el espacio. ¿Cumple con esa promesa? Sí, afortunadamente…
Starfield nos traslada a un momento en que la humanidad, tras destruir su propio hogar —la Tierra—, consigue expandir su presencia hacia las estrellas por un mero instinto de supervivencia. Un punto que me ha fascinado, y que en su momento causó controversia, es que Bethesda imaginó un panorama cercano a lo que sucedería en el mundo real. Es decir, no esperes que de la noche a la mañana tengamos contacto con múltiples razas alienígenas, fraternizando con unas y luchando con otras por el dominio de la galaxia. Lo más probable es que nos sigamos dividiendo y destruyendo entre humanos.
En lugar de seguir el camino fantasioso de Mass Effect o Star Wars, Starfield se inspira en obras como Interstellar, The Expanse y Foundation, por mencionar solo a las más conocidas. Esto seguramente fue fundamental para definir el alcance del título; lo que el jugador puede hacer y lo que no. La historia de Starfield, en consecuencia, gira en torno a la exploración y a la curiosidad por encontrar respuestas de un extraño fenómeno que involucra al protagonista.
La historia principal de Starfield es una guía
Hasta cierto punto, considero que la historia principal de Starfield es una especie de guía que te lleva de la mano para aprender todas las posibilidades jugables. Y comprender, conforme pasan las horas, de lo complejo que puede llegar a ser. Ojo, aquí es importante mencionar que, pese a la abrumadora cantidad de mecánicas que tienes a tu alcance, casi todo está explicado de modo detallado para que no te pierdas.
Una vez entendido cuál es verdadero propósito de la campaña, no debería sorprendernos que esta no trasciende en la parte narrativa. Empieza interesante y entretenida, pero llega a ser un tanto tediosa cuando es obligatorio realizar misiones con un recorrido repetitivo. En otros títulos esto encendería inmediatamente las alarmas, pero si has tenido la oportunidad de disfrutar otras experiencias de Bethesda, seguramente ya te lo esperabas.
Al igual que sucede con Fallout y The Elder Scrolls, lo mejor de Starfield está fuera de la historia principal. En las misiones secundarias de las facciones, el desarrollo es más variado en función de nuestras decisiones. Cuando llega la hora de tomarlas durante los diálogos, pueden alterar el rumbo de la aventura y, desde luego, su desenlace.
El sistema de decisiones de Starfield es un pilar clave, y te lo dejan claro apenas en los primeros minutos del juego. El robusto editor de personajes va mucho más allá del aspecto visual. Se pueden elegir habilidades físicas y hasta sociales, mismas que influirán en la forma en que nos desenvolvemos en una conversación.
Lo mejor de todo es que las decisiones en Starfield tienen verdaderas consecuencias. Por ejemplo, optar por un camino puede darte acceso a una serie adicional de misiones con un determinado personaje. Si hubiese tomado el otro, habría recibido un mayor reconocimiento y remuneración por mi actuar, pero me habría quedado sin algunas horas extra de diversión.
Starfield llega a ser fascinante por las ramificaciones narrativas y jugables de las misiones secundarias. Por supuesto, esto es esencial para reforzar su componente de rejugabilidad. Una vez que lo termines, puedes volver a jugarlo tomando otras elecciones.
Una exploración que no tiene fin
Bethesda nos voló la cabeza cuando reveló que habría más de 1.000 planetas por explorar. No obstante, algunos cometieron el error de pensar que todos los escenarios estarían poblados y llenos de actividades.
Retomando el tema del alcance y las obras que han inspirado al estudio, no es lógico pensar que la humanidad se repartirá en centenares de civilizaciones distribuidas en un millar de planetas. Si empiezas a jugar Starfield pensando que estás a punto de explorar 1.000 mundos abiertos, con flora y fauna única, y con inmensas poblaciones de humanos asentadas en cada uno, te vas llevar una gran decepción.
La realidad es que los planetas de Starfield que cumplen con esos ambiciosos parámetros se pueden contar con los dedos de tus manos. ¿Es eso negativo? Para nada. No deja de ser interesante llegar y recorrer lugares que, aunque aparentan estar vacíos, generalmente tienen algún punto de interés con recursos. Tan solo el hecho de admirar los increíbles paisajes y los astros cercanos a nuestra ubicación hace que valga la pena.
Algo que sí es criticable en la exploración es la ausencia de un vehículo terrestre para movernos más rápidamente. Si bien cuando recién conoces un planeta podría ser más adecuado ir a pie para explotarlo a detalle, cuando las visitas al mismo lugar son reiteradas, caminar largas distancias se vuelve tedioso. Estoy seguro que nadie habría criticado la opción de subirse a un rover para simplificar tiempos.
Luces y sombras como RPG
Ya hablé de las decisiones y su influencia en el desarrollo narrativo de tu aventura. Ahora es el turno de analizar el sistema de progresión de Starfield.
El título apuesta por múltiples árboles de habilidades, todos ellos muy distintos entre sí. Desde el comienzo tienes plena libertad de desbloquearlas en el orden que prefieras. Incluso puedes priorizar un árbol sobre otro si crees que sus opciones se adaptan más a tu estilo de juego.
Starfield es una experiencia que puede disfrutarse de diversas maneras. Aunque habrá recomendaciones de cómo puedes conseguir un determinado objetivo, no estás obligado a seguir esos consejos. ¿Te gusta ser sigiloso? Prioriza las habilidades que te permiten pasar desapercibido. ¿Lo tuyo es presumir tus dotes como soldado y repartir tiros en cualquier lugar? Pon más atención en el árbol de las armas.
Además de mejorar paulatinamente al personaje, tienes a tu disposición diversos sistemas que te permiten hacer upgrade a objetos indispensables. Tu vestimenta, por ejemplo, no solo te aporta un look único, sino también habilidades únicas —en niveles de rareza altos— y los clásicos parámetros de ataque, defensa y hasta resistencia climática, por mencionar algunos.
El problema con en este apartado es que, una vez que conseguí un traje de nivel superior en las primeras horas de mi aventura, no tuve la necesidad de cambiarlo por uno mejor. Ni siquiera de acudir a las mesas de mejora para incrementar sus estadísticas. De hecho, por un largo periodo de tiempo me olvidé de la existencia de dicho sistema.
Y lo mismo ocurrió con el armamento. Starfield tiene una amplia variedad de armas: pistolas, rifles de asalto, rifles de francotirador, fusiles láser y armas cuerpo a cuerpo, entre otras. Sin embargo, cuando determiné cuáles eran mis preferidas, no hubo necesidad de intercambiarlas. Si acaso, de mejorarlas al mínimo por la curiosidad de probar este sistema.
En mi opinión, Starfield no aprovecha al máximo los sistemas de progresión y mejora de objetos. Están ahí para cuando los necesites, pero realmente no hubo una misión que me hiciera visitar una mesa porque sus parámetros o capacidades no eran suficientes para afrontar el reto.
Justo lo contrario ocurre con las naves. Bethesda nos ha regalado un editor alucinante, uno que facilita la creación de casi cualquier aeronave que imagines. Eso sí, no hay lugar para ideas demasiado disparatadas, ya que el propio juego te avisa cuando tu diseño no es apto para volar.
No obstante, en este sentido sí hubo un momento en el que me di cuenta que mi nave actual no era competente durante una batalla espacial. Ya sea por su deficiente capacidad de fuego, o porque no era lo suficientemente rápida para ubicar a los enemigos. En consecuencia, fue inevitable mejorarla.
Disparar y pilotar tu nave en Starfield es fascinante
En términos de jugabilidad, Starfield se siente como el juego más refinado de Bethesda. Una de mis mayores preocupaciones era cómo funcionaría el gunplay, pues es una mecánica que nunca antes había tenido tanta importancia en un título del estudio. Por suerte, no se limitaron a heredar lo visto en Fallout, sino que rehicieron el sistema desde cero.
La sensación que transmite el disparar es excepcional. Cada arma se siente diferente y los enfrentamientos son una gozada. No puedo decir lo mismo del combate cuerpo a cuerpo, que llega a ser impreciso y, a mi parecer, demasiado lento.
Pasando al control de las naves, Starfield vuelve a brillar. Bethesda propone una jugabilidad en la que debes prestar atención a seis parámetros de energía distintos que alteran el comportamiento de la aeronave. Tres a la parte armamentística, y los otros tres al movimiento. Dependiendo la circunstancia en la que te encuentras, debes priorizar la energía destinada a cada una.
Si estás en combate, asigna más energía a los proyectiles. ¿Requieres huir o perseguir rivales? Enfócate en los motores. Podría parecer tedioso cuando lo haces por primera vez, pero cuando aprendes a dominarlo, navegar y combatir en el espacio es increíble. La experiencia es aún más satisfactoria cuando comienzas a mejorar tu aeronave.
El tema del inventario en Starfield tienes sus pros y contras. Por un lado, es alucinante la cantidad de objetos y recursos que podemos recoger. Pero, si te emocionas tomando todo lo que encuentras, aumentarás el peso de tu personaje y perjudicarás la movilidad. Tienes la opción de trasladar ítems a tu nave o simplemente venderlos cuando tengas la oportunidad.
Lamentablemente, la interfaz de usuario de Starfield no facilita la gestión del inventario. Hay un amplio margen de mejora en este apartado porque, en su estado actual, puede llegar a ser confuso para los jugadores. Peor aún, hay mecánicas relacionadas con el inventario que ni siquiera están bien explicadas. Queda ver si corrigen estos detalles por medio de actualizaciones.
Bethesda sube su propio listón técnico
Para realizar este análisis, jugamos Starfield en su versión de PC —en un ordenador de gama alta—. Sinceramente, y a diferencia de otras personas que lo disfrutaron en la misma plataforma, no tengo quejas al respecto. Es cierto que la optimización podría ser mejor y que el procesamiento está cargado hacia el lado de la CPU. No obstante, mi aventura se mantuvo con un rendimiento aceptable —siempre por encima de los 60 FPS y con gráficos en ultra—.
Queda en evidencia que Bethesda mejoró su motor gráfico significativamente. Apartados como la iluminación, partículas, físicas y calidad de los modelados han dado un salto enorme respecto a sus proyectores anteriores. Lo que más asombra es la atención por el detalle en los escenarios, principalmente en interiores de edificios y naves. La categoría que les queda por mejorar es la de las expresiones faciales, que siguen dando miedo.
Algo que sí me sorprendió, y mucho, es la ausencia de bugs. En otros títulos de Bethesda era completamente normal encontrarte un número notable de fallos técnicos que posteriormente eran resueltos con parches. Con Starfield, sin embargo, han dedicado esfuerzos para pulir el juego lo más posible. No hay duda de que ese año de retraso rindió sus frutos.
Starfield no solo es el mejor juego que ha hecho Bethesda, también es el mejor exclusivo de Xbox que ha visto la luz en la actual generación. Tantos años de espera valieron la pena porque lograron entregar una experiencia que demuestra un gran cariño por ese interminable sueño que tenemos los humanos de explorar el universo y comenzar a colonizar otros planetas. El juego, a pesar de su inmensidad, tiene identidad propia.
Tengo muchas ganas de ver cuál será el futuro de Starfield. Es bien sabido que en camino viene una expansión. Si es tan buena como el juego principal, espero que no sea la única. Mientras llega, hay un universo virtual que nos puede ofrecer decenas de horas de diversión.