Un nuevo estudio demuestra que las mujeres que acaban de ser madres son más sensibles a experimentar pareidolia. Es decir, tienden con más facilidad que otras personas a ver caras en objetos. Por ejemplo, imaginar unas tijeras como dos grandes ojos encima de una nariz aguileña. O una cinta de cassette como una carita alargada, con dos ojos muy redondos. Incluso pueden verse caras en la espuma del café. Esto le puede pasar a cualquiera. Todos lo hemos experimentado en mayor o menor medida alguna vez. ¿Pero por qué ellas más que el resto?

Los autores de este estudio, procedentes de la Universidad de Queensland, decidieron analizar este fenómeno tras comprobar que muchas mujeres hablaban de experimentar muchas pareidolias en este periodo de su vida.

Por eso, reunieron a un grupo de voluntarias que se encontraban en tres estados diferentes: embarazadas, con un parto reciente o ninguno de los dos casos. A continuación, se les mostraron imágenes con caras humanas u objetos más o menos propensos a la pareidolias y se les hizo puntuarlas del 0 al 10, donde el 0 es lo más alejado posible de una cara humana y el 10 es que, con total seguridad, hay una cara en la imagen. Los resultados fueron congruentes con lo que ya intuían, por lo que ya se han lanzado a hipotetizar cuál puede ser el motivo.

¿Para qué sirve la pareidolia?

Aunque pueda parecer que no tiene ningún sentido, la pareidolia puede tener una explicación evolutiva.

Es una conclusión a la que han llegado muchos de los científicos que han estudiado este fenómeno con anterioridad. Y es que nuestros antepasados necesitaban reconocer fácilmente la cara de un animal que pudiera atacarles o convertirse en comida. Tanto si estaba entre las malezas como en plena oscuridad, los más mínimos rasgos faciales debían interpretarse. 

Por eso, el cerebro evolucionó con la capacidad de encontrar esos rasgos incluso donde no procedía. Mejor seleccionar de más, que de menos. 

Esto ha llegado hasta nuestros días como algo que todos experimentamos en mayor o menor medida, incluso cuando somos bebés. De hecho, un estudio publicado en 2015 demostraba que los niños con 8 o 10 meses ya experimentan la pareidolia. No podían hablar para explicar lo que veían. Por eso, lo que se hizo fue mostrarles imágenes de objetos que, con cierta orientación, podrían parecer caras. Después, se emitieron una serie de sonidos, similares a vocalizaciones, y se vio cómo la mayoría de niños miraban a la que sería la boca del objeto.

Por eso, es algo que va con nosotros, intrínseco a la especie humana. Pero no ocurre en todas las personas por igual. Se ha visto que es más común en ciertas afecciones, como algunas enfermedades neurodegenerativas. Y ahora sabemos que también, en personas sanas, puede ser más habitual en ciertas etapas de la vida, como después de tener un bebé.

pareidolia
Ejemplo de pareidolia. Crédito: Peter Laing (Unsplash)

¿Por qué las madres recientes ven caras por todas partes?

Los autores de esta investigación creen que la clave está en la oxitocina. Esta hormona se segrega durante el parto, para facilitar las contracciones, pero también después, ya que favorece el vínculo madre-hijo. Se la conoce como hormona del amor, precisamente porque está involucrada en el apego a todos los niveles, desde el materno-filial hasta el de las parejas románticas.

También parece ser que la oxitocina, junto a otras hormonas, está relacionada con los cambios cerebrales que experimentan las madres. Y es que hay un sinfín de nuevas habilidades que se adquieren nada más parir. Por ejemplo, las madres son mucho más sensibles a despertarse cuando su bebé llora. Incluso experimentan adicción por el olor de sus hijos.

No es extraño que también adquieran la capacidad de encontrar a su hijo con las mismas ansias que nuestros antepasados buscaban animales en las tinieblas. Deben ser muy sensibles a la figura de sus hijos y esto se consigue con una mayor habilidad para encontrar caras, incluso donde no las hay.

Esa puede ser la causa por la que la pareidolia es tan habitual después del alumbramiento. Quizás haya más causas, pero esta parece bastante plausible. Una razón más por la que las mamás se convierten en superheroínas desde el mismo momento que escuchan el primer llanto de su bebé. No son superpoderes, es ciencia. 

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