La adaptación live action de La Sirenita, ya disponible en Disney+, se enfrentó a la polémica desde varios puntos distintos. Desde la elección de Halle Bailey como la hija de Tritón hasta la forma en que la película se adaptó a un nuevo público. El director Rob Marshall y el equipo de guionistas tenían que transformar a Ariel en una princesa del nuevo milenio. Un elemento crucial para brindar al clásico animado un aire renovado y mostrar la evolución de los personajes centrales de Disney durante los últimos treinta años.

Las grandes protagonistas del estudio han dejado de ser damiselas en desgracia para convertirse en mujeres fuertes. Mulan se convirtió en el inicio de una generación de nuevos personajes y en Frozen: una aventura congelada directamente se prescindió de la historia de amor. Las protagonistas de los clásicos animados comenzaron a tener más ambiciones que el amor y se transformaron en figuras complejas que no necesitaban ser salvadas. 

La animación de La Sirenita adaptó el cuento del mismo nombre de Hans Christian Andersen. Estrenada en 1989, llegó al cine como una versión edulcorada de un relato infantil conocido por su dureza. La narración, alejada de los habituales terrenos de besos mágicos y matrimonios dichosos, mostraba a una heroína que lo perdía todo. Su autor escribió el cuento en medio del desamor y lo convirtió en una metáfora sobre el corazón roto muy alejada de tópicos románticos. 

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La película de La Sirenita fue estrenada mucho antes de que Disney decidiera experimentar con la personalidad de sus princesas. De modo que Ariel (Jodi Benson) tenía muchos rasgos en común con sus predecesoras. Inocente, entusiasta y dispuesta al sacrificio, quería vivir un gran amor y la película giraba en torno a sus apasionados sentimientos. Algo que el grupo de guionistas Roger Allers, Howard Ashman y Ron Clements acentuó al darle un final feliz que contradecía la historia original. Con todo, el largometraje de animación fue un éxito y se convirtió en uno de los más recordados del estudio.

La Sirenita para una nueva generación

El live action de La Sirenita, de Rob Marshall, se enfrentaba al reto de mostrar a una Ariel mucho más acorde con una nueva generación. De imaginar una princesa que se uniera, además, al creciente grupo de protagonistas valientes y poderosas del estudio.

La gran pregunta era cómo podría hacerse sin traicionar la esencia de la historia de animación de la que provenía. Finalmente, el director y los guionistas Jane Goldman y David Magee encontraron la clave. No había que cambiar tanto a la hija menor de Tritón como para que fuera un personaje nuevo, solo explorar con más cuidado sus propósitos. La idea les llevó a dar una segunda mirada tanto al cuento como al largometraje de 1989.

La protagonista de La Sirenita con el perro de Eric

Tras el estreno de La Sirenita, el crítico Roger Ebert analizó a la joven princesa como una figura femenina fuerte, e incluso rebelde, que lucha por su destino. Una opinión que contradecía la concepción general de Ariel como una figura retrógrada, capaz de renunciar a su voz y vida bajo el mar por el amor de un desconocido. El equipo detrás del live action exploró en las emociones de su personaje. Lo que condujo a un nuevo punto de vista acerca del relato.

La trama, que en esencia es la misma, presenta ahora a la sirenita como una adolescente que se enfrenta a su padre. Pero que también tiene gran curiosidad acerca del mundo que está más allá del suyo. Un rasgo que comparte con su versión animada. No obstante, en la adaptación, Ariel está comprometida con sus ideales, no solo con el amor. Además, la historia explora su relación con el rey Tritón (Javier Barden) y la presión que se impone sobre ella, que la llevará a tomar la decisión de abandonarlo todo.

Claro está, La Sirenita sigue siendo una historia de amor. Lo suficientemente sólida como para emocionar y mejor desarrollada a través de una relación más creíble entre Ariel y Eric (Jonah Hauer-King). Los protagonistas tienen tiempo de conocerse y sus motivaciones son más claras. De hecho, el príncipe logra ser algo más que un elemento secundario. En la nueva versión tiene incluso una canción que le permite profundizar en sus sentimientos.

Una princesa que sabe lo que quiere

La Ariel de Halle Bailey es, además, un buen ejemplo de cómo adaptar un personaje difícil. En el cuento original, publicado en 1837, la figura carece de nombre y no dice una sola palabra durante la narración. El motivo obvio es que su voz fue robada por la bruja del mar, pero, para Andersen, su silencio tiene que ver con el sacrificio. En el animado original, la princesa adquiere nombre y define mejor su carácter. Aunque su aspiración central sigue siendo amorosa y termina con una boda en alta mar.

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Sin embargo, en la versión de La Sirenita del año 2023, Ariel también forma parte de una familia, tiene responsabilidades futuras y es profundamente leal a sus ideales. Lo que incluye, desde luego, enamorarse. No obstante, el personaje no se resume a su romance, también es atractivo y significativo por sí mismo. Una transformación que concede a la princesa un lugar de honor en el mundo de Disney y en el corazón de un público con nuevas sensibilidades e intereses.