Las autoridades sanitarias de la India han cerrado escuelas en al menos siete aldeas del distrito de Kozhikode, en el estado de Kerala, tras declararse como zonas de contención del virus Nipah, que ha causado ya la muerte de dos personas. Esta noticia se ha convertido en titular de muchos periódicos, algunos de los cuales añaden que este virus es 75 veces más letal que el causante de la COVID-19. Como es lógico, esto nos ha traído recuerdos bastante feos de lo que ocurrió en 2020. ¿Pero hasta qué punto debemos temer esta noticia?

Bien, es cierto que se debe prestar atención a cualquier virus que cause brotes y casos mortales. No obstante, también es verdad que debemos tener en cuenta que el virus Nipah no es nuevo y que su capacidad de causar pandemias es muy reducida.

Se describió por primera vez en 1998 y 1999, tras la detección de dos grandes brotes en Malasia y Singapur. De hecho, su nombre procede de Nipah, la aldea de Malasia de la que procedía la víctima humana mortal de la que se extrajo el virus por primera vez. Inicialmente se detectó en cerdos, que son uno de sus principales reservorios, pero no tardó en contagiarse a humanos, causando varias muertes. Desde entonces se ha detectado en otros países, como Bangladesh y la India.

Los focos se han extinguido relativamente rápido, tanto por las medidas de contención realizadas como por la dificultad de este virus para extenderse. Es un virus preocupante, que ya se ha clasificado como de declaración obligatoria y que, según la Organización Mundial en Salud, debe estudiarse en profundidad para buscar vacunas y tratamientos. Pero, aun así, noticias como la de estos días no deben hacer cundir un pánico mundial.

¿Qué es y cómo se contagia el virus Nipah?

El virus Nipah es un virus de ARN, como el causante de la COVID-19. Pertenece a la familia de los ortomixovirus, a la que también pertenece el sarampión, aunque es muy diferente.

Se cree que esta enfermedad llegó hasta los humanos por la decisión de instalar granjas de cerdos rodeadas de árboles frutales en Singapur y Malasia. Estos árboles atraían a una especie de murciélagos frugívoros, llamados zorros voladores, en los que se había desarrollado anteriormente el virus Nipah.

Este suele contagiarse por contacto con secreciones de los animales infectados. Por eso, cuando los cerdos entraron en contacto con sus heces, enfermaron en masa. Después, la enfermedad pasó a los humanos, principalmente a través de los cerdos. Aunque se cree que también pudo haber contagio directo desde los murciélagos. Por ejemplo, si una persona comía savia de las palmeras en las que los murciélagos depositaron sus heces, o escalaba por el tronco del árbol, podía contagiarse.

De humanos a humanos, ocurre lo mismo. El contacto con heces, orina, sangre y otras secreciones es la principal vía de contagio. 

En cuanto a los síntomas, comienzan a aparecer entre 5 y 14 días después del contacto y empiezan principalmente con dolor de cabeza y confusión. Después aparecen la fiebre alta, la somnolencia, la dificultad para respirar y, en los casos más graves, el coma y la muerte. Afecta principalmente al sistema respiratorio y el nervioso, provocando en este último una encefalitis muy grave. 

La mortalidad del virus Nipah ha variado de unos brotes a otros, pero se sitúa aproximadamente entre el 50% y el 75%. 

En definitiva, este no es un virus desconocido, ni muchísimo menos. Tanto en la India, donde se ha declarado el actual brote, como en otros países vecinos, lo conocen más que bien. Por eso, las autoridades de estos países deben estar atentas, y no está de más que se anuncie en los medios de comunicación, pero sin alarmismo.

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El virus se aisló por primera vez de una persona fallecida en la aldea de Nipah, en Malasia. Crédito NIAID (Wikimedia Commons)

Una de cal y otra de arena

El hecho de que el virus Nipah sea tan mortal es algo dramático para las personas que lo padecen. No existen tratamientos ni vacunas, por lo que solo se pueden tratar los síntomas y esperar a que sea el propio sistema inmunitario de los pacientes el que lo combata.

Desgraciadamente, no siempre sale victorioso. Las personas enferman de gran gravedad y muchas veces acaban muriendo. Eso es malísimo, por supuesto, pero también es la causa por la que este virus difícilmente daría lugar a una pandemia. Los enfermos se encuentran tan mal que en cuanto empiezan a sentir los síntomas se quedan en la cama. No socializan ni mucho menos viajan. El contacto estrecho que se necesita para un contagio se limita con las personas de su entorno más cercano, no se suele difundir a mucha distancia.

Por eso, sería muy difícil que el virus Nipah diese lugar a una pandemia como la de COVID-19. Debemos recordar que esta enfermedad generalmente cursa de forma muy leve. Por eso, algunas personas infectadas han hecho vida totalmente normal, o incluso han viajado al otro lado del mundo, convirtiéndolo en un virus imparable.

La enseñanza que debemos sacar de todo esto es que la ciencia, si tuviese suficientes recursos para ello, debería centrarse también en virus como el Nipah. No ha llegado a Europa o a Estados Unidos y nos asustan los medios de comunicación, pero cuando vemos que no nos llega nos relajamos. Sin embargo, hay muchas personas sufriendo y muriendo por su causa. Eso es lo que debería preocuparnos. Debería ser esencial que se destinen recursos económicos para que se busquen vacunas y tratamientos para las personas de los países afectados. Aunque al resto no nos salpiquen. Centrémonos en lo importante, sin perder la calma por las causas que no debemos perderla. 

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