Planchar es todo un arte. Un arte incómodo, sobre todo en verano. Por eso muchas personas se han sumado (o autoconvencido) a la moda de que la arruga es bella y han decidido vivir sin hacerlo. No obstante, aún hay algunos valientes que siguen acumulando montañas de ropa para luego pasar horas de plancha y aire acondicionado. Ya que lo hacen, lo hacen bien, por lo que tienen trucos, como mojar las arrugas con un paño o un spray, de modo que se retiren mejor. Incluso si eres de los que no planchan, seguro que has visto a alguien hacerlo, ¿pero sabes para qué sirve el agua?
Lo cierto es que esta costumbre tiene una explicación científica muy sencilla. El agua ayuda a eliminar las arrugas, pues estas quedan más fijas a la tela cuando está seca. Pero, para entender esto, también hay que comprender el proceso de planchado. Es decir, qué es lo que le pasa a las arrugas de los tejidos cuando pasamos la plancha caliente sobre ellas.
Por otro lado, una vez que entendamos esto, podríamos pensar que lo mejor es planchar la ropa directamente, una vez sacada de la lavadora. Pero no es tan fácil. Aquí, como en tantos otros asuntos, la importancia está en la dosis. Y la de agua tampoco debe ser excesiva.
¿Qué ocurre al planchar la ropa?
Las fibras textiles están compuestas por polímeros. Es decir, grandes moléculas formadas por la repetición de moléculas más pequeñitas, llamadas monómeros. Generalmente, se comportan como un sólido. Sin embargo, según explicó a RTVE en 2013 el catedrático especializado en polímeros de la Universidad del País Vasco Juan José Iruin, cuando se calientan por encima de un determinado umbral, se vuelven moldeables.
Por lo tanto, el vapor de agua que utilizan las planchas las calienta por encima de ese umbral. Pero no se trata solo de calentarlas. Con la plancha lo que hacemos es aplastar las fibras y empujarlas en una misma dirección. De este modo, si había arrugas sobre ellas, se deshacen y la superficie se queda lisa. Es decir, las moldeamos a nuestro gusto.
¿Por qué usamos el agua?
Lo anterior es una versión simplificada de lo que ocurre al planchar. Quien lo haya hecho alguna vez sabe que no es tan sencillo. Hay arrugas verdaderamente complicadas, que no se van ni siquiera después de varias pasadas de la plancha. Por eso, se suele optar por poner un poco de agua sobre ellas.
Esto se debe a que, del mismo modo que los polímeros se vuelven más moldeables cuando se calientan, también lo hacen cuando están húmedos. Al secarse se fija la arruga, pero si se vuelve a mojar es más fácil darle una nueva forma.
Entonces, ¿no secamos la ropa?
La ropa mojada se moldea mucho mejor. De hecho, cuando las abuelas dicen que si sabes tender las prendas ahorrarás mucho tiempo en plancharlas, no se equivocan. Las fibras tienden a tomar la forma con la que se secan. Por eso, cuanto más estirada tendamos la ropa, mejor.
No obstante, eso no significa que debamos plancharla chorreando, por varios motivos. Para empezar, hay tejidos, como la seda, que se estropean si se planchan muy húmedos. Pero, además, si con el planchado no secamos la ropa del todo, servirá de poco haberla planchado, porque las arrugas podrían formarse de nuevo. Por este motivo, lo más útil es que esté casi seca o, como hemos visto, mojar solo las arrugas rebeldes.
Es un truco que todos sabíamos, pero no está de más entender por qué pasa. Seguiremos sin tener ganas de planchar, pero al menos conoceremos una curiosidad más.