Según la CNMC, en España, seis de cada diez hogares pagan por ver contenidos audiovisuales online. Principalmente películas y series. Pagar por ver un contenido exclusivo que difícilmente podrás ver en la televisión en abierto. Y entre ese contenido, se encuentran películas que se han rodado exclusivamente para plataformas como Netflix, Prime Video o Disney+ o que pudiste ver en cines hace dos o tres meses. Algo impensable a finales del siglo pasado. Del cine a tu televisor podía pasar tranquilamente un año. Pero la tecnología hizo posible hacer llegar las películas a los hogares. Una de las pioneras fue Cartrivision. Y como pionera, su historia merece ser contada.
Hoy en día, las grandes productoras y distribuidoras de cine son parte de grupos empresariales todavía mayores que, además de producir películas para exhibir en salas de cine, cuentan con canales de televisión y plataformas de vídeo, en su mayoría de pago. Resulta curioso que gracias al cable, al satélite y, luego a internet, la industria del cine decidiera entrar en nuestras casas para vendernos sus películas directamente en nuestros televisores. Decisión a la que se resistieron durante décadas.
En las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, las películas se estrenaban en cines. Todavía se siguen usando las coletillas “solo en cines” o “exclusiva en cines”. Si tenían éxito, incluso se volvían a emitir. Y al cabo de un año, o más, podías verlas en televisión. En abierto o, según dónde vivías, en canales de pago. Pero empezaron a surgir tecnologías de grabación y reproducción de contenido audiovisual que hacían posible emitir una película en un televisor.
El papel del videoclub y el cine a domicilio
El videoclub es en la actualidad una reliquia del pasado. En un contexto en el que desde tu propio televisor puedes instalar y abrir aplicaciones con catálogos prácticamente infinitos de cine, gratuitas y de pago, desplazarte físicamente a un establecimiento para pedir una película en un formato físico resulta paradójico. Con todo, siguen existiendo algunos videoclubs para quienes buscan títulos descatalogados o para, especialmente, tener ese título en tus manos y no depender de que el día de mañana, a Netflix, Disney+ o HBO Max les dé por eliminar parte de su catálogo como ya estamos viendo.
La historia cuenta que el primer videoclub nace en 1977. Cinco años antes de existir Cartrivision. Se llamaba The Video Station. Su creador, el estadounidense George Atkinson, vio la oportunidad de negocio. Ya antes se había dedicado a alquilar proyectores y cintas de 8 mm en hoteles, bares y pizzerías. Y ahora iba a cobrar una pequeña suma de dinero por una película en formato físico para ver en casa con un reproductor de vídeo. La cinta en sí se amortizaría enseguida. Y el resto eran todo beneficios.
Según cuentan varias fuentes, a finales de 1977, Atkinson decide comprar una copia en VHS y otra en Betamax de las principales 50 películas disponibles en ese formato. Entonces, solo había una distribuidora, Magnetic Video. Y su principal fuente de películas era 20th Century Fox. Pero en 1978 se unirán Allied Artists con 100 películas y en 1981, las demás productoras y distribuidoras aparcarán sus reticencias para no quedar fuera de este incipiente negocio. Disney, Paramount, Columbia y MGM lanzarán sus títulos también en vídeo.
La tecnología doméstica que lo hizo posible
Atkinson inició el alquiler de películas para verlas en casa. Alquiler y no venta porque las videocasetes de las películas eran caras al principio. Para el usuario medio, salía más a cuenta alquilar los títulos para verlos durante un día y luego devolverlo y volver a alquilarlos más adelante. Y a los videoclubs y a las distribuidoras también les salía más a cuenta. La cantidad de dinero generada era mayor. La sociedad pedía poder ver las grandes películas de estreno en sus domicilios. Y la tecnología lo permitió.
Los formatos responsables del cine en casa fueron Betamax y VHS. Sony creó Betamax y lo lanzó al mercado en 1975. Y VHS vio la luz en 1976 gracias a JVC. Ambas, empresas japonesas. Ambos formatos eran sistemas de grabación y reproducción analógica de vídeo. Por fuera, una carcasa plástica que protegía el interior. Y dentro, la parte importante, cinta magnética que contenía vídeo y audio. Con un reproductor conectado al televisor se podía ver el contenido de esa cinta. Tanto Betamax como VHS se popularizaron tanto para la venta y alquiler de películas como para el mercado doméstico de grabación de vídeo.
Con todo, VHS se acabó haciendo con el mercado. En la segunda década de los 80, cuando los videoclubs ya estaban en todas partes, el formato Betamax o Beta era ya residual. El motivo principal fue que JVC fue más flexible y facilitó a la industria licencias para fabricar sus propias cintas VHS, mientras que Sony quiso controlar su formato Beta sin ser consciente que esto le haría perder cuota de mercado. Tampoco le ayudó que Universal y Disney le denunciaran por infringir el derecho de copia de sus programas de TV y películas. Algo en lo que no había una legislación clara al no existir un precedente.
Antes de Betamax, U-matic y Cartrivision
Decíamos que Betamax se pone a la venta en 1975. Un año después llegará VHS. Eran cintas magnéticas en formato cartucho o casete. Más fácil de transportar que las bobinas que se manejaban en los ámbitos profesionales del cine o la televisión. Pero, claro está, ni VHS ni Beta fueron los primeros formatos de grabación y reproducción. Ya en 1970 tenemos un reproductor de vídeo grabador de Philips pensado para grabar lo que emitían en televisión. Se puso a la venta en 1972.
Y la propia Sony ponía a la venta en 1971 U-matic, considerado el primer formato de videocasete comercial. Podía grabar hasta 60 minutos de vídeo y audio. Y eran más grandes que los VHS, que a su vez eran mayores que las cintas Beta. Su propósito era facilitar la grabación de lo que veías en televisión y reproducir vídeo en un televisor con comodidad. Los formatos anteriores eran de bobina abierta y sus reproductores eran demasiado voluminosos, caros y difíciles de manejar. Así no te perdías algo si no podías verlo en directo. Pronto se pusieron de moda en Estados Unidos y Japón tanto en el ámbito doméstico como en escuelas y empresas.
Pero a camino entre los primeros formatos magnéticos para grabación doméstica y el exitoso U-matic de Sony, nos encontramos con Cartrivision. Se puso a la venta en 1972, un año después que el U-matic y tres antes que el Betamax. Y nació con la ambición de llevar el cine a los hogares. Sin embargo, pese a ser el primero en su clase no tuvo el éxito esperado. Sí, era un cartucho cómodo de llevar y basta introducirlo en un reproductor conectado al televisor. Y podía grabar hasta 114 minutos en color.
El nacimiento del vídeo de alquiler
Cartrivision viene de Cartridge Television, la empresa responsable de sacar al mercado este formato de vídeo. Su cara visible era Frank Stanton, empresario estadounidense que había lanzado en la década de los 60 un formato propio de audio, PlayTape. En los 70 vio la oportunidad de negocio que ofrecía el formato de casete aplicado al vídeo y la posibilidad de iniciar un mercado de vídeo doméstico de alquiler de películas.
Como curiosidad, Cartridge Television era parte de una empresa mayor, AVCO. Su nombre viene de Aviation Corporation. Y, a su vez, formaba parte de una empresa mayor, Textron, un conglomerado con subsidiarias en varios sectores. Aunque AVCO era una empresa dedicada principalmente a la industria armamentística y la industria aeroespacial, había comprado negocios como fabricantes de lavadoras, fabricantes de maquinaria agrícola o una compañía de pagos con tarjeta. Y, entre tanta compra, se incluía Cartridge Television, Embassy Pictures, que era una productora de cine o Crosley Broadcasting, una compañía de radio y TV.
En definitiva. No era una aventura en solitario. Cartrivision tenía detrás un gran grupo empresarial. Y llegó a contratar a 300 empleados para sus oficinas de Palo Alto, en California, y Nueva York. Invirtieron dinero en publicidad, contaron con establecimientos populares en aquel entonces como Sears, Wards o Macy’s. Y los aparatos y casetes estaban fabricados por Teledyne y Packard Bell.
Cartrivision en dos colores: rojo y negro
Cartrivision se ofrecía en dos colores. Las cintas o casetes rojas y las negras. El catálogo inicial se componía de 111 casetes negras para vender directamente y 200 rojas que se alquilaban. Las de alquiler tenían una particularidad. No podías rebobinarlas. Es decir, la reproducías una vez y no podías volver a verla. Es decir, que pagabas por verla una vez. Y si quería repetir, tenías que pagar una vez más. El motivo no era una limitación técnica. Esa limitación era impuesta por los propios creadores de Cartrivision. Recordemos que las distribuidoras y productoras de cine no querían saber nada del vídeo doméstico. Tardaron varios años en abrirse al sector. Y en la década de los 70, nada les haría cambiar de su postura.
Por lo demás, Cartrivision se podía adquirir en grandes cadenas de hipermercados de Estados Unidos en un paquete que incluía el reproductor integrado en un televisor de 25 pulgadas. Pero su precio era algo excesivo para la época: 1.600 dólares USA. Especialmente para el tipo de público que compraba en esas cadenas de hipermercados. Se iba a fabricar un reproductor independiente, pero no llegó a ver la luz del día.
¿Quién acabó con Cartrivision?
Este sistema de vídeo casero se puso en marcha en junio de 1972 y bajó las persianas en julio de 1973. Un año de vida. Breve pero intenso. Un intento de abrirse paso gracias a las posibilidades que ofrecía la tecnología pero que se encontró contra un muro de reticencias por parte de quienes controlaban la materia prima de la que se nutría: el cine. Betamax y VHS tampoco lo tendrían fácil en su momento. Pero, para entonces, el uso de reproductores y grabadoras de vídeo estará tan extendido en los hogares de Estados Unidos que a las grandes de Hollywood no les quedará remedio que permitir esta nueva manera de ver cine. Pese a que intentarán llevar a juicio a fabricantes y distribuidores para acabar la tecnología de vídeo. Obviamente, no lograron su propósito.
Pero la década de 1970 era demasiado pronto. Con las salas de cine y las cadenas de televisión ya era suficiente. Las distribuidoras de películas no necesitaban más. Y tampoco el gran público, que todavía no podía permitirse la compra de un reproductor grabador de vídeo. Muy caros por entonces. Con todo, Cartrivision abrió un camino a quienes vinieron después. Y los inicios no fueron malos. Quienes adquirieron el reproductor de Cartrivision alquilaban unas 3 películas por semana. Y su catálogo contaba con títulos de Columbia, entre otras grandes distribuidoras.
También hubo problemas técnicos. Además de la imposibilidad de rebobinar las cintas de alquiler, algunas de las que se habían comprado eran defectuosas, de manera que a los pocos meses se descomponían. Literalmente. Este hecho se dio a conocer coincidiendo con las compras previas a la Navidad, en noviembre de 1972, con lo cual el posible éxito que hubiera podido tener como regalo navideño, quedó en nada.