En El clon de Tyrone, dirigida por Juel Taylor y disponible en Netflix, la mayor parte de las escenas transcurren en medio de calles destartaladas y sucias. También, en una rutina urbana, violenta y decadente. Las prostitutas caminan de un lado a otro mientras los proxenetas pelean a gritos entre ellos. El cielo tiene un aspecto plomizo y el escenario, en general, un aire pesimista.

Todo esto sucede, sobre todo, durante sus primeros minutos, en los que el argumento recorre rutinas pesarosas. Las tiendas abren sus puertas sin mucho entusiasmo para no recibir a ningún cliente. Los transeúntes pasean cabizbajos. Sin embargo, a todos los une un punto en común: la sensación de una falta total de propósito.

La trama de El clon de Tyrone no da detalles elementales acerca de lo que muestra, lo que resulta incómodo y sospechoso. No hay indicios del lugar, la época exacta o lo que vincula a los personajes. El truco narrativo crea una sensación de cápsula, la percepción de que lo que sea que se muestra no es precisamente normal o corriente, aunque lo aparente. 

De hecho, el guion de Tony Rettenmaier se enfoca en esa sensación de anomalía incomprensible dentro de una serie de detalles pretendidamente intrascendentes. Con una atmósfera opresiva que recuerda a películas de suspenso paranoicas más elaboradas, el largometraje pone un claro acento en un tema que revela, pero no profundiza de inmediato. Todo lo que se muestra guarda un secreto. Uno peligroso, quizás letal.

El clon de Tyrone

La película de Juel Taylor, disponible en Netflix, es una peculiar combinación entre el suspenso paranoico y la ciencia ficción. El resultado explora un escenario singular que no ofrece ningún dato de sitio o tiempo hasta que es por completo necesario. Poco a poco, lo que parece una percepción inquietante de sucesos sin explicación, termina por ser una premisa aterradora, que mezcla identidad, violencia científica y hasta una extraña visión de la moralidad. Pero que decae precisamente cuando intenta detallar con largos diálogos e imágenes explícitas lo que buena parte del metraje ocultó. Aun así, es un experimento interesante que se acerca al existencialismo.

Puntuación: 3.5 de 5.

Un extraño punto de partida

Sin embargo, a la trama de El clon de Tyrone le cuesta grandes esfuerzos llegar a ese punto. Mientras tanto, presenta a sus personajes con una calculada y bien pensada descripción de contexto. Fontaine (John Boyega) es un traficante de drogas que tiene la sensación de que todo lo que vive está envuelto por un tinte onírico. Puede parecer una revelación elevada o muy elaborada para un personaje al que solo le interesa la violencia, pero la historia profundiza con habilidad en sus dudas.

Para este personaje, cada cosa que le rodea es una especie de puesta en escena que recuerda, pero que no puede identificar. Lo que, por supuesto, profundiza en la forma en que el guion ha desarrollado su narración hasta el momento. De modo que, en la película, todas las pequeñas y sutiles insinuaciones de que la acción transcurre en un sitio no identificado toman relevancia.

John Boyega y Jamie Fox en El clon de Tyrone

El inesperado giro de El clon de Tyrone

¿Qué ocurre? ¿Por qué Fontaine decide escuchar su suspicaz instinto? La película no entra en detalles, sino que continúa su recorrido por el barrio anónimo. Por un lado, Rana (Leon Lamar), una especie de mentor amable de Fontaine, comienza a resultar sospechoso. Por otro está Junebug (Trayce Malachi), aprendiz del narcotraficante e hijo adoptivo informal. A través de ellos, el argumento explora la vida en el barrio y cómo se enlaza en un mecanismo cuidadosamente construido para funcionar día a día.

Hasta que Fontaine es asesinado frente a los ojos del proxeneta Slick Charles (Jamie Foxx) y de Yo-Yo (Teyonah Parris), una de las mujeres en su círculo. Con su muerte, cualquier sospecha sobre la sustancia de la realidad de la víctima desaparece. De hecho, El clon de Tyrone parece tomar otro sentido y cambiar levemente su atmósfera una vez que la sacudida violenta reconstruye su argumento. La película se transforma en algo por completo distinto cuando la víctima reaparece con vida frente a los ojos horrorizados de los que la vieron morir.

Un horror que no se puede ocultar

A pesar de las apariencias, El clon de Tyrone no es sencilla de comprender —más allá de la sugerencia de su título—. Lo que transforma el misterio alrededor de Fontaine en un reto siniestro en busca de explicación. Incluso para el mismo personaje, desconcertado por haber muerto y vuelto a la vida sin entender cómo ocurrió.

Los protagonistas de El clon de Tyrone, la nueva película de Netflix

La película juega con el recurso de la inexplicable resurrección para profundizar en sus puntos más interesantes, los que más la acercan al terreno de la ciencia ficción. Gradualmente, el argumento se aleja del subgénero de Blaxploitation, al que hacía involuntario homenaje, para profundizar en una atmósfera anómala.

Mientras Fontaine, Slick Charles y Yo-Yo se esfuerzan por comprender qué ocurre, la realidad parece desmoronarse a su alrededor. Pero el largometraje pierde su capacidad para intrigar cuando el misterio se hace evidente. De hecho, el guion toma decisiones absurdas, e incluso ridículas, para explicar con minuciosidad lo que con tanto empeño guardó en su primer y segundo tramo. A pesar de eso, El clon de Tyrone es un intento interesante de contar una historia, en apariencia obvia, en un escenario inesperado. Destacando especialmente sus personajes carismáticos y la enorme química del elenco.

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