En el último capítulo de la serie Ted Lasso, disponible en Apple TV+, el protagonista (Jason Sudeikis) y su rival Nathan Shelley (Nick Mohammed) se reencuentran finalmente en un momento entrañable. Todo ocurre después de un largo recorrido de rencor y autodescubrimiento que en sus últimos momentos conduce al perdón. No se trata de una concesión sensiblera para despedir a dos figuras queridas. Tampoco de una decisión narrativa complaciente. En realidad, la secuencia resume la identidad de una de las producciones más exitosas de la televisión contemporánea.
En sus dos temporadas anteriores —especialmente la primera— la producción se convirtió en una exploración acerca de la bondad. Más allá de sus chistes satíricos sobre el mundo del deporte y las diferencias culturales, el guion hizo hincapié en un poco común optimismo. Lo que permitió a sus protagonistas profundizar en una forma atípica de generosidad.
Ted Lasso demostró ser una comedia adulta en la que a menudo se tocaron temas como el desarraigo, el miedo y la búsqueda de la identidad. Pero que también hablaba del entusiasmo por vivir, el reconocimiento al valor del otro y el apoyo mutuo. Una apuesta arriesgada en un entorno de relatos televisivos interesados justamente en lo contrario.
Una despedida agridulce para Ted Lasso
No obstante, fue en su irregular entrega final donde la producción alcanzó una nueva dimensión al sublimar su mensaje acerca del bien necesario. Con algunos fallos de ritmo, tramas prescindibles y arcos de redención apresurados, Ted Lasso pareció perder solidez. A pesar de ello, encontró su punto más sensible y una nueva manera de narrar el tránsito hacia una mayor complejidad de sus rostros más conocidos.
Desde la exploración del propósito, las motivaciones, la ambición o la soledad, hasta el sentido del triunfo. Ted Lasso tomó el riesgo de innovar en su exitosa fórmula para crear algo más sustancioso. En el camino cometió errores, pero supo analizar el centro de su argumento con libertad. Demostrar que los personajes sencillos y amables, cuyo mayor objetivo es una fe renovada en la naturaleza espiritual, todavía son trascendentes en una época cínica.
Un fenómeno que comenzó como un chiste
Al comienzo de la producción, el personaje Ted Lasso era poco más que un bonachón cargado de juegos de palabras y humor ingenuo. Provenía de una serie de anuncios de la NBC Sports. En ellos, era casi una caricatura de un deportista torpe que promocionaba la cobertura de la Premier League de fútbol. Pero en el contexto de la serie que lleva su nombre, la figura evolucionó hasta volverse un símbolo de un tipo de camaradería e integridad moral casi ideales.
El entrenador no era el mejor en lo suyo —tal vez justo lo contrario—, tampoco tenía conocimientos formales. Pero sí contaba con un objetivo: que sus jugadores comprendieran que el valor del triunfo no solo estaba en el marcador. La actitud de Ted Lasso frente a la vida representaba la intención del argumento de ir más allá de una historia deportiva. Poco a poco, a medida que los personajes se hicieron más complejos —incluso el trasfondo trágico para el optimismo de Ted—, la producción reflexionó sobre el poder emocional.
Ted Lasso, un entrenador inusual
De hecho, solo en su tercera temporada los partidos de fútbol son una parte importante de la trama. Aun así, el guionista Jason Sudeikis y los creadores Brendan Hunt, Bill Lawrence y Joe Kelly continúan enfocados en pequeñas grandes escenas. Mientras la pelota va de un lado a otro en el campo de juego, la cámara enfoca el rostro de sus jugadores en el banquillo o al equipo de preparadores. Los gestos cariñosos, las manos entrelazadas o los ojos llenos de lágrimas, siempre tuvieron un lugar más relevante que la toma de un gol.
También las escenas de grandes monólogos que brindaron a la serie su particular identidad. En la tercera temporada ocurrieron algunas de las mejores y al menos un par de ellas pasarán a la historia de la televisión. El peculiar interludio amoroso estrictamente platónico de Rebecca (Hannah Waddingham) con un desconocido en Ámsterdam tuvo una belleza dolorosa. A la vez, el llanto angustiado de Ted durante la confesión a su madre de cuánto había sufrido tras el suicidio de su padre. Lo mismo sucedió con la batalla moral de Sam (Toheeb Jimoh) en medio de presiones e incluso racismo.
Poco a poco, Ted Lasso brindó a cada una de sus entrañables figuras un momento para brillar. En una despedida discreta, incluso los secundarios de lujo ofrecieron lo mejor de sí. Trent Crimm (James Lance) mostró parte de su vulnerabilidad en un arco argumental impecable. Al igual que Colin (Billy Harris), que protagonizó la salida del armario más amable y significativa del argumento. Sin embargo, los grandes momentos del tramo final de Ted Lasso pertenecen a tres rostros esenciales.
Un equipo que maduró con amabilidad
Nathan Shelley comenzó la temporada como un villano despreciable, capaz de traicionar a los suyos por fama y reconocimiento. Pero la última entrega de la serie evitó los caminos sencillos y mostró su crecimiento a partir de una pregunta: ¿qué hace a Nate ser cómo es?
La trama de Ted Lasso se tomó el tiempo para responder. A través de la perspectiva de su familia, la mujer que amaba en secreto y el cúmulo de inseguridades que le rodeaban, el personaje terminó por encontrar no solo un objetivo digno de su talento. También la conciencia de su valor y el perdón. Todo ello narrado en una de las escenas más hermosas de la temporada. En ella, el entrenador Beard (Brendan Hunt) le abraza en un silencioso reconocimiento de un largo trayecto que lo llevó a admitir el sufrimiento y encontrar, al final, un momento de paz.
Asimismo, los episodios de despedida permitieron a Roy (Brett Goldstein) reencontrar su sensibilidad y poder al comprender la masculinidad con amabilidad. Un paso que, en su momento, convirtió a Jamie Tartt (Phil Dunster) en una figura en constante evolución que continuó en los más recientes capítulos de Ted Lasso. Por último, la Keeley de Juno Temple tuvo una travesía emocional que puso a prueba su sentido de la identidad y de la comprensión de su pasado y sus ambiciones futuras. Un camino que cerró con una mirada poderosa de su capacidad de amar y esperar lo mejor del porvenir.
Hasta siempre, Ted Lasso
La producción, que conmovió, cautivó e hizo reír por su simple comprensión de la naturaleza humana, llega a un final que emociona por su poder metafórico. Nada será igual para Ted Lasso o su querido equipo. Aun así, el trayecto de aprendizaje que comenzó en el campo de juego, termina también en él.
Un último partido que pone las piezas en su lugar en el mundo de la serie y que remarca que lo más importante en esta historia de amor, pasión y poder espiritual jamás estuvo relacionado con la capacidad del balón de fútbol de cruzar la portería.